1- Miradas

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Creer que el amor es exacto es mentirte a ti mismo.

El amor no conoce patrones, pautas ni normas, solo surge, desordenando nuestros planes y cambiando lo que conocemos.

El amor puede signicarlo todo o convertirte en nada.

Los primeros contactos son desconocidos, inesperados y mágicos. Pareció como si mi mirada hubiera encontrado a la suya sin siquiera saber que estaba en su búsqueda. Llamas, puzzles, enigmas... eso vi en sus ojos, aquella misma luz que luego se convertiría en cobijo, hogar y protección.

Era mi primer día de clases después de las vacaciones de verano. Ese año iba a cursar primero de bachillerato, el comienzo de algo nuevo.

A mí antes no me gustaban los principios, significaban peligro, pero alguien me dijo que el peligro era una oportunidad para encontrar la seguridad.

Yo llevaba una de mis faldas a cuadros y mis cabelleras rojizas recogidas en una coleta. Viajaba por los pasillos del instituto sin rumbo intentando hallar un ancla que me atara al suelo.

Lisa era mi mejor amiga. Nuestras madres eran cercanas y por lo tanto nos conocíamos desde pequeñas.

Éramos diferentes: ella tan de fiestas, yo tan de tomar un café y charlar.

La encontré hurgando en su taquilla y me dirigí a ella.

—¿Sabes si es normal que tu hermano pequeño te manche de mermelada la camiseta blanca que habías elegido detenidamente la noche anterior? ¡Y es que por encima se echa a reír! Tuve que cambiarme a este color tan raro. Es que no es claro como el color del cielo, pero no llega a azul marino. ¿A quién se le ocurre? Si haces algo al menos hazlo bien. Es como la ensalada con chocolate que venden en el restaurante al que te empeñas que vayamos siempre, no cumple su función de hacerte sentir sana y tampoco la disfrutas como la comida basura.

Al acabar cogí aire y suspiré, sumida en mi preocupación.

Lisa giró la cabeza clavando sus ojos azules en los míos con cara de desconcierto.

—¿Estás bien? —preguntó.

—¡Claro que no! Estoy muy nerviosa. ¿Y si nos tocan profesores malos? ¿Y si me arrepiento de mi elección de optativas? ¿Qué haré si me mandan decir cosas sobre mí como hacen todos lo años? Mi vida no es interesante, mi mayor logro fue la vez que conseguí completar la maratón de ocho horas viendo pelis ñoñas que ponen los canales de televisión por la noche —solté hablando con suma rapidez.

—La verdad es que eso fue increíble.

—¡Estoy hablando en serio!

—Yo también, no sé cómo no te intoxicaste.

Le eché una mirada asesina y ella levantó los brazos en símbolo de paz.

—El caso es que presiento que algo va a salir mal, haré el ridículo como siempre —proseguí.

—Mejor dejémonos de predicciones y concentrémonos en ellos —indicó con una sonrisa mientras me agarraba por los hombros dirigiendo mi cuerpo hacia César y Mark, dos chicos populares con los que habíamos hablado por mensaje en el verano. Nos propusieron quedar para cuando las clases se retomaran, y después de que Lisa me insistiera, accedí. Los dos eran especialmente guapos, estaban en buena forma y sus sonrisas eran bonitas. Nos saludaron alzando la mano y yo imité el gesto algo avergonzada.

—Y bien, ¿a ti cuál te gusta más? —preguntó mi amiga sin pelos en la lengua.

—No sé, no los conoz...

—Perfecto, entonces yo me quedo con Mark. Creo que ya tenemos algo de química —afirmó a la vez que le guiñaba un ojo al susodicho.

Lisa tenía mucha experiencia con hombres, toda la que me faltaba a mí. Ella había experimentado muchas aventuras y como nunca llegaban a amor, no tenía que estar sufriendo lamentos de no ser correspondida y ese tipo de cosas. Vivía sin ataduras ni restricciones, surcando el cielo disfrutando de la libertad que le concedía la soltería.

La soltería a mí también me otorgaba libertad, pero digamos que yo la invertía en comer helado y ver series. Tampoco sentí nunca la necesidad de tener novio, aunque quizás con el paso de la adolescencia sí que nació en mí un interés por los chicos.

César me gustaba. Gustar de que me parecía mono y me caía bien, aunque tampoco habíamos hablado mucho. Me dije a mí misma que quería conocerlo, que le daría esa oportunidad.

El timbre retumbó en los pasillos y nos dirigimos a clase.

La que sería nuestra tutora entró en el aula rompiendo el silencio con los golpes de sus tacones apoyándose en el suelo.

Venía acompañada de un chico con sus ojos grises medio ocultos por rizos negros. Los rasgos de su cara eran suaves y tenía una pequeña cicatriz en el pómulo derecho. Su mirada se clavó en mí por unos segundos. Parecía como si me hubiera estado buscando entre los estudiantes, lo cual carecería de sentido porque yo no lo conocía.

—Es un alumno nuevo —comenzó la profesora—, se llama Aitor. Espero que le tratéis con amabilidad tal y como se hace en este centro. —Se dirigió a él y añadió— ¿Quieres decir algo sobre ti?

El adolescente negó con la cabeza y ella lo invitó a que tomara asiento.

Observé como caminaba hasta la última fila y se acomodaba en la silla que quedaba vacía. Me miró y esbozó una media sonrisa, lo que me hizo darme cuenta de que había mantenido mi vista pegada a él más tiempo de lo normal, así que la aparté de inmediato.

¿Quién era aquel chico?

Gracias a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora