Momento 10

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Esa noche Chūya logró dormir en su habitación luego de mucho tiempo, pero esta vez Dazai no pudo acompañarlo, lo observaba mientras acariciaba su rostro y cabello, desconcertado por aquella sensación.

Cuando el pelirrojo se despertó, tomó una se las camisas del más alto, se la colocó y se vistió como de costumbre. A pesar del cambio de su mirada, que ya parecía registrar los objetos a su alrededor no desayunó, pasó al lado de la fotografía de ambos, que había vuelto a poner boca abajo, y la levantó, para acariciarla con los dedos y colocarla correctamente.

- ¿que tal si damos un paseo? - murmuró.

- me parece bien.

Aunque tenía un mal presentimiento.

Salieron de la casa. Y caminaron por las calles de una ciudad llena de vida. Dazai deseó tomar la mano del pelirrojo, pero se contuvo.

Paso por el parque, se quedó observando a los niños jugar.

Fue hacia la Port Mafia, donde el castaño no le siguió  y salió de allí para continuar con la caminata.

  Luego caminó por el puente, donde observó el agua que corría por debajo, y luego de fruncir el ceño alejarse de allí.

Compró un par de caramelos, estaban en una bolsa de regalo.

Caminaron sin rumbo por un rato, o eso pensó, la tarde había llegado y Chūya se encontraba ingresando a un cementerio. Lo siguió con el ceño fruncido; ¿Se había sentido tan decaído por Rindolf?, quien hacia años se encontraba muerto...

Pasaron por distintas lápidas, hasta que llegaron a una que hizo al hombre con vendas quedarse congelado.

La piedra oraba:

                     "Aquí descansa.
                                          Dazai Osamu."

  Comprendió porque el pelirrojo no respondía a sus palabras, o no había visto  que él portaba el colgante que buscaba. Probablemente había pensado que una mucama había sido quien ordenó la casa y por eso dejaba dinero. Y que él se encontrase muerto explicaba que el contrario no sintiera sus caricias y que últimamente el tocarlo sea extraño.

- hola - le habló el pelirrojo a la lápida - te traje tus caramelos favoritos.

- Chūya - lo llamó en un susurró.

Por primera vez pareció que sus palabras le llegaron porque sonrió de manera triste y melancólica.

- es duro ¿sabes? - comentó mientras se sentaba frente al bloque de piedra - venir aquí - Dazai apoyo su espalda contra la de él, amaba escuchar su voz de vuelta, por más quebrado que estuviera - vivir una vida en la que no estás.

El castaño sonrió.

- no hagas nada ridículo.

- lo intentaré - respondió - pero no prometo nada. Aunque un suicida no tendría derecho a decirme nada, deseó ir allí, contigo.

- por Dios Chūya - Dazai parpadeo para contener las lágrimas.

- quiero que sepas que lo siento - Chūya lloraba libremente - no pude llegar para ayudarte a tiempo, lo siento.

- no... no te disculpes - respondió - yo debí de haber sido más fuerte.

Ambos se quedaron en silencio, para recuperar el valor.

- te amo - dijeron al unísono.

Y fueron palabras que ambos sintieron.

No Respondes A Mí VozDonde viven las historias. Descúbrelo ahora