Una hilera de luces incrustadas en el suelo de la estación marcaba el camino desde la entrada hasta el final del andén. Justo donde terminaba se abría un pequeño espacio de hormigón que conducía a una modesta caseta, un foco de tamaño considerable colgaba de la pared. Se paró frente a esta al tiempo que extraía una foto de la carpeta que llevaba consigo, era algo que le gustaba de su trabajo el no tener que depender de la tecnología.
Alzó la fotografía a la altura de sus ojos intercambiando la mirada entre ella y la caseta. Estudió los alrededores para asegurarse de que no había nadie, pero a esas horas la gente de Prado hacía tiempo que se había resguardado en sus casas. Usó las manos para cubrir el lateral de su cara observando el interior de la caseta a través de una ventana carcomida por el tiempo. No dio con nada relevante para su caso, se incorporó chasqueando la lengua con fastidio.
—Ni una pista, ya le dije que aquí no encontraríamos nada —se quejó al aire.
Puso rumbo a la otra parte del bosque, aquella que no había recorrido nunca y que delimitaba la entrada al pueblo. Prendió la linterna que guardaba a un lado de su pantalón y barrió el suelo con el haz de luz. Por más de una hora recorrió todos los rincones habidos y por haber sin conseguir más que un sentimiento de fracaso. Regresó al hotel cerca de las dos de la mañana, el silencio en los pasillos le recordaba a su vida como una extraña metáfora. Se encontraba en un punto de su vida donde todo le parecía vacío y carente de sentido.
A la mañana siguiente, si se podía decir que lo fuera ya que pasaban las doce del mediodía, se levantó con un cansancio que le acompañaba desde hacía años. Se abandonó bajó el chorro templado de la ducha durante varios minutos, después salió al diminuto balcón de la habitación relajándose con el cálido tacto del sol.
Cuando salió de la habitación se dirigió al pequeño restaurante que regentaba la familia ya que no había llegado al desayuno. Este se encontraba al lado opuesto del comedor donde una puerta de madera junto al mostrador conducía a él. Antes de acercarse escuchó unas voces que provenían de alguna parte del pasillo, primero se detuvo al oír las voces pero en seguida otra cosa captó su atención.
—Tenemos que armar un plan antes de decidir qué vamos a hacer con él —escuchó decir a Drew—. Debe tener una guarida por aquí, ¿no? Dudo que se esconda a la intemperie en el bosque.
—Ese es el problema, nadie le ve así que no tiene por qué esconderse —cuchicheó Seth.
—Entonces aparecerá por los lugares donde sabe que puede encontrarte.
—¿De verdad me vas a usar como señuelo? —se quejó el menor, Morgan se preguntaba qué era lo que buscaban con tanto misterio—. No pienso hacerlo.
Los pasos de Seth se dirigieron a la esquina del pasillo, Morgan fingió seguir andando camino al restaurante, en pocos pasos el chico quedó a su costado regalándole una brillante sonrisa.
—¿Te has dormido? Podíamos haberte subido el desayuno a la habitación.
—No era necesario, comeré algo en el restaurante. —Hizo el amago de continuar, pero Seth le tomó del brazo con un gesto cálido. Desde hacía años nadie le había regalado ese tipo de gestos.
—¿Estás bien? Pareces preocupado.
—Problemas con el trabajo.
—Ya veo. Si necesitas cualquier cosa ya sabes dónde encontrarme.
Se quedó allí de pie mirando la espalda del chico mientras se alejaba, no se explicaba cómo era alguien capaz de ser tan amable y comprensivo. Una enorme mano en su hombro le sacó de lleno de sus pensamientos, al girarse sus ojos se cruzaron con los de Drew.
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Los monstruos sí existen [En Papel].
Misteri / ThrillerEn un pequeño pueblo rodeado de tinieblas donde la tranquilidad de sus calles nunca se ve perturbada, surgen extrañas apariciones sólo visibles para los niños. Nadie cree en los monstruos ni siquiera cuando los niños dicen verlos. Hasta que uno de...