— ¿Él también? —pregunté al psicólogo que evidentemente se sentía incómodo con la llegada de Samael en un momento así.
— Lo... Lo siento Lilith, no he podido hacer nada.
Su mirada iba de Samael a mí y viceversa esperando una pelea en cualquier momento.
— Pronto te acostumbrarás, bonita —dijo el chico mostrando sus blancos dientes en una media sonrisa.
— No pienso acostumbrarme a tu precencia —respondí con superioridad— ¿Podemos continuar con la sesión?, quiero terminar esto cuánto antes.
Caminamos los tres en silencio hacia el consultorio. Samael me irritaba, demasiado. No soportaba la idea de compartir terapia, y menos con él. Quería que ardiera en el infierno. Al llegar Abel se sentó en uno de los asientos de cuero y yo hice lo mismo, sin cambiar mi posición rígida.
— Bueno Lilith, hace un rato me dijiste que confesaste todo porque no querías que tus amigas pasaran hambre —Abel limpiaba sus gafas y sus ojos desprendían un brillo intenso, era bastante atractivo— ¿Ha pasado algo que quieras contarme?.
Miré a mi compañero y me sorprendió que estuviese prestando atención. Estaba acostado en el sofá, tenía un puñado de caramelos en la mano que comía lentamente. Debía aceptar la realidad de que él sabría los detalles más profundos de mí, aunque la idea me hervía la sangre necesitaba sacar todo lo que sentía, así cuanto más hablase, más rápido saldría de este lugar.
— En la noche... Escuché como ellas se desahogaban... la una con la otra, se contaban detalles de su vida, difíciles, que yo nunca había tenido que pasar... no conocía... Valeria vive en mi casa hace ocho años —hice una pequeña pausa, el nudo en mi garganta me impedía continuar, la culpa me incendiaba el corazón— No conocía su historia, y con respecto a Antonella, jamás pensé que habría tenido que pasar por eso...
— Muy difícil lo de Antonella, no he podido avanzar con ella, no me cuenta nada —colocó sus lentes en el puente de su nariz y buscó una pequeña agenda que me pasó— Podrías revisarla, no tiene nada. Uso una agenda igual para cada uno de ustedes, es obvio que nunca dejaría que alguien leyese una que ya está escrita, todo lo que pasa dentro de estas paredes es confidencial.
A este punto lucia realmente nervioso, como si el detalle de las agendas no tenía que haberlo tocado.
— ¿Me podrían contar lo de Antonella? —rompió el silencio que hace un momento hasta Le habría agradecido— creo que si voy a estar aquí escuchando almenos me gustaría enterarme de las cosas, me gusta el chisme, no me juzguen...
— Lo siento Samael, eso no te incumbe, estás aquí para contarme por qué razón tú mismo pediste ser atendido con el psicólogo si hasta hace un par de sesiones nunca me habías dirigido ni siquiera la palabra.
OK, eso no me lo esperaba. ¿Él mismo quería ser atendido con un psicólogo? ¿Por qué haría eso? Sé que había personas que admitían que necesitaban terapia, pero a juzgar por su insolencia no parecía ser de esos.
— ¿Qué puedo decir? —esbozó una media sonrisa— Me gustan los caramelos, sobre todo los de menta —lanzó uno al aire y lo atrapó con los dientes sin cambiar su anterior postura.
— ¿Seguro que es eso?— Abel arqueó una ceja, como si por un momento se creyera las palabras del tatuado.
— No tengo por qué mentir —sonrió con tranquilidad.
— Bueno, en ese caso, creo que ya no necesitas más terapia, lo mejor es que te marches...
— De hecho —interrumpió a Abel y se sentó— Puede que sí haya algo... solo que te las daré a cambio de dos cosas.
A este punto yo estaba con la boca abierta, su insolencia no dejaba de asombrarme, era como si pudiera manipular a Abel a su antojo, o almenos eso intentaba.
— ¿Crees qué estás en posición de negociar?, ¿Por qué lo haría?— el psicólogo se quitó los lentes mostrando una fría mirada y el ceño fruncido.
— Podría contarle a todos tu extraña amistad con ella —me señaló— no creo que a su padre, te recuerdo, un pez gordo de la mafia italiana, le guste la idea de que un simple psicólogo, esté pasando tiempo con su hija, y menos cuando se entere que ese "simple psicólogo" es nada más y nada menos que de nacionalidad rusa, y al estar en este lugar es más que obvio a que bando perteneces, lo siento, te tengo cogido por los huevos.
La cara de Abel mostraba una completa expresión de asombro, estaba completamente segura de que la mía estaba igual. Todo esto nos había tomado por sorpresa.
— ¿Cómo sabes todo eso? —una ligera capa de sudor se había extendido por la frente del psicólogo.
— Sé todo sobre todos en este lugar, ni tú ni ella son la excepción —mostraba una sonrisa en su relajado rostro, y eso me desconcertaba aún más.
— ¿Qué quieres, Samael?— dijo sin levantar la vista del suelo.
— Así me gusta —se levantó del sofá, estiró su cuerpo y caminó hasta la puerta dándonos la espalda— Quiero que tengamos dos sesiones más en la semana, y que por nada de este mundo ella no esté presente —me miró de reojo— Lo siento bonita, jamás podrás escapar de mí.
Se marchó dando un suave portazo, dejándonos a Abel y a mí en un raro ambiente de desconfianza y culpa.
— ¿Nunca pensabas decirme? —rompí el inquietante silencio que nos invadía.
— Nos acabamos de conocer, no es que vaya contando eso a todo el mundo por ahí, de hecho nadie debería saberlo.
— Claro, no sé por qué pensé que llegaríamos a tener otra relación que no sea la de un psicólogo y su paciente...
— ¿Qué quieres decir, Lilith? —por primera vez desde que se fue Samael levantó la vista del suelo.
— Por un momento pensé que podía confiar a alguien en este criadero de hienas, ya veo que no. Hablaré con mis padres y daré por terminada todas las terapias. Hemos acabado la sesión.
Caminé con decisión hacia la puerta sintiéndome demasiado decepcionada de mi misma.
— Mañana...
— ¿Mañana qué?
— Mañana a la hora de almuerzo... será mejor que lleves algo con qué defenderte... Recibirás un ataque de Asia, debería ser uno a uno... No lo sé.... Con ellos nunca se sabe... Solo defiéndete...— balbuceó.
— Necesitarás mucho más que eso para recuperar mi confianza.
— Esa no es la intención, te equivocas, yo también vi en ti alguien en quién confiar —podría decir que parecía sincero, pero a estas alturas ya no creía en nadie.
— Gracias.
Salí de ahí completamente desconcertada. Todo lo que había pasado dentro del salón de psicología me había dejado en una constante postura de alerta. Tenía la sospecha de que Asia tramaría algo así, pero ahora estaba totalmente segura y eso cambiaba las cosas, algo tendría que hacer, ellos no andaban con rodeos, ya había visto como fueron capaces de apuñalar a alguien, juraba que su intención era matar a esa chica, sentía frío, por primera vez desde que había llegado a este lugar tenía miedo.
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Génesis
FantasyLilith D'angelo es una chica que ha sido enviada a un internado en las afueras de Roma tras un gran conflicto de mafias por un enemigo de su padre. Tras dos días de encierro y miradas burlonas por parte de los demás alumnos, se siente sola, salvo p...