Seis

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   Las tardes de verano eran las más aburridas para él, sobre todo cuando su hermano tenía que trabajar y no podía escaparse por allí para no ser descubierto. Hacía media hora que yacía tirado en el sofá haciendo zapping sin prestarle demasiada atención, todo lo necesario para el gimnasio había quedado listo el día anterior como había pensado. El teléfono sonó sacándole de su ensoñación, su hermano le avisaba que acababa de llegar al hotel y se pasaría antes por el supermercado para comprar la cena.

  Se levantó con la pereza como acompañante en dirección al baño, una ducha le quitaría el sueño de encima. En cuanto sacó el primer pie de la ducha escuchó un ruido seco cerca del baño, se ajustó el cinturón del albornoz mientras asomaba la cabeza por la puerta que daba al pasillo. No había llegado nadie aún. Ya en su habitación se colocó el pijama, distraído, hasta que ese sonido se oyó de nuevo algo más apagado. El frío que sintió por la espalda le indicó que algo no estaba bien. Despacio se puso en pie, al girarse descubrió que la ventana de su cuarto se balanceada lentamente como si alguien la hubiera empujado.

  No había sombras en ningún rincón y faltaba todavía para que cayera la noche, no se daba ninguna circunstancia para favorecer su aparición. Se convenció de que se debería a cualquier otra cosa. Su mano se encontraba a pocos centímetros de la manivela de su puerta preparándose para salir al pasillo cuando de soslayo vio una silueta escondida entre la pared y el armario, tragó saliva antes de darse la vuelta con lentitud.

  Allí estaba esa criatura saliendo de su escondite para quedar a la vista. Seth sintió el mismo pánico que siempre experimentaba y pensó en correr, pero sus piernas se habían convertido en dos columnas de mármol.

  —Seth. —Su nombre en aquella voz era perturbador, el chico cerró los ojos mientras hacía el mayor esfuerzo por controlar el movimiento en sus manos—. No temas.

  —No quiero verte —confesó apretando los dientes—. Eres mi mayor pesadilla y pido cada día no volver a verte jamás. No eres real, eres una pesadilla de mi infancia, no existes.

  Repetía más para él mismo que para el hombre pájaro. Percibió de nuevo ese sonido que producían sus botas al pisar, se estaba aproximando.

  —Por desgracia soy real, puedes comprobarlo. —Al abrir los ojos encontró la mano del hombre extendida hacia él, era una mano humana como la de un hombre cualquiera—. Tócame y verás que no te miento.

  Seth permaneció tan quieto que ralentizó su propia respiración, al ver el rechazo por parte del chico, el hombre colocó la mano a su espalda apartándola del campo de visión.

  —He venido a contarte lo que creo que debes conocer. Ese punto que lo cambiará todo.

  —No existe punto alguno que cambie nada de esto —repitió como hizo dos noches atrás.

  —Antes era humano —soltó ajeno al tono desesperado de Seth—, de hecho todavía queda una mínima parte de humanidad en mí, pero se está desvaneciendo.

  —¿Humano? ¿Recuerdas tu parte humana? Apenas has cambiado, ¿estás muerto? —cuestionó sin creer lo que él mismo decía, el hombre negó.

  —Vivo en una maldición que me está convirtiendo en un enorme pájaro, por eso mi aspecto es el mismo. Pero continuo vivo.

  —¿Qué recuerdas? —su voz sonaba más relajada, ese miedo seguía latente pero siempre el nivel de su curiosidad había sido muy alto.

  —Mi nombre y la edad que tenía cuando pasó. El resto ha desaparecido. Las caras de mis familiares, mi casa, mi infancia.

  —¿Sabes quién lo hizo? —El hombre negó, Seth se quedó dudando pero una vez más ganó su curiosidad—. ¿Cómo te llamas?

  El extraño clavó sus ojos en él con intensidad y Seth se arrepintió de haber abierto la boca.

Los monstruos sí existen [En Papel].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora