Capitulo 3.

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Bueno, nada salió como lo habían planeado.

Al parecer, Samuel y Gregorio tuvieron que volver de su "retiro espiritual" (que sólo fueron unas vacaciones llenas de excesos y cosas raras) para hacerse cargo de todo el alboroto, pero algo pasó.

Ese algo, fue Alejandro.

Luego de ver lo que había dicho Aron, Alejandro fue hasta el canal de noticias, con Camille detrás, para que no hiciera ninguna locura.

Poco importo, porque Alejandro disparo 3 veces contra el susodicho, ningún tiro contó con éxito, pero si lo arrestaron.

Y acá estamos, en la estación de policía, viendo si levantan cargos.

—¿Por qué no hicieron nada por detenerlo? —preguntó Samuel.

—El ya no es un niño, Samuel. Aunque queramos, él sabe qué clase de peso tienen sus actos y no va a parar a menos de que así lo quiera —respondí.

Y era cierto, si algo tenía Alejandro era saber manejar sus consecuencias, hoy igual, solo había actuado por impulso.

—Solo puede pasar una persona a hablar con él, luego de que salga Gregorio —habló Camille, mientras se alejaba de la recepción para acercarse.

—¿James y Dominic vienen hoy? —preguntó Samuel, viendo un punto fijo en el suelo. Como pensativo.

—Si, hoy vuelven. Igual que Alex —dijo Camille, mientras miraba unos papeles.

Vimos a Gregorio, llegando de las celdas que tenían en la estación. Tenía cara de pocos amigos.

—Verónica, quiere hablar contigo.

Sin pensarlo, fui.

—¡Uy, mamasita!

—¡Quién fuera lengua para lamer ese bombón!

Gritaban los hombres que estaban ahí, cerdos asquerosos.

—¡Es la mujer de Alejandro Taylor! ¡Callense! —grito otro hombre. Fue santo remedio.

Y de nuevo, me respetaban por el hombre que estaba a mi lado y no por ser una persona. Hijueputas.

A lo lejos, vi la celda donde tenían a Alejandro, estaba solo, sentando en un pedazo de cemento. Tenía el ceño fruncido y jugaba con el reloj de su muñeca, nervioso.

—¿Amor mío, corazón de otra? —dije, acercándome con una sonrisa.

—Mi corazón también es tuyo, Verónica —comentó, devolviendo la sonrisa.

—Pero ya no me dijiste preciosa...

—Pero eres mi preciosa.

—No me duele —hice puchero.

—Amor...

—Me quema, me lastima —finalice. Él soltó una carcajada.

Que enamorada estaba de su sonrisa.

—Showsera —negó con la cabeza.

—Tu Showsera, ¿ok? —sonreí de nuevo. El asintió con la cabeza —¿cómo estás?

—Creo que ya no voy a salir de esta... El proceso en mi contra tiene peso y Gregorio tampoco da esperanzas de ganar la demanda por intento de homicidio —estaba desilusionado. Y como no, si seguía entre la espada y la pared.

Bueno, de alguna manera se había salvado antes, ¿por qué esta seria la excepción?

—Estas actuando por impulso, Alejandro, de nuevo. ¿Qué está pasando?

El Amor Eterno de un Narco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora