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Con dedos temblorosos, Calle entro y cerró lapuerta de su apartamento detrás de ella. Su respiración venia demasiado rápido.El sudor frio se formó en su frente, y sus piernas se sentían como dos árbolesdelgados inclinándose de lado a lado en una tormenta. Se apoyo contra lapuerta, presiono las manos contra la madera maciza y conto las tablas en elpiso de madera.

Con dedos temblorosos, Calle entro y cerró la puerta de su apartamento detrás de ella. Su respiración venia demasiado rápido. El sudor frio se formó en su frente, y sus piernas se sentían como dos árbolesdelgados inclinándose de lado a lado en una tormenta. Se apoyo contra la puerta, presiono las manos contra la madera maciza y conto las tablas en el piso de madera.

Cuando llego a ciento veinticuatro, un numero agradable y par, se sintió lo suficientemente tranquila como para alejarse de la puerta. Cruzo la sala de estar y se paró junto a la ventana del piso al techo. Normalmente, la vista de Central Park debajo tenía un efecto calmante sobre ella. Desde su condominio en el piso dieciocho, las personas, los árboles y los bancos de los parques parecían más pequeños, y cualquier problema que pudiera afectarla parecía menos importante.

Hoy no. Hoy, el parque palpitaba de vida, e imagino el latido del corazón de una corredora, el sudor goteando por el cuello de la humana, la sangre corriendo por sus arterias. Los ojos verdosos de la corredora, del mismo color que los de María José, se oscurecieron cuando Calle bajo boca hacia su cuello y...

De repente, se apartó de la ventana. Tal vez una medida de Synth-O ayudaría. Estaba muerta de hambre, así que no es de extrañar que no pudiera concentrarse en nada más que sangre.

Abrió la nevera y saco una de las botellas.

El Synth-O vino en botellas marrones con etiquetas que decían jarabe de maíz. Si los vecinos de Calle la vieran regresar con sus compras, podrían preguntarse cómo se mantuvo tan delgada mientras tomaba media docena de litros de jarabe cada semana, pero de lo contrario, las botellas no llamarían la atención.

Una gota de condensación se deslizo por la botella, y ella la trazo con la punta de un dedo antes de quitar la tapa y poner la botella en sus labios. Por un momento, ella esperaba el sabor celestial de la sangre fresca, dulce y salada al mismo tiempo, pero en cambio, el sabor artificial de Synth-O golpeo sus papilas gustativas. Ugh. Se sacudió, se pellizco la nariz con dos dedos y ahogo el resto de la bebida lo más rápido posible.

La temperatura desagradablemente fría de la bebida tampoco ayudo. Por lo general, prefería su sangre a temperatura corporal, pero la sangre sintética se echaría a perder si no la guardaba en la nevera. Aunque su mente y sus papilas gustativas protestaron, al resto de su cuerpo no le importaba de donde venia la sangre.

Sus sentidos cobraron vida y el temblor en sus músculos se detuvo al instante.

Mas, grito su cuerpo. Mientras que la botella le proporcionaba el sustento que necesitaba, faltaba la prisa de la caza, ese dulce momento cuando...

Ella sacudió bruscamente la cabeza, interrumpiendo los pensamientos peligrosos.

Después de cerrar el refrigerador con un fuerte estallido, fue a su oficina y encendió su computadora. Era hora de reemplazar una obsesión por otra.

Estaba decidida a no complementar su dieta con sangre humana fresca que no le costaría nada, por lo que tuvo que vender un par de historias cortas hasta que llegaran sus próximas regalías.

Lo bueno es que los romances paranormales tenían una gran demanda ya que Twilight había llegado a la lista de los más vendidos del New York Times.

Calle gruño y sus colmillos sobresalieron, como siempre hacían cuando pensaba en esa ridícula serie. ¡Vampiros brillantes! ¡Bah!

Le mostraría a ese humano despistado como se suponía que se escribía la ficción vampírica.

𝑺𝒖 𝑻𝒐𝒒𝒖𝒆 [𝑪𝒂𝒄𝒉𝒆́]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora