*Lilith D'angelo*
– Tenía entendido que eran sesiones privadas.– Dije con autoridad. Esto me parecía ridículo.
– Lo eran.– Espetó el psicólogo.– Pero Samael lleva dos semanas en el lugar y no ha hecho amigos, los de el consejo hemos decidido que quizás puedas ser un buen apoyo para él.–
El chico ojeaba una de las revistas que había en la pequeña mesilla de centro. Ni siquiera se inmutaba, a pesar de que estábamos hablando sobre él.
– ¿Yo?, ¿Un buen apoyo para él?.– Pregunté con sarcasmo y una seca carcajada se escapó de mis labios.– Hace dos semanas me intenté suicidar, por esto estoy aquí, se supone que no soy buen apoyo para nadie.–
– Esto no puede ser obligatorio, ¿verdad?.– Susurró el chico captando nuestra atención. Su voz era algo ronca, probablemente por fumar cigarrillos.– Cariño, tienes pinta de ricachona, llama llorando a papi y pide que te quite las sesiones compartidas.– Soltó sin apartar la vista de la revista.
– ¿Disculpa?.– Dije ofendida. Esto había tomado un mal rumbo.
– Serán compañeros quieran o no.– Dijo mientras escribía algo en una agenda.
– ¿No estás viendo lo que acaba de pasar?.– Ya me estaba empezando a irritar.
– Tampoco quiero compartir sesiones contigo, así que si logras cambiarlas te lo agradecería mucho.– El muy arrogante seguía leyendo pasivamente la revista.
– ¿Tu madre no te enseñó a ver a los ojos a las personas cuando te hablan?.– Dije con sarcasmo y la mejor de mis sonrisas fingidas.
El chico levantó la mirada invitándome a ver su rostro. El cabello negro cubría gran parte de este, tenía unos labios gruezos, algo rojizos y un ligero corte en el labio inferior, al lado de un piercing en forma de aro negro, su nariz era recta, tenía unas cejas pobladas y unas largas pestañas, y sus ojos, de un gris oscuro, me miraban fijamente haciendo que un escalofrío recorriera mi espina dorsal y mi piel se erizara.
– No tengo madre.– Dijo sonriendo, mostrando su dentadura con unos colmillos algo grandes.– De hecho no tengo familia.– Sus ojos no se apartaron de los míos ni un solo segundo.
No sabía qué decir, o como reaccionar.
– Pido que cambien inmediatamente mis sesiones a privadas, no quiero tener algo que ver con este sujeto.– Dije con seriedad, apartando los ojos del chico y observando al psicólogo.
– Lo siento Lilith, la decisión está tomada. Y tus padres estuvieron de acuerdo.– Sus manos temblaban y seguía garabateando en esa agenda.
– ¿Porqué insistes en esto?.– Hice movimientos cirulares con las manos indicando al chico y a mí, este había vuelto a su posición anterior.
– Porque Samael ha asistido a sesiones de psicología durante toda su vida, y nunca habla, esta es la primera vez que levanta la vista y se expresa frente a un psicólogo.– Sus ojos cafés celebraban juicio a los míos.– No puedo cambiarlo, entiende. Esto es un gran progreso.–
El reloj alarmaba que ya esta sesión había terminado.
– Gracias por su tiempo, Dr...– Miré la placa que había en su escritorio.– Dr. Russo.– Caminé hacia la puerta dispuesta a abrirla.
– Puedes decirme Alex.– No volteé a mirar.– Nos vemos el domingo, antes de misa. Recuerda que son dos por semana.–
Abrí la puerta y salí indignada del lugar. Me sentía incomprendida una vez más, la rabia y la angustia se podían vislumbrar en mi rostro. No me percaté de su presencia hasta que lo choqué sin querer y ambos caímos al suelo.
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Génesis
FantasyLilith D'angelo es una chica que ha sido enviada a un internado en las afueras de Roma tras un gran conflicto de mafias por un enemigo de su padre. Tras dos días de encierro y miradas burlonas por parte de los demás alumnos, se siente sola, salvo p...