9- Verdades

3 0 0
                                    

Seguí a Aitor mientras atravesábamos el pasillo a la vez que mi curiosidad me llevaba a examinar mi alrededor. Era un piso pequeño y acogedor. Estaba bastante vacío, sobre todo hablando de las paredes, que únicamente se encontraban decoradas por pintura de colores pálidos. Además reinaba el desorden: lo poco que había se encontraba disperso y sin una organización clara, como si el chico de los disfraces viviese en armonía con el caos.

—¿Qué opinas? —preguntó al ver como inspeccionaba su vivienda—. ¿Crees que llegaría lejos como diseñador de interiores?

Nos habíamos acostumbrado a hablar entre nosotros en tono jocoso, de forma que nuestras conversaciones eran dinámicas y amenas. Empezaba a encantarme hablar con él, hasta en la plática más trivial.

—Mmm... —fingí pensármelo—. Pienso que es mejor que optes por el tema del dibujo.

—Qué bonita forma de llamar fea a mi casa —hizo uso de su habitual sarcasmo.

—No digo que esté mal —me justifiqué—, solo que noto que hay muy pocas cosas. Tendrías que hacerla más tuya.

—Ya lo apuntaré después en la lista de sugerencias de Salma Hera junto con la propuesta de que me tiña el pelo de azul.

Eso era una idea que le había escrito cuando en clase un reflejo dado por la luz de la pantalla digital le otorgó un tono cian a su cabello, lo que me hizo plantearme que el color le favorecía.

—Resaltaría tus ojos —me justifiqué.

Del salón me fijé en especial en que encima de un mueble había apoyado un tocadiscos antiguo, así que posé las hojas en la mesa y me levanté para observarlo de cerca. Era inusual ver a un adolescente con uno, puesto que ya contábamos con la disposición de un móvil en nuestras manos.

—No es muy práctico, pero me parece bonito escuchar musica en él —señaló Aitor, que estaba sacando sus cuadernos de una estantería, como si me estuviese leyendo la mente.

—Yo también tengo uno, me encantan. ¿Puedo poner algo?

—Sí, claro. Mira en los cajones.

Abrí el primero y me encontré con un gran número de vinilos de música country.

—No sabía que te gustara este géneros —comenté mientras ojeaba los discos pasándolos con la mano.

—En realidad esos no son míos —aclaró—. El dueño del piso se los olvidó, algún día vendrá a recogerlos.

—¿Pero cuánto tiempo llevas viviendo aquí?

—Casi dos años.

Resoplé.

—Entonces no creo que tu casero tenga mucho interés en ellos. Deberías quedarte alguno.

—¿Me estás incitando a delinquir? Qué mala influencia —expresó con sorna.

—Deberían llevarme presa —ironicé mientras ponía uno de los vinilos y volvía al sofá junto a Aitor. Empezó a sonar Who Are You When I'm Not Looking—. Bien, pues a ver tus dibujos.

Se lo pensó un momento, probablemente dudando en si aceptaba mi propuesta de que él fuera primero, pero finalmente me hizo caso.

Cogió uno de sus blocs y lo situó en su regazo.

—Es el más reciente de todos —indicó.

—¿Puedo? —Apoyé mis manos en el cuaderno y cuando él me la cedió la llevé junto a mí y comencé a pasar las páginas en silencio.

Las ilustraciones estaban hechas a lápiz, por lo que únicamente eran en blanco y negro. Además, indicaban que Aitor reparaba en cosas que normalmente eran ignoradas y consideradas insignificantes, pues en ellos se reconocían objetos simples como libros, sillas y bolígrafos o escenas cotidianas como una paloma comiendo migas del suelo o hojas cayendo de los árboles.

Has llegado al final de las partes publicadas.

⏰ Última actualización: Feb 19, 2022 ⏰

¡Añade esta historia a tu biblioteca para recibir notificaciones sobre nuevas partes!

Gracias a tiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora