Cuatro

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   Al día siguiente se levantó tan cansado que apenas podía pensar, no había pegado ojo pensando en lo ocurrido. Aun así se tomó el tiempo necesario para idear un plan que le hiciera deshacerse de ese aura de miedo que notaba en su interior. Él adoraba el deporte, pero sus padres no veían con buenos ojos que se esforzara tanto al realizarlo, solo le dejaban ir cuando Drew le acompañaba, pero su hermano era más permisivo y hacía la vista gorda sin que ellos sospecharan.

  Metió en la bolsa de deporte ropa cómoda y una cantimplora con agua fresca. Al llegar al hotel entró por la puerta trasera escondiendo la bolsa en un lugar fresco pero alejado de los radares de sus padres. A pesar de que ese día se lo habían dejado libre decidió pasarse para dejarles más tranquilos. Sin embargo, Drew tenía el día realmente complicado. Volvió a lavarse la cara en el labavo de la lavandería y salió al vestíbulo donde encontró a su madre con una carpeta en la mano, al verle una sonrisa apareció en su cara.
   
    —Buenos días, ¿por qué no te has quedado durmiendo? Luego te quejarás de lo cansado que estás —comentó sin rastro de enfado en su voz, devolvió la mirada a los papeles mientras Seth se apoyaba en el extremo del mostrador. Ninguno había comentado lo ocurrido la noche anterior.
   
    —Voy a hacer el vago, solo he venido a ver que todo está en orden —bromeó, su madre dejó escapar una risa suave.
   
    —Como quieras, pero recuerda que a la hora de comer vamos a ir a casa. Llevaremos la comida desde aquí.
   
    —¿Pollo asado? —preguntó ilusionado, era una de sus comidas favoritas sobre todo por cómo lo preparaba su tía con un caldo con el que bañaba el pollo y las patatas.
   
    —Tenéis que comer más sano, ya he visto los restos de la pizza de anoche. También llevaré una ensalada. —Seth asintió.
   
    —Mamá —La mujer detuvo el boli sobre el papel y contempló a su hijo—, me gustaría tomar un poco el sol, ¿puedo ir al solar que hay enfrente de casa?
   
    —Umm. —Sabía que estaba haciendo una lista mental de los pros y los contras, de las posibilidades que tenía de estar tumbado y morir ahogado por tragarse una avispa. El plan era dirigirse allí, cambiarse de ropa e iniciar la ruta que rodeaba el pueblo corriendo, justo el camino contrario por donde podría toparse con Drew. No le quedaba más remedio que adornar la realidad—. Bueno, pero a las doce te quitas que el sol es muy perjudicial a esas horas, ¿de acuerdo?
   
    Seth se cuadró ante ella haciendo un saludo militar.
   
    —¡Sí, mi general!
   
    —Y coge algo de fruta para cuando estés allí, sabes que tienen muchas propiedades.
   
    —Estás obsesionada con las frutas —se quejó al tiempo en que se incorporaba—. Me voy.
   
    —Seth, coge una pieza de fruta o no vas —amenazó, él señaló la cocina evidenciando a donde se dirigía. Cuando tuvo una naranja en la mano se asomó al pasillo para mostrarla a su madre, ella asintió con firmeza antes de despedirle con un gesto de la mano y una sonrisa—. Cúbrete la cabeza no vaya a ser que se te achicarren las ideas.
   
    —Muy buena —dijo con ironía.
   
    Regresó para recuperar la mochila y como si se tratase de un delincuente que acababa de robar un gran botín, se deslizó con cuidado hasta la calle. Al llegar a la diminuta muralla de piedra la saltó sin problemas, se quitó los pantalones vaqueros quedándose con los de chándal que llevaba debajo. Después se puso una camiseta de manga corta, se pulverizó el protector solar y procedió a ocultar la mochila entre las piedras y las malezas.
   
