»Dia 2: Noche Lluviosa«

712 90 18
                                    

—Esto tiene que ser una broma

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

—Esto tiene que ser una broma.

—¿Ahora si me crees?

—Debe haber algún modo de salir.

—Créeme, busque por toda la bodega y la única salida es la puerta principal.

—Me niego a creerlo.

—¿Te molesta estar conmigo acaso?

Ante aquella pregunta el menor de los castaños dejo de forcejar contra la perilla de la puerta, permitan dar un contexto de la situación. Jake y Frank habían quedado encerrados en el lugar de los Subway Surfers, una bodega abandonada que adoptaron como su segundo hogar en caso de emergencias o para pasarla todos juntos.

La situación de esos momentos se trataba que tras una reunión luego de su World Tour, King y Ninja quisieron jugarle una broma a su líder como de vez en cuando solían hacerlo, esta vez recibiendo ayuda de Spike, quién les comento una de las fobias del castaño. Los truenos.

Precisamente esa tarde se había pronosticado una lluvia tormentosa que continuaría toda la noche, así que los dos chicos aprovecharon el momento, saliendo al último una vez que todos los integrantes comenzaron a irse. Usando sus habilidades, Ninja logro obtener la llave de la puerta principal mientras que King distrajo a Jake, molestándolo en el proceso.

Cuando obtuvieron la llave, el par salió cerrando tras de sí la puerta y como está solo podía ser abierta por fuera, esta permanecería cerrada hasta el día siguiente. Con lo que no contaron, fue que también dejaron a Frank encerrado. Ellos no tenían nada en contra del mayor y era mejor no hacerlo de lo contrario no quisieran saber lo que podía ocurrirles.

Pero el verdadero problema era que a pesar de llevar 5 años siendo pareja, Bressler no le había dicho sus fobias al mayor por el simple temor de que fuera a burlarse.

Las nubes no tardaron en juntarse y volverse oscuras preparándose para la noche lluviosa que tendría lugar en esa ciudad. Jake se dio la media vuelta con la mirada baja ante su mayor, no quería confesarle la verdad, pero sabía que si decía alguna mentira tenía la posibilidad de que Frank se molestara y eso conllevaría a una brecha en su relación.

Y eso no lo deseaba por nada.

—Si te lo digo... ¿Prometes no burlarte?

—Sabes que no soy esa clase de persona —aclaró Mulliner, relajando sus músculos de la cara, dejando de lucir molesto.

Jake inhaló y exhalo, armándose de valor para su "gran" confesión.

—Yo... bueno, en realidad tengo un-

Antes de siquiera formular bien su oración, el sonido de un trueno resonó por el lugar y al ser una gran bodega, el eco producido provoco cierta angustia en ambos, pero aún más en el menor, quién no tardo en saltar en los brazos de Frank en busca de protección.

Y eso basto para que Mulliner supiera la razón por la que su pequeño novio no quisiera estar encerrado.

—Es extraño.

—No te burles —chilló Jake, ocultando su rostro en el pecho de su pareja.

—No me estoy burlando, digo que extraño para mí —respondió Frank—, entiendo que debes tener fobias, pero jamás espere que le temieras a los truenos.

—Es infantil, lo sé —insistió el menor, descubriendo su rostro, el cual ya estaba algo rojo de vergüenza.

—Tal vez lo sea.

—Frank —Jake murmuró entre dientes.

—Como sea, vamos a la habitación —sentenció Frank, comenzando a dirigirse al lugar, aun con Jake en sus brazos.

—Wow, tranquilo. Sé que estoy asustado, pero tampoco es para que te aproveches de la situación —Bressler sonrió algo nervioso y sonrojado.

—No estaba pensando en eso, conejito travieso —Mulliner rodo los ojos ante el comentario, siguiendo su camino.

La pareja termino por llegar a la habitación de respaldo que le pertenecía a Jake, aunque más que una habitación solo tenía lo básico como una cama, luz y ventana, teniendo como decoración un librero algo viejo y unos que otros pequeños grafitis claramente pintados por el menor.

Frank coloco a su menor sobre la cama con cuidado y se dirigió hacia la ventana, la cual tapo con una caja de cartón desarmada, notando como la lluvia se volvía cada momento más fuerte, produciendo otro trueno, volviendo a asustar a Jake.

—Solo tapa la ventana, ya —suplicó, tapando su cara con la almohada.

Mulliner obedeció y luego de hacerlo, regreso con Bressler, quitándole de un jalón la almohada.

—Idiota, devuélvela —chillo Jake tratando de tomarla, teniendo la desventaja de ser más bajo que su pareja.

—No. Es tiempo de que afrontes tus temores.

—Lo dices tan fácil, claro, como a ti nada te asusta.

—Eso no es verdad.

—¿Ah?

El silencio perduro unos segundos, Jake miró con detenimiento a Frank, a pesar de llevar tiempo juntos todavía había cosas que ninguno sabia del otro, siendo los temores una de ellas.

—Puedes contarme... si quieres.

—Prefiero no hacerlo.

—... Entiendo.

—Por ahora.

Bressler lo miró por última vez con compasión, sonriéndole un poco antes de acariciar su mejilla y darle un rápido beso en los labios. Arruinando el momento, el sonido de otro trueno.

—¡Agh!, ¡odio los truenos! —Bressler se colocó boca abajo sobre la cama, intentando tapar sus oídos con las manos.

—Ven aquí, conejito.

Frank se posiciono sobre la cama a un lado de su menor, atrayéndolo hacia él, abrazándolo de la cintura. Con cierta vergüenza, Jake se acurro con Frank, y como niño pequeño comenzó a exigir mimos y cariños, los cuales Mulliner no pudo negar en dárselos.

Poco a poco, para Bressler el sonido de los truenos produciendo eco en la habitación le dejo de incomodar, su pareja estaba a su lado y era lo único que podía tranquilizarlo siempre.

Mientras que Frank comenzaba a tener miedo, pero no por la lluvia o los truenos constantes.

Sentía temor por perder a la única persona que le dio sentido a su vida después de mucho tiempo. Su fobia —si así se le podía llamar—, era perder a Jake, por ello, desde que empezaron su relación, se ha encargado de protegerlo de lo fuera que el menor temiera.

Pero en esos momentos no tenían nada que perder, ambos estaban juntos, solos en una noche lluviosa, que sin importar lo fatal que estuviera, los dos podían darse protección el uno al otro.

Y eso era lo único que importaba.

Franke WeekDonde viven las historias. Descúbrelo ahora