*Capítulo 2*

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El viaje había sido silencioso. No me llevaba mal con Valeria, pero no éramos amigas, era algo callada, y yo no tenía ánimos para hablar. Quizás ella tendría más posibilidades de hacer amistades en el Peregrinno, incluso podría tener pareja. Era guapa, delgada, rubia, sencilla, con facciones finas, y tenía entendido que era muy buena alumna.

Tenía planeado volver a casa en menos de una semana, este lugar no era para mí, y jamás lo sería. Muy clásico entre los millonarios de Europa, mandar a sus hijos a una escuela privada, y con clase, pero sobre todo, lejos de sus hogares. Patético. Pero entre los mafiosos era algo casi obligatorio, era un cliché. Los hijos, en especial las hijas, éramos una carga, un punto débil en sus imperios, era normal deshacerse de nosotras al cumplir cierta edad.

Aunque en un año y tres meses, cumpliría los dieciocho, no tenía planeado esperar tanto tiempo para salir de este encierro.

— Señoritas, hemos llegado —el chófer nos miró por el espejo retrovisor —Enseguida saco sus maletas.

Nos abrió la puerta, abriendo así un nuevo capítulo de mi vida, a una nueva yo, a la que haría de todo por sobrevivir a esta prueba puesta por mi familia.

El lugar era imponente, muy grande, antiguo, con estatuas de gárgolas y ángeles, tenía muchas torres aparentemente, era casi obvio que antes fuese un castillo. Estaba casi en la nada, salvo por un frondoso bosque que yacía detrás de este. Desprendía una atmósfera de soledad y misterio.

Las nubes grises y el aire frío advertían una fuerte lluvia. Miré al cielo, y una gota de agua calló sobre mi rostro. Buena bienvenida.

Caminamos rápido hacia el interior del que, a partir de ahora, comenzaba a ser mi hogar.

Una señora que intentaba esconder su edad bajo consideradas capas de maquillaje nos dio la bienvenida.

– Buenas tardes, deben ser las nuevas. ¿Lilith D'angelo y Valeria Caruso? —preguntó con un ligero tono de pena en su voz.

Ambas afirmamos con un discreto movimiento de cabeza.

– Acompáñenme –la seguimos en silencio, con la cabeza agacha, al menos yo– Si me aceptan un consejo, les digo que  estén a la viva, esto es como una selva, se cumple totalmente la cadena alimenticia.

Como todos los colegios— pensé.

Caminamos por más pasillos en la planta baja hasta que nos abrió una enorme puerta que daba a un estudio, donde nos esperaba la que supuse sería la directora.

– Pueden entrar, las dejo en buenas manos –dijo la señora que nunca se presentó y se marchó girando sobre sus rollizos tobillos.

Ambas pasamos y nos sentamos en los grades asientos que habían frente al escritorio.

– Buenas tardes, bienvenidas oficialmente al Peregrinno –era joven, tendría cuarenta y tantos años, cabello castaño y ojos cafés– Soy Bianca Messina, su directora y tutora en este lugar –se levantó de su asiento, era alta– Denme un segundo.

Caminó hacia una estantería con libros y tomó con delicadeza uno que no parecía liviano.

– Este es el reglamento, lo pueden leer si quieren, más tarde. Ahora solo les diré lo básico –se sentó y nos miró a ambas– Veo que traen sus uniformes correctamente, no parece necesario que aclare esa parte. Será una habitación para tres chicas, por supuesto, el ala de las chicas y la de los chicos está separada y vigilada 24 horas, por el personal. Compartirán cuarto con Antonella Bianchi, es muy buena alumna, y podrá ayudarlas a que se adapten a esta nueva vida. Está demás decir que es obligatoria su asistencia a las clases como a misa...

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