Capitulo 5.

268 22 5
                                    

3 am. No podía dormir.

El asesinato de Catalina había sido mi culpa y no encontraba como remediarlo.

Luego de la llamada, acudimos al hospital con Alejandro, con la esperanza de que se salvará, ella no lo logro. Sin más que decir, salí del hospital, sola. Escuchando los gritos de Alejandro detrás. ¿Para qué molestarme en parar? También era su culpa.

Conduje horas y horas, no sabía a donde llegar, ni que hacer. La mansión de Samuel no era mi hogar y nunca lo sentí así.

Termine en un hotel, a las afueras de la ciudad.

Decidí responder una de las llamadas de Gregorio.

-Estamos preocupados, Verónica. ¿Qué te pasa? –hablo, al otro lado de la línea. Bastante enojado.

-Estoy muy bien, querido Gregorio, gracias por preguntar –evadí el comentario.

-¿Dónde estás? Iremos con Alejandro por ti –sonó un poco más calmado –mantenla en la llamada, ya casi tengo su ubicación.

Escuche de fondo.

-Buen intento, adiós –colgué.

La camioneta también tenía rastreador, ese lo lance a un pequeño rio.

A veces encontraba paz en la soledad, necesitaba pensar, dejar la crisis a un lado, ¿qué haría? ¿Catalina había muerto en vano? ¿Era necesario saber todo, todo el tiempo? ¿Por qué todo tenía que ser tan difícil?

Tal vez me faltaba empatía, con Alejandro. Porque, a fin de cuentas, los problemas recaían únicamente en él. Yo tenía la opción de irme, de dejarlo a un lado y, de seguro, él seguiría en las mismas pero yo dejaría de preocuparme, más por eso, que no estaba en mis manos arreglar.

Y a veces ni siquiera curiosidad sentía, era preocupación. Alejandro había sufrido con la muerte de Daniel, tanto, que ni siquiera lloro al principio. Su duelo era interno, con su cabeza y su corazón, su mirada en un punto dejo de brillar, sentía la necesidad de vivir ocupado para llenar ese vacío e intentar no pensar por mucho tiempo.

Cuando por fin lo acepto, lloro a mares y lloro conmigo, a pesar de que para él, mostrarse frágil era un pecado.

Se restó valor, dejo de respetarse, a veces no comía y poco o nada dormía.

Pero quiso que lo ayudará, que estuviera ahí, abrazándolo por horas en el suelo. Siendo su apoyo.

Esta vez era diferente y aunque no lo había querido ver, lo que estaba detrás de esto era incluso más grande que lo que en mucho tiempo, Julieth había podido armar.

¿Cómo haces para ayudar a alguien que no quiere? ¿Qué haces cuando ves a la persona que amas desmoronarse frente a ti? ¿Le das su espacio? ¿Lo respetas? ¿Lo fuerzas?

Porque a mí lo último no me había funcionado.

Malditas incógnitas.

--

Había dormido 4 horas y me sentía de maravilla.

Llegue a una pequeña cafetería en uno de los barrios peligrosos de la ciudad. Estaba segura de que por acá, no había ningún reportero; necesitaba una salida sin la necesidad de preocuparme por salir en primera plana con un bigote de leche.

Había un pequeño televisor, de esos antiguos, al lado de la caja registradora. La chica del noticiero apareció, interrumpiendo el programa que estaban dando.

"Ultima hora. Nos acaban de informar que él narcotraficante Alexander Johnson fue asesinado en medio de un combate con los militares".

Una llamada.

El Amor Eterno de un Narco.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora