Capitulo 9.

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Volver a la cabaña fue una de las cosas más difíciles.

Las luces estaban apagadas, al parecer no había nadie.

Mi corazón latió con fuerza, cuando vi a Alejandro luchando contra otro hombre. Entre sigilosamente, para no alertarlos. Alejandro lo tumbo en el piso y se le abalanzo, lo golpeaba con tanta fuerza, era capaz de matarlo en ese momento. Saque mi arma y en el momento en el que el hombre tumbo a Alejandro, pude dispararle y quitarle una navaja que llevaba en el bolsillo trasero.

El hombre gimió de dolor y Alejandro prendió las luces. Tenía un moretón en el ojo y la camisa manchada de sangre, que no era de él; el hombre tenía nariz y labios reventados, aparte, el disparo había hecho que todo se salpicará de sangre.

-Cometiste el peor error de tu vida, Alejandro -hablo el hombre, tendido en el piso -vendrán por Verónica y tu estarás muy lejos para salvarla.

-¡Qué te calles la puta boca! -grito Alejandro, mientras me arrebata el arma de las manos.

-¡Cállame a tiros si quieres! Pero tu karma llego, hijo de puta -finalizo el hombre y Alejandro disparo.

Mi pecho subía y bajaba de una manera abrupta.

-Descubrieron donde estábamos, Samuel -aviso Alejandro, por un celular que tenía el tamaño de un ladrillo -hay un hombre muerto en la sala, ¿qué hacemos?

-Empacaré otra vez -murmure, intentando evitar la situación.

-No hay tiempo, debemos irnos para la mansión de Camille -aclaro, luego de colgar -sube a la camioneta, ahora.

Él tomo el arma, balas de repuesto y dos abrigos que habían colgados en la entrada. Cambio los números de las placas y como última maniobra, tiro un fosforo encendido, causando un incendio en menos de nada.

Era rural, por lo que un incendio de esa magnitud podría dañar parte del ecosistema, sin embargo, los bomberos no tardaron en pasar por nuestro lado.

-¿Volver a la ciudad no es más peligroso? -me atreví a cuestionar.

-Ser prófugos de la justicia nos pone precisamente en estas situaciones, tenemos que estar huyendo constantemente -respondió sarcástico.

Que humor tan horrible.

Ninguno hablo durante el trayecto. Antes de entrar a la ciudad, tuvimos que cubrir nuestro rostro con un tapabocas y colocarnos una gorra, la calle estaba llena de policías y nuestros rostros aparecían en las pantallas de los edificios.

Al llegar, aparcamos enfrente de la mansión y otro hombre se llevó la camioneta, Camille y Dominic estaban esperándonos.

Camille me abrazo con tal entusiasmo, fue algo reparador.

-Te he extrañado tanto, amiga -susurro e hizo su agarre más fuerte.

-Han sido días muy duros -murmure.

Entramos y vi a Angélica en la sala, quien se levantó y de igual forma, me abrazo.

-Debería golpearte muchas veces por seguirle el juego a esos dos, Verónica -hablo la rubia.

-Son bien imbéciles, más que todo este -exclamo la pelirroja, mientras golpeaba en la cabeza a Alejandro.

El celular comenzó a sonar. Maldita sea.

-¿No habías perdido el celular? -interrogo Alejandro, con desconfianza.

-Compre uno nuevo hoy -respondí, sin titubeos.

-¿Quién te llama? -volvió a interrogar.

-No sé, es un número desconocido. Tal vez marcaron mal el numero -sonreí, inocente.

El Amor Eterno de un Narco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora