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Calle espero hasta que todos los demás salieron de la sala de reuniones en el sótano de la iglesia, contenta de ver que Poché no parecía tener prisa por irse.

Habían intercambiado mensajes de texto varia veces esta semana y habían hablado por teléfono una vez, pero no habían estado juntas desde que cada una descubrió quien era realmente la otra.

Ahora que estaba frente a Poché, sola, Calle no sabia que decir. Venga. ¿Ya te acostaste con ella y ahora ni siquiera puedes hablarle? ¡Lleva tu trasero por allí!

Moviendo los pies, se acercó. -Hola.

-Hola -Poché metió las manos en los bolsillos traseros de sus jeans como si no supiera que hacer con ellas.

Es bueno saber que no soy la única que se siente así. -¿Quieres ir a comer una hamburguesa y unas papas fritas? -pregunto Calle. Las últimas semanas, habían ido al restaurante después de cada reunión. Se había convertido en algo seguro, ninguna de las dos tenía que preguntar. Pero ahora las cosas habían cambiado.

-Claro -dijo Poché, y Calle se sintió aliviada de que no pareciera dudar. -Pero, ¿necesitas comer? Quiero decir que no sea… -miro a su alrededor y susurro: -Sangre

Calle sonrió. Al menos Poché no parecía estar asqueada. -No tengo que hacerlo, pero puedo.

-Estas bien, entonces vámonos.

De lado a lado, cruzaron el estacionamiento.

Calle miro hacia abajo, preguntándose si estaría bien tomar la mano de Poché.
Antes de que ella pudiera decidir, Poché entrelazo sus dedos.

Pequeñas emociones de energía pulsaron a través de la palma de Calle y fluyeron por su brazo hasta que calentaron su pecho desde adentro hacia afuera.

Sonriendo, siguió a Poché hasta su auto.
Dejaron el Prius de Calle en el estacionamiento de la iglesia y se dirigieron juntas al restaurante. La rutina se sintió maravillosa porque indicaba que no todo había cambiado entre ellas.

Para cuando Poché había comido su última papa frita y Calle había terminado su batido, las cosas se sentían normales. Bueno, casi. Hablar tan abiertamente sobre su vida, su familia y su necesidad de sangre llevaría un tiempo acostumbrarse.

-¿Y realmente eres la única Girah que piensa así? -pregunto Poché.

-Debe haber otros, pero no los conozco personalmente -Calle no se había permitido detenerse en eso, pero ahora se dio cuenta de lo sola que eso la hacia sentir. Ella uso su pajita para dibujar patrones en el fondo de su vaso vacío.

Poché extendió la mano sobre la mesa y apretó su mano, comenzando a sentir el hormigueo familiar nuevamente. -Desde el principio tuve la sensación de que eras bastante especial -ella sonrió. -Simplemente no sabia que tan especial.

Calle se rio. -Bueno, parece que no soy la única especial -durante la cena, escucho con fascinación las descripciones de Poché del mundo etéreo y la comunidad de djinn, que llamo la Gran Energía.

Parecía un lugar maravilloso donde nadie se sentía solo. -Debes haberla amado muchísimo para renunciar a esa existencia por ella -los celos la agarraron, pero ella trato de no mostrarlo.

-En aquel entonces, eso pensaba. Pero resulto que no tenia idea de lo que realmente era el amor.

Calle se asomo por la espuma de leche en el fondo de su vaso. -¿Y ahora? -ella se maldijo tan pronto como lo había dicho.

Es muy pronto, idiota.

Poché se lamio la sal y el aceite de los dedos, tomándose su tiempo para responder.

𝑺𝒖 𝑻𝒐𝒒𝒖𝒆 [𝑪𝒂𝒄𝒉𝒆́]  Donde viven las historias. Descúbrelo ahora