Esa vez Chūya tardó un par de días en volver a la casa. Y cuando lo hizo ya era muy tarde.
El castaño fue a recibirlo con una sonrisa. Pero en cuanto Chūya ingresó por completo abrió los ojos con horror.
Se acercó al mueble que tenía el marco con la foto, el cual mostraba la imágen. El pelirrojo parecía desesperado, busco en los dos cajones centrales de ese mismo mueble e ignorando las preguntas de Dazai comenzó a buscar por toda la casa.
Desordenando lo que el castaño había acomodado en su ausencia.
- ¡No!, ¡no!, ¡no! - repetía.
Lanzaba los almohadones hacia atrás, los libros y papeles al suelo, el cenicero se estrello contra la pared.
Ingreso a la habitación, lugar donde hacía tiempo no entraba. Y desarmó la cama, tiró los interiores de la mesa de luz. Abrió el armario y tiró las prendas por el suelo.
- no, por favor - rogó - cualquier cosa menos eso.
Dejó que sus piernas flaquearan, llevándolo al suelo, donde lloró libremente.
Dazai se acercó y se arrodilló a su lado.
- está bien, lo encontraremos.
Pero siquiera sabía que es lo que Chūya había perdido. Que es lo que lo desesperaba tanto al punto de hacer llorar a aquel hombre de acero.
- Chūya - gimió - no te pongas así.
Le dolía tanto aquella situación.
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No Respondes A Mí Voz
Hayran KurguDazai no supo que hacer, cuando ya no podía hacer nada.