Unexma© Alma Sin alma /Cap. 36

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Capítulo 36

Nos aprontamos a salir de la iglesia, no sin antes persignarnos; bueno, yo no sé mucho de estas cosas, así que copié lo que el abuelo de mi amiga hacía —:

—Vamos a la farmacia más cercana que no quiero demorarme mucho para volver a la casa, ya que quiero abrazar a mi nieta Antonella —comentó con nostalgia.

—Okey, yo, como su guía turística, lo llevaré no solo a la más cercana, sino también a la más económica; mi señor —le informé haciendo un ademán de dama antigua; cosa que a los dos nos causó mucha risa.

Íbamos bajando las largas escaleras del frontis de la iglesia, y al final nos encontramos con una señora anciana y de aspecto muy pobre. Claramente se trataba de una persona que pedía limosna en la calle—:

—Por el amor de Dios, una limosnita para esta pobre vieja que ha sido muy golpeada por la vida. Estoy sola, sin casa, sin familia, y tengo mucha hambre señor —se dirigió al abuelito de Antonella.

Yo le iba a cooperar con algunas monedas, pero entonces escuché al abuelito de Antonella:

—Señora, usted se ve más joven que yo. No sé qué le habrá pasado, pero le ofrezco trabajo en mi casa, por último como cocinera. Tendría un buen sueldo, comida, un techo y una cama limpia. ¿Qué dice?

—¡Ay, caballero! Muchas gracias por su generosa oferta, pero yo soy muy desconfiada y la verdad es que no me atrevería a ir a la casa de nadie que no conozca. Además no soy muy buena cocinera tampoco.

—Ah, pero no es problema, puede ayudar en la casa en alguna labor. No necesariamente debe enfocarse en una tarea en específico.

—Eeh, claro, pero no, gracias de todas formas. No me atrevo, no me siento capaz. Gracias.

—Bueno, si cambia de opinión, aquí le anoto mis datos; mi nombre es Junior Palomino Medina, y mi teléfono está en el papel.

—Ya, gracias caballero, pero no quisiera ayudarme con una cooperación, por favor.

—¡Ah, cierto! Tome, no es mucho, pero espero que le ayude en algo.

—Sí, gracias. Toda ayuda es bien recibida. —Y usted, señorita, me puede ayudar con una colaboración voluntaria, por favor.

—Yo ya tenía mis moneditas en la mano, así que se las pasé de inmediato.

—¡Gracias señorita!

—De nada. Que tenga un buen día.

—Usted también.

—Bueno, ya sabe, cualquier cosa, me llama.

—Claro. Aunque no creo que sea necesario.

—Bueno, al menos, piénselo.

—Sí, claro —respondió secamente, mientras daba la espalda para pedir limosna a una señora que estaba llegando a la iglesia.

—Vamos, Brenda, no te quedes atrás, hija.

—Ya voy, espéreme —apuré el paso para llegar a la esquina, y alcanzar a don Junior (al que recién venía sabiendo su nombre).

Una vez que lo alcancé, comenzamos a cruzar la calle mientras me preguntaba si sabía el verdadero motivo por el que la señora había rechazado su ofrecimiento de trabajo. Yo, que pensaba que la razón era la que ella, dio, me llevé una sorpresa cuando me dijo que era porque ella estaba acostumbrada a pedir, y eso le acomodaba mucho más que trabajar. Me dijo que apostaba su cabeza a que esa señora tenía mucho más dinero que lo que cualquiera creería.

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