Chūya había recibido una llamada, aquello lo sacó de su nido. Pero cuando regresó a Dazai le pareció mucho más demacrado.
Tenía unas grandes ojeras debajo de sus ojos. Estaba muy delgado. La elegancia que había aprendido a mantener en todo momento por parte de Kōyō-san se había perdido, se encontraba muy desalineado, con la camisa mal abotonada, su cabello despeinado, los zapatos sin lustrar y sus ropas con un apestoso olor a cigarrillo.
El castaño se le arrimó y su corazón dio un vuelco cuando lo vió lleno de sangre. No supo expresar su alivio al percatarse que no era de él.
El más bajo se despojó de sus ropas a medida que ingresaba en la casa. Quedando solo en pantalones de vestir y camisa. Ambos manchados con sangre, no sé detuvo a limpiarse la que manchaba su rostro antes de encender un cigarrillo y quedarse allí observando a la nada.
Dazai se acercó a él, y se sentó a su lado con cuidado.
- deberías ir a tomar un baño.
Chūya no respondió.
Le dió una colada a su cigarrillo.
- ¿puedo preguntar por el trabajo? - cuestionó - parece que fue algo violento - comentó - hacia tiempo que no te veía con tanta sangre.
Chūya no respondió.
Expulsó el humo de sus pulmones.
- estás muy callado desde hace tiempo - sonrió intentando aligerar el ambiente - ¿acaso te comió la le gua el ratón?
Chūya no respondió.
Volvió a inspirar el cigarrillo.
Dazai cerró los ojos, se estaba cansando de no obtener respuesta, de no poder ayudarlo. Apoyó su cabeza en el hombro del pelirrojo.
- ¿acaso no soy de confianza?
Chūya no respondió.
Volvió a exalar humo.