2 | Suspicions

516 46 2
                                    


"¿Ahora? ¡De ninguna manera! Quiero una propuesta romántica. ¡Literalmente me acabo de despertar!" pensaste.

- Ah no importa. – dijo Kei en su habitual tono monótono, ahora de pie.

- ¿No importa? –

- ¿Quieres casarte conmigo con esa ropa? –

- ¡Sí! ¡Ah, no! –

- ¿Sí? – el repitió.

- ¡No! – exclamaste, avergonzada e insegura de que decir.

- Oh. –

- No, quise decir que- -

- Vamos a comer, - rápidamente cambió de tema, - Hice panqueques. –

- Uh, está bien. – respondiste con una voz más suave y tímida.

No podías precisar exactamente por qué, pero sentiste un poco de decepción cuando te dijo que no importaba. Tal vez ahora realmente querías hablar sobre el matrimonio y que él cambiara el tema abruptamente y te desanimó.

- Gracias, por cierto – le dijiste mientras tomabas asiento, tratando de repeler tus pensamientos negativos.

- ¿Por? – preguntó mientras se servía café.

- Viniendo y preparando el desayuno, - explicaste - ¿De verdad tengo que decir el por qué? –

Él respondió con una sonrisa y se sentó frente a ti.

- Es nuestra rutina, ¿Recuerdas? –

Es verdad. Tu pequeño hábito de hornear y regalarle pasteles se ha elevado a algo mucho más dulce. Se podría decir que las cosas han cambiado porque esta vez, él iría a su apartamento todos los sábados por la mañana y desayunarían juntos antes de ir a su entrenamiento de voleibol y antes de ir a su trabajo en una empresa de contabilidad. Fueron esas pequeñas cosas las que hicieron que tu corazón palpitara, incluso después de 5 años.

- Provecho – ambos dicen antes de empezar a comer.

- Kei – lo llamaste mientras le daba un mordisco a un panqueque.

- ¿Sí? –

- ¿Todavía te hago sentir mareado? –

- ¿Eh? – murmuró y arqueó una ceja.

- ¿Todavía te doy mariposas? -

- ¿P-por qué preguntas? – respondió con otra pregunta, ahora visiblemente nervioso.

- Sólo quiero saber. -

- Bueno, sí, ah, t-tal vez, - tartamudeó y respondió.

Encantada con la respuesta, las comisuras de tus labios se curvaron en una suave sonrisa genuina.

- ¿Y tú? – te preguntó con evidente vacilación.

- Todavía lo haces. Todos los días. –

Una atmósfera tranquila se hizo cargo después, y ambos no sabían qué más decir. Después de un rato, finalmente rompió el silencio.

- Entonces, ¿Cómo están los panqueques? – preguntó mientras le daba otro bocado.

- Mmm – tarareó, visible y en broma juzgando su comida.

- Deja de poner esa cara – se quejó y negó con la cabeza.

- Estoy jugando contigo, están buenos, - comentaste – lo juro. –

- Sin embargo, definitivamente no son tan buenos como los tuyos. – te contradijo con una voz más suave y silenciosa. Si hay algo que Kei no ha cambiado, es su vacilación en admitir sus pequeños errores.

Sweetener | Tsukishima KeiDonde viven las historias. Descúbrelo ahora