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Un grito penetrante sobresalto a Calle. El sabor de la sangre aún permanecía en su boca, y todavía podía sentir a la mujer en sus brazos mientras la drenaba. Su corazón golpeaba contra su caja torácica.

Pero ella no estaba afuera, cazando con Manuela, y su estómago estaba tan vacío como un silo de granos después de una sequía. ¿Había sido todo un sueño inducido por el hambre o una alucinación?

Su memoria era borrosa, y apenas podía decir que era real y que no. ¿Realmente había ido al departamento de Poché?

Fragmentos de recuerdos pasaron por mente: Poché con un lindo delantal, Poché tocándola, encendiendo una chispa de electricidad entre ellas, Poché la siguió porque no quería que sufriera sola. La imagen más vivida fue la de una gota carmesí salpicando el piso de la cocina.

Sangre. El aroma aun flotaba en el aire. Oh no. Que hice.

Su mirada se lanzó alrededor.

Estaba en una sala de estar que, después de varios segundos, reconoció como la de Poché. Alguien estaba sentado en el sofá a su lado. Poché tenía los ojos cerrados y la cabeza inclinada contra el respaldo de una manera que dejaba al descubierto si cuello.

Oh no. ¡No, no, no, no! ¡Por favor dime que no la drene! Ella trato de calmar su pulso acelerado para poder escuchar si el corazón de Poché todavía latía, pero fue en vano. Los latidos de su corazón se aceleraron aún más.

Finalmente, el pecho de Poché se alzó en calma.

Calle cayo de espaldas contra el sofá cuando el alivio debilito sus músculos. Su hombro rozo el de Poché, enviando un cosquilleo por su brazo y en la punta de sus dedos. Tal vez era solo su imaginación, pero el contacto ligero parecía ahuyentar la bruma del sueño, el hambre y al agotamiento. Por un momento, el velo rojo se levantó y el dolor se detuvo.

Luego su mirada cayó sobre el cuello desnudo de Poché, la piel suave expuesta a sus ojos y sus colmillos. Su hambre regreso con venganza, furiosa por su vientre hasta que se inclinó y se agarró de dolor. Incluso desde su posición doblada, no pudo evitar mirar hacia arriba, deseando esa piel y los vasos sanguíneas que yacían debajo.

Solo un bocado, un poco. No le hará daño.

Las endorfinas que inyectaban sus colmillos en la herida se encargarían de ella, y otras sustancias, así como el uso de control mental, borrarían su memoria.

Calle se obligó a ponerse de pie y lentamente bajo la cabeza hasta que sus labios estuvieron a solo una pulgada de la carótida de Poché. Su sangre olía mejor que cualquier cosa que Calle hubiera encontrado en sus sesenta y siete años.

Sus ojos se cerraron cuando abrió la boca y…

En el último segundo, un zumbido de energía detuvo su movimiento hacia adelante y la llevo a sus sentidos.

No. no lo hagas. No a ella. A pesar de que sus músculos gritaban de dolor, salto y salió corriendo de la sala de estar, atravesó el pasillo y bajo las escaleras, tan rápido como sus piernas débiles lo permitieron. Bajo a trompicones los últimos escalones y, a punto de abrir la puerta de golpe, chocó contra una humana, una joven morocha que acababa de entrar en el edificio y que llevaba dos bolsas de supermercado.

Las naranjas salieron volando cuando ambas cayeron. Calle aterrizo encima de la mujer, sus colmillos ya sobresalían a pocos centímetros del cuello del humano.

Ella gimió mientras respiraba el aroma de la mujer. Olía a la vida pulsando a través de sus vasos sanguíneos.

-Lo siento -dijo la mujer debajo de ella. -No vi…

𝑺𝒖 𝑻𝒐𝒒𝒖𝒆 [𝑪𝒂𝒄𝒉𝒆́]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora