AmaliaEra un día gris, una tarde de otoño, mi madre y mi hermano están delante de mi, la primera con cara de preocupación que intentaba disimular con todas sus fuerzas pero yo ya había notado que yo le daba lastima, y por otro lado mi hermano no paraba de mostrar esa sonrisa, que muchos podrían decir que era contagiosa y que alegraba los días con tan solo verla, pero a mi solo me daba ganas de pegarle un puñetazo, no hacia falta que sonriera tanto, no tenía porque hacer como que todo estaba bien, porque no lo estaba y los tres lo sabíamos, y que el hiciera eso hacia que yo quisiera gritarle que borre esa sonrisa, porque espero de verdad que sea por intentar contagiar un poco de alegría, lo cual no estaba funcionando, o porque de verdad estaba contento por esto, y eso me deprimió aún más, ni siquiera podía pensar eso sin que fuera muy doloroso, al fin y al cabo era mi hermano.
—Cariño, sopla las velas— mi madre me acercó más la tarta de supermercado que habían traído para mi, y yo sin ningún tipo de animo sople hasta que las velas se apagaron y un pequeño hilo de humo salía de ellas. Mi hermano, Luca, empezó a aplaudir suavemente y su sonrisa fue desapareciendo poco a poco, se levantó y salió por la puerta.
—Va a por tu regalo, esta en el maletero del coche, felices 17 Amy — ella me cogió las manos y una lágrima cayó por su mejilla, no podía ver a mi madre llorar, y más si era por mi culpa, ella se ha esforzado siempre por darnos lo mejor de lo mejor tanto a Luca como a mi, y yo simplemente la he hecho daño, es algo que no me perdonaré nunca.
Levanto despacio mi mano derecha y limpio la lagrima que se le había escapado.
—No llores, si vas a hacerlo, que no sea delante mío, no podría...— me corte a mi misma, todo había cambiado tanto, que ni con la que podía llegar a llamar mejor amiga, podía tener una conversación normal, ahora toda la conexión tan especial que teníamos, no existía, y es todo por mi culpa.
Nos miramos a los ojos unos minutos, ella me acariciaba el dorso de las manos delicadamente y yo la miraba con la cabeza ladeada, como si no entendiera lo que hacía, pero en realidad lo sabía muy bien, estaba intentando convencerse a si misma de que todo estará bien, de que todo volverá a la normalidad y seremos la familia que eran antes de este último verano.
La puerta cerrándose de un golpe nos cortó la mirada que compartíamos y mi hermano, que acababa de entrar, nos lanzó una mirada de disculpa.
—Lo siento, he cerrado muy fuerte sin querer, pero... mmh... toma tu regalo, esperamos que te guste— dos envoltorios, uno con un papel rojo con forma de caja, medianamente grande y otro, más blando por lo que supuse que sería una prenda, empecé por ese.
El papel acabó en el suelo sin ningún tipo de rotura, tengo la manía de abrir los regalos sin romper el papel, sino despegando el celo que lo cerraba para así poder conservar el envoltorio.
En mis manos quedó una sudadera, grande, cerrada con bolsillo y con capucha de color granate, muy básica, y se que puede sonar patético, pero era uno de los regalos que más me han gustado de todos los que he recibido en mi vida, ahora... simplemente era perfecto.Una mueca con intento de sonrisa se instaló en mi cara, había olvidado completamente lo que es sonreír, no lo hacía desde hace bastante tiempo.
Cogí el segundo paquete del suelo, en realidad era un paquete grande, podía medir fácilmente 70 cm de largo y 25 de ancho. Hize lo mismo que con el papel anterior y lo que había dentro me dejó desorientada por un momento, pero...¿porque me habían regalado eso y porque me gusta tanto?
—¿Por...Porqué esto?— levanté la mistada hacia ellos y Luca puso una mueca de confusión mientras que mi madre de decepción.
—Si no te gusta lo podemos devolver y que te lo cambien por algo...
—¡No! Esto me encanta muchas gracias por los regalos, no era necesaria tanta molestia — alivio fue lo que recorrió sus rostros, y no podía esperar a estrenar mis regalos.
—No es molestia y nos alegramos de que te guste... también hemos traído una cosa que... mmh... ¿mamá?— Luca buscó apoyo en ella.
—No te aleteares mucho cariño, pero mmh alguien nos ha dicho que te trajéramos esto para ti pero que no dijéramos de quién provenía.
Fruncí el ceño y mamá sacaba de su bolso un peluche.
—No se porqué alguien querría darte esto pero aquí está.
No me lo puedo creer, era un pulpo reversible, ¿acaso era una broma?, es decir, doy las gracias a todos aquellos que me han regalado cosas pero no se, con ese peluche me sentía un poco insultada, probablemente también es que a todo le saco el significado que yo quiero y todo lo modifico a mi gusto aparte de que me irrito con mucha más facilidad que antes.
—Decidle a quien os haya dado este peluche que gracias, pero no estoy en un centro psiquiátrico por autismo, estos peluches son para niños con autismo y bueno, no quiero que la gente piense que aparte de todos los trastornos que ya tengo también soy autista, lo que me faltaba, no me fastidies.
Esto era algo que odiaba de mi misma, era un defecto que siempre había tenido pero cada vez iba en aumento y no podía simplemente controlarlo, me enfadaba e irritaba por cualquier tontería, tenía ataques de ira muy a menudo.
Guarde el peluche de color rojo en la caja debajo de mi cama y la sudadera la dejé bien doblada encima de esta, saldría con ella a todos lados en cuanto saliera de este sitio, no podia esperar, y el último regalo lo saco de su caja, junto a sus instrucciones y también... una pequeña guia para poder iniciar en el mundo del ukelele, me encantaba porque aquí tenía mucho tiempo libre, por lo que podría aprender mucho y aprender a tocar algo, además de que hace meses que no toco ningún tipo de instrumento.
—Mmh no te preocupes, se lo haremos saber si es lo que quieres pero dudo que fuera con esa intención...
—Mamá, ¿cuando voy a poder volver a casa?— espere a la respuesta por unos largos segundos en lo que ella compartía una mirada con mi hermano, como si no se esperasen esa pregunta, como si les hubiera pillado por sorpresa. Por lo que pareció una eternidad, Luca se atrevió a hablar, yo centre toda mi atención en el.
—Antes de entrar, hablamos con el Dr. Medina, nos comentó que hablaría contigo, pero que en menos de dos semanas es probable que puedas volver, dependiendo de tu actitud, de tu control.
>> Pero es algo que dijo por encima, no es algo oficial, ya hablará él contigo cuando lo vea necesario, solamente ten paciencia, haz todo lo que te digan y debes hacer, se inteligente si lo que de verdad quieres es salir de aquí. Nosotros también estamos deseando que vuelvas a casa.
Aunque no lo demostrara estaba feliz, porque después de 4 meses y medio, muy largos, voy a poder volver a mi habitación, a ver todos mis discos de miles de películas que mi padre me dejó y todas las fotos de lugares, familia, artistas, momentos favoritos que quiero conservar, los cuales están pegados en mi pared y quiero volver a vivirlos solo mirando esas fotos.
Me despido de ambos y vuelvo a mi habitación, en la cual ya empiezan a entrar mis compañeras, las cuales debían seguir el horario impuesto obligatorio, yo he podido saltármelo esta vez garcías a la visita de mi familia.
Me tumbo boca abajo en mi cama y miro por debajo de esta para poder localizar mi caja y sacar el estúpido peluche, le cambié su forma dos veces, decidí dejarlo con cara de enfadado extrema, la otra opción era simplemente cara de enfadado, ese muñeco en sí, me describe muy bien.
También agarro la guía y el ukelele de madera oscura y rasgo suavemente las cuerdas y provoca un sonido muy agradable, definitivamente ese instrumento se iba a convertir en una de mis cosas favoritas.
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Échalo a suerte
Roman pour AdolescentsAmalia nunca ha conocido más allá del sufrimiento, el dolor y lo que se siente al perder a la gente que quiere, ya lo tenía más que integrado, estaba acostumbrada a sentir ese dolor y angustia a diario, para ella todo estaba perdido desde hacía much...