Capítulo 16

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Cuando llego al edificio, en lo que Koga abre la puerta, dejo la copia de la llave disimuladamente en la maceta. Es un alivio no oír ningún tipo de ruido. Cuando subía por las escaleras, me imaginaba a estos montando el escándalo dentro del piso y arruinando toda la sorpresa. Aviso a Ayame de que ya está todo listo antes de seguir a Koga dentro de su apartamento.

Guardo el teléfono en el instante en que enciende las luces. Es entonces cuando la realidad me pega una bofetada. Está todo vacío. Tan solo quedan los muebles que ya de por sí traía el apartamento, no queda ni una pequeña muestra de lo que hacía especial a aquel lugar. No hay rastro de sus fotos, de sus figuras, de su colección de DVD, del puff en el que veíamos nuestras series... Ni siquiera están las fundas del sofá. El olor a productos de limpieza es el protagonista.

— Joder...

— Es raro, ¿verdad? — Aunque lo intenta, esta vez la sonrisa no alcanza sus ojos.

— Cuesta verlo así — confieso.

— Mi familia me ayudó a sacar las últimas cajas anoche — me aclara —. Me costó tomar la decisión, pero no puedo mantener este piso y el nuevo.

— Claro, lo entiendo — Es lo único que soy capaz de emitir.

— Mañana entregaré las llaves antes de irme. Es posible que empiecen a enseñar el piso dentro de poco.

— Con lo bien que está, no creo que tarden mucho en encontrar a alguien.

Recorro la sala con detenimiento. Se me hace raro saber que no voy a poder volver a entrar aquí, que ya nada volverá a ser lo mismo. Las noches de películas comiendo palomitas en el suelo, los días en que tratábamos de hacernos los chefs y al final acabábamos pidiendo una pizza, el rincón de la terraza donde ahogábamos nuestras penas y surgían todo tipo de confesiones abrigados con una manta... Apenas podré recordarlos.

De pronto, un nudo se forma en mi garganta y sólo siento ganas de llorar. Clavo mi mirada en los ventanales de cristal, obligándome a recomponerme.

— No pienses que esto es una despedida definitiva, Kag — dice a mis espaldas —. Que esté a kilómetros de aquí, no quiere decir que no vaya a seguir estando contigo. Por suerte, a diferencia de hace años, tenemos las tecnologías suficientes para seguir en contacto.

— Sí, lo sé. Tan solo... Es raro — mascullo.

— Anda, ven aquí — Sin previo aviso, me obliga a girarme y me envuelve en sus brazos. — Esto sí que no podré hacerlo más tarde — susurra.

Me quedo ahí, entre sus brazos, durante un intervalo de tiempo del cual no soy consciente. Cierro los ojos con mis lágrimas a punto de desbordarse. Le abrazo con fuerza tratando de grabar en mi memoria cada detalle de este momento, con la intención de poder recordarlo con claridad cuando le necesite. Mis manos en su espalda... Su hombro sirviendo de apoyo para mi cabeza... El calor de su pecho... Su aroma... Su agarre fuerte en mi cintura... Sus caricias en mi pelo...

— Ahora no tendré que aguantar a un vecino pesado, un incordio menos — digo en forma de broma. Pero la voz se me quiebra por último, delatándome.

— Pues sí, un alivio para ambos. El fastidio va a ser como te venga alguien peor — Siento la vibración de la risa en su pecho.

— Voy a echarte de menos — confieso tras una pausa.

— Y yo a ti, desastre —Me separa de él para mirarme con una sonrisa.

Se sienta en el sillón y da unos toquecitos para que me siente con él. Ahora, sin la funda, el mueble me parece tan feo como la primera vez que lo vi, con ese estampado de flores extravagantes.

Inuyasha y Kagome "Niégame"Donde viven las historias. Descúbrelo ahora