    El camino que escogió era bastante amplio, pero las malas hierbas se adueñaban de cada palmo de tierra ya que poca gente se atrevía a bordear Prado por ese sendero, pero para sus escapadas era el lugar ideal. El sendero ascendía entre árboles y enormes piedras que parecían colocadas al azar, recordaba haber pasado por allí en un par de ocasiones ya que él y Drew preferían la ruta del lago, la cual era más accesible para unos niños. Siguió subiendo sin dificultad asegurando el pie en cada pisada y salto, el sol empezaba a cobrar fuerza y le escupía sus rayos sin compasión. Tras media hora de carrera se encontraba a la espalda de Prado, allí se abría un enorme claro donde se detuvo a recuperar el aire. Se dejó caer en la hierba al tiempo que rescataba la cantimplora del cinturón, bebió un sorbo dejando correr algunas gotas por su garganta. Al volver la vista enfrente encontró una extraña visión.
   
    A unos metros de distancia, donde los árboles de nuevo estaban presentes cerrando el claro, se extendía un banco de niebla, había oído hablar sobre ese fenómeno meteorológico en el cual la niebla se estancaba en ciertos puntos del bosque como una puerta a otro mundo. Prado era un pueblo sumergido en neblinas espesas por lo que no le extrañaba que se dieran esos fenómenos, lo que le llamaba la atención era lo que ese banco escondía al otro lado. De repente, de una inmensa rama, contempló cómo un objeto ondeaba al viento producido por dicha niebla, pues en el lugar donde él se encontraba predominaba el calor. Era una sombra negra que bailaba colgada de la rama, supuso que se trataba de una tela que el aire había arrastrado.
   
    Pero esa bruma inició su retirada permitiendo ver esa tela ondeante. Captó que lo que creyó una tela casi rozaba el suelo, pero no tocaba la rama del árbol. El contorno se materializó a la perfección mostrando la silueta de un cuerpo femenino, el cuerpo levitaba unos centímetros sobre la hierba. El pelo se movía a un lado con lentitud y podía distinguir unos ojos en la distancia clavados en él. Seth contuvo la respiración, ¿aquello era una aparición, un espectro? La mujer continuaba inmóvil con el único baile que la brisa producía en su ropa y pelo. No entendía por qué le estaba sucediendo todo eso: el hombre pájaro, la criatura negra y ahora la mujer. En Prado existían muchas leyendas sobre maldiciones entrelazadas a la niebla, sobre todo de esas en que inusuales figuras traspasaban una densa neblina. El significado era confuso, para algunos eran encuentros por casualidad que sucedían cuando la puerta del otro mundo se abría y quedaban unidas unos instantes donde esos seres ni siquiera les veían, para otros era el viaje que se realizaba para entregar un mensaje de buena o mala suerte, o el anuncio de la entrada de la persona que les veía al mundo de las sombras.
   
    Pensó en ponerse en pie y echar a correr, pero quizá la mujer se arrojaría contra él. Cerró los ojos con fuerza mientras contaba hasta diez en su interior, al terminar echaría a correr sin importar nada... Ocho, nueve y diez. Los abrió poniéndose en pie de un salto listo para correr como nunca, pero no había nada solo vacío y silencio. La niebla se había evaporado junto con la mujer y su pulso comenzaba a calmarse lentamente. Una gota impactando en su mejilla le hizo volver en sí, observó el cielo sin descubrir de dónde había venido.
   
    Unos minutos antes de la hora de la comida se encontraba desescalando en dirección a la muralla. No se molestó en cambiarse la ropa simplemente se dirigió a su casa. Allí le recibió el sonido de la televisión que estaba viendo su padre y el olor a pollo que su madre estaba repartiendo en la cocina. Recorrió el pasillo a una gran velocidad. En la soledad de su habitación se deshizo de la ropa y los zapatos, se limpió la cara con la camiseta y trató por todos los medios de librarse de esa sensación adherida en el claro.

Los monstruos sí existen [En Papel].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora