Capítulo 17

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Casi no he pegado ojo. Pensaba que, si simplemente me despedía anoche de mi amigo como un día normal, todo sería más fácil de digerir hoy. Nunca me han gustado las despedidas. Sin embargo, en esta ocasión no paro de arrepentirme por no haberme quedado un poco más con él o acompañarle al aeropuerto. Miro el reloj una vez más, en mi indecisión de tomar la idea de ir a la casa de Ayame o no. Camino de un lado a otro en la sala, nerviosa. No soy fan de esas despedidas tristes y dramáticas de las películas, ni por asomo, pero siento que necesito algo más que un "ya nos veremos".

El reloj marca las 5 de la mañana y sé que no hay vuelta atrás. A esta hora ya estarán de camino a coger el avión. Me siento en el sofá, revisando el móvil por si acaso tuviese algún mensaje de última hora, pero no, sólo tengo promociones de la aplicación de comida a domicilio. Cuando voy a la cocina a por algo de comida, recuerdo que debo hacer la compra. Cojo un poco de zumo de la nevera y me sirvo un vaso para comer al menos un poco de azúcar.

De pronto, unos brazos me agarran por detrás, provocando mi sobresalto. El vaso de mis manos cae al fregadero haciéndose añicos y apagando con su estruendo, el grito de mi voz. Al girarme, mi corazón late con violencia.

— ¡Joder! ¡¿Sabes el susto que acabas de pegarme?! — espeto media enfadada, observando la figura delante de mí —. Dios, estás como una maldita cabra— agrego más calmada. No puedo evitar sonreír —. ¿No deberías estar ya de camino a Londres?

Koga se encoge de hombros, divertido.

— ¿Tú no deberías estar durmiendo? No es por nada, pero pareces un mapache con esas ojeras.

— No ignores mi pregunta — insisto omitiendo su comentario.

— Sé que no te gustan las despedidas, pero no podía irme así sin más. Y menos después de todo lo de anoche.

— Pero se te va a hacer tarde — le advierto mirando el reloj.

— Bueno, la gente en el aeropuerto siempre se toma un café y esas cosas en lo que esperan, ¿no? Pues tú eres mi café.

Niego con mi cabeza aguantando la risa por sus ocurrencias.

— Dame un abrazo, anda.

Extiendo mis brazos hacia su cuerpo y él no tarda en acercase a mí para poder abrazarle. Me quedo así hasta que pierdo la cuenta de los segundos. Qué rápido pasa el tiempo cuando quieres que todo se detenga.

— Ahora sí que tengo que irme...— dice con lástima al separarnos.

— Sí, lo sé...

— ¿Me acompañas abajo?

— Claro.

Cojo mis llaves y bajo a la calle tras él. Por fuera, está esperando la madre de Koga en su coche, imagino que será ella quien los llevará. Tras saludarla y darle un efusivo abrazo a Ayame, solo queda que él se suba.

— Sé que no me vas a echar de menos, pero el día que te aburras y no sepas qué hacer, acuérdate un ratito de mí y háblame, ¿vale? — Su falsa sonrisa no llega a convencerme. Sus ojos llorosos me muestran que está haciendo un esfuerzo por contenerse, y al darme cuenta, consigue que el nudo en mi garganta vuelva a aparecer.

— Y yo sé que no querrás volver durante un tiempo, pero si echas de menos vivir aquí en algún momento, siempre puedo alquilarte la habitación de invitados. — Bromeo siguiéndole el juego.

— Lo tendré en cuenta.

— Cuídate mucho.

Nos damos un último abrazo y siento un vacío cuando le veo alejarse. Me quedo en el portal en lo que él baja las escaleras y, cuando abre la puerta del coche, se detiene.

— ¿Vendrás al aeropuerto a último momento con un pulmón fuera, sudando como un pollo y rogándome porque me quede a último momento diciéndome lo mucho que me quieres? — grita sonriendo.

— ¿Eso quieres? — digo entre risas.

— Por favor, no.

— Entonces vete ya o me veré tentada a hacerlo.

— ¡¿Pueden callarse de una vez?! ¡Hay gente que está tratando de dormir! — grita el vecino mayor del segundo piso.

Koga y yo aún no entendemos como su mujer puede aguantarle, jamás he conocido a una persona tan cascarrabias como ese hombre, cualquier tontería es una oportunidad perfecta para él de armarla en la comunidad de vecinos. Una vez presentó una queja porque uno de los vecinos estaba en obras en su apartamento y no podía tomar su siesta de las cuatro de la tarde.

— ¡Señor, cuando a las dos de la mañana se escucha la cabecera de la cama golpeteando la pared, yo también estoy tratando de dormir y no me quejo! — dice Koga aún con más fuerza.

El hombre, con cara de póker, cierra la ventana de un golpe. Koga y yo nos miramos durante un par de segundos en silencio. De pronto, estallamos en carcajadas ante la situación.

— ¡Anda, vete ya que llegas tarde! — grito con ganas adrede para fastidiar al señor.

— ¡Te llamaré cuando llegue! — Me imita él.

— ¡Valee!

Mi amigo desaparece en el coche, y lo pierdo en la lejanía de la carretera. Va a ser duro cambiar mi rutina a partir de ahora.

Llego a la tienda con menos ánimos que de costumbre. Estoy más tranquila al poder hablar por última vez con Koga Hace nada me avisó que ya iba a embarcar, así que ya estará volando a su destino. No obstante, me estoy muriendo de sueño Apenas he dormido, y el dolor de cabeza me está matando.

He decidido venir a la tienda aunque aún no sea hora de abrir al público. Al menos, así podré matar el tiempo adelantando cosas. Aunque podría haberme quedado durmiendo, soy de esas personas que se levanta peor si duerme pocas horas que si se queda despierta toda la noche.

Prendo las luces y dejo mis cosas en el cuartito personal. Me sorprende encontrar las cosas más ordenadas que otras semanas, pero entonces recuerdo que el viernes me quedé hasta tarde con la esperanza de que Rin e Inuyasha volvieran a aparecer en la tienda.

Enciendo el ordenador de mi mesa, y voy directa a mi archivo personal. Llevo años tratando de escribir una novela. Sin embargo, al igual que hoy, siempre sucede lo mismo. Leo y leo los capítulos anteriores, casi que me sé los diálogos de memoria, pero soy incapaz de continuar ni una sola frase. Escribo varios borradores para un nuevo capítulo, no obstante, solo se quedan como eso, borradores.

La hora de apertura llega antes de lo que esperaba, y cierro al fin el documento para levantarme a abrir la puerta. Cuando mi mano agarra el pomo, un sobre blanco en el suelo capta mi atención. Me agacho para recogerlo, y al observarlo mejor, distingo la huella de mi pie dibujada. No me di cuenta cuando entré, normalmente el cartero suele dejarme el correo en persona, y nunca tan temprano.

Giro el papel con intención de encontrar algún dato del remitente, pero este está totalmente en blanco. En el interior hay un folio doblado. Una frase de color rojo, escrita con el dedo, ocupa todo el papel. La piel se me pone de gallina... Es como si estuviese escrita con sangre.

"TODOS LOS CAMINOS TE LLEVARÁN A LA MUERTE"

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⏰ Última actualización: Apr 07, 2022 ⏰

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