Capítulo 11. Remordimientos y Vergüenza

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Después del incidente de la ropa mojada de la señorita Lee, las cosas han estado fatal, no puedo verla sin recordar la eventualidad de su blusa mojada abrazándose a su cuerpo, como un acto tan inocente de mi hija al mojar a su niñera mientras le daba un baño ha causado tal revuelo en mí al punto de no dejarme dormir en paz

— ¿Hijo? —La voz de mi padre interrumpe mis pensamientos

— Papá, lo siento no te escuche entrar —Respondo tratando se centrarme

— Ya veo ¿Qué o más bien, quien te trae tan distraído? —Cuestionó mi padre —solté una carcajada burlesca y a la vez nerviosa, el no es alguien a quien se le engañe fácil

— Nada de eso papá, estaba pensando en cosas del trabajo —Respondí moviendo mi mano restándole importancia

— Eso no es cierto, pero si crees que puedes engañarme te dejare pensarlo, sé que pensabas en una mujer, tu cara te delata, deberías casarte para servirle de ejemplo a tu descarriado hermano menor que no para de saltar de cama en cama

— Ya estuve casado papá, como estoy ahora, estoy bien

— Si tú lo dices, solo recuerda que eres el hermano mayor y debes de ser un ejemplo para Mike

— Mike ya está bastante grandecito para saber lo que hace, es un adulto

— Si sigue así, va a echar a perder su carrera y su vida

— ¿Y crees que no lo sé? Soy su jodido productor papá, y nos está costando un dineral con todas sus tonterías, ya he hablado con el de todas las maneras posible —Somos interrumpidos cuando tocan la puerta — Adelante — Respondo

— ¡Oh Peter! pensé que estabas solo ¿Cómo esta señor Ryan?

— Pasa Ben —Digo haciéndole seña a mi mejor amigo y socio para que entre y me salve de mi padre y su charla, la cual va por un rumbo que no quiero seguir

— Hola Benjamín, estoy muy bien, gracias ¿Y tú como has estado hijo? —saluda mi padre

— Me alegro, yo estoy muy bien señor, gracias

— Bueno les dejo para que hablen, salúdame a tu madre Benjamín

— De su parte señor —Nos quedamos solos y nos pusimos a escuchar unos demos que nos habían llegado en esos días

— Peter ¿Qué te ocurre? —Cuestiona un preocupado Ben

— Nada ¿Por qué la pregunta? —Levanta una ceja muy serio

— Es como si no estuvieras aquí, llevamos más de media hora escuchando canciones increíbles y no has dicho una sola oración completa, no es normal en ti que estés distraído, en otra galaxia más bien podría decirse

— Son ideas tuyas Ben —Me defiendo

— Ya veo esto es peor de lo que imaginaba, estas en negación, oye Peter, te conozco desde hace ¿Qué? A si ya se, de toda la vida, además de socios hemos sido amigo desde el vientre de nuestras madres no me puedes engañar, anda suéltalo ya ¿Qué es lo que te atormenta? —Insiste el muy necio

— Mierda si me conoces demasiado ¿A quién carajos quiero engañar? estoy jodido Ben —Exclamo resignado —Me mira esperando a que continúe — Me gusta la niñera de mis hijos, que digo me gusta, desde el día que la conocí sabía que había algo en ella que me atraía, pero ahora tengo que verla todos los días, esta tan jodidamente buena, es sexy, parece tan inocente aunque sé que no lo es, apenas lleva dos semanas en mi casa y mis hijos ya la aman, sé que no debo seguir con estos pensamientos

— Ya veo, eres un hombre adulto amigo solo tienes que controlarlo, no veo el problema

— No puedo y tampoco quiero Benjamín, lo único en lo que pienso es en hacerla mía

— Quizás te estás enamorando —Sugiere riendo el muy cabrón

— Deja de reírte ya o te borrare esa ridícula sonrisa que te traes a golpes, se lo que hare para ponerle fin a este suplicio, en cuanto este mes de prueba termine la despediré, eso es lo mejor para todos

— La despedirás para poder acostarte con ella después —Me acusa riendo con más ganas

— No, la despediré para no tener que volver a verla nunca más, sino la veo no habrá tentación

— Si claro como digas, acabas de decir que tus hijos la aman

— Tienes razón, no puedo esperar a que transcurra todo un mes o mis hijos se encariñaran cada vez más, la despediré hoy mismo, ahora —Me levanto para ir a casa

— Un momento —Le paso directo sin hacerle caso — Peter, yo no he dicho eso, no puedes quitarle el trabajo a una madre soltera solo porque actúas como un crio y no puedes controlar tus malditas hormonas.

Completamente concentrado en mi misión auto impuesta no hice caso alguno a las palabras de Ben, me dirigí a casa con un solo objetivo en mente, al bajar del auto le envié un mensaje de texto a la señorita Lee para que me viera en mi estudio, le daría una buena compensación y terminaría con esta maldita tortura de inmediato o me volvería completamente loco.

Al entrar a casa lo primero que me encontré frente a mi fueron un par de ojos azules igual de hermosos que los de su madre —Me regalo una gran sonrisa

— ¡Señor Ryan! —Se acercó emocionado se abrazo a mis piernas — Gracias por darle trabajo a mi mamá, estamos muy felices aquí, me encanta su casa, me gusta mucho jugar con mis nuevos amigo, mamá dijo que si todo sale bien con el trabajo esta navidad santa me traerá el regalo que le pedí el año pasado, como esta casa es más grande que la nuestra y tiene chimenea seguro aquí si viene ¿Verdad? —Suelta emocionado hablando sin parar

— Seguro que si pequeño —Respondí sin poder mirarlo por la culpa, quise darme a la huida para esconderme en mi estudio sintiendo una punzada de remordimiento y vergüenza de mí mismo por lo que pensaba hacer. Ella necesitaba el dinero para mantener a su hijo y yo estaba siendo el más egoísta de todos, mujeres hay muchas podía buscarme otra y sacarme las ganas, después de todo dispuestas había un número considerable revoloteando a mi alrededor, no debía hacerle esto, pero esto es más fuerte que yo, mi huida fue interrumpida cuando ella entro en el salón, la hermosa sonrisa a la que me estaba acostumbrando a ver todos los días no estaba presente en su rostro, más bien en su semblante había preocupación y hacia bien en estarlo porque está a punto de descubrir que soy un bastardo, egoísta y desgraciado al que desde que la conoció solo le importan sus propios intereses.

Mi jefe mi amorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora