Tres

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   Descorrió la cortina para echar un vistazo al exterior, pero la densa niebla engullía la calle del hotel, suspiró cansado de los días oscuros y lluviosos. Bajó al comedor como si llevara una mochila de hormigón en los hombros, saludó a la mujer tras el mostrador antes de dirigirse a la sala. En cuento cruzó el umbral recorrió la estancia con la mirada esperando encontrarle allí, la charla de la noche anterior fue como un bálsamo. Los últimos años no habían sido los mejores.

  Había cinco mesas ocupadas por huéspedes que conversaban entre ellos con alegría. A un lado una mesa repleta de productos de la panadería del pueblo inundaba la sala de ese olor a dulces recién horneados. La enorme chimenea yacía encendida consumiendo varios troncos con las lenguas de fuego, le pareció extraño debido a que estaban en el principio del verano, pero ese pueblo parecía ajeno a esa realidad ya que la niebla había hecho descender la temperatura. El dueño del hotel entró en el comedor llevando una bandeja con cafés y zumos a la mesa más alejada, le saludó con la cabeza al pasar frente a él, Morgan respondió el gesto.

  Tomó asiento fijando la mirada en la pequeña puerta que comunicaba con la cocina, esta se abrió dejando ver en su interior al chico que estaba buscando, una sincera sonrisa se marcó en sus labios. Desde niño había escuchado que un alma perdida es capaz de encontrar a otra en su misma situación, pero en rara ocasión lo creyó. Ahora, sin embargo, al ver los ojos de ese chico comenzó a creer en esas palabras. Durante su vida miles de historias habían llegado a sus oídos, todas disfrazadas de terribles maldiciones que jamás dio crédito, pero un vez más todo le demostró que la realidad superaba a la ficción.

  —Buenos días ¿qué va a ser hoy? —preguntó el hombre con la bandeja en la mano, Morgan le miró con un gesto veloz.

  —Buenos días. Lo de siempre, por favor.

  —Enseguida, caballero.

  No tuvo que esperar demasiado cuando vio a Seth aparecer con una bandeja en la mano trayendo su desayuno, al acercarse compartieron una sonrisa.

  —Un té inglés y una macedonia de frutas.

  —Gracias. Oye, ¿sabes si hoy va a llover? Me apetece dar una vuelta por esas rutas que me comentaste.

  —¿Lo dices por la niebla? No, normalmente las mañanas siempre son así pero has tenido suerte estos días de no verlas. ¿Quieres que se lo diga a mi hermano?

  —Si no le importa.

  —Y si le importa que se aguante, es su trabajo.

  —Parece algo serio.

  —Es como un animal salvaje —bromeó—, una vez que le conozcas verás su parte buena. Ahora mismo le pregunto a qué hora es la salida.

  Morgan sonrió agradecido. Seth puso rumbo a la cocina con paso alegre. Dentro, Drew lavaba los platos que su padre había traído en el viaje anterior.

  —¿Qué itinerario tienes para hoy?

  —Todos los recién llegados han planeado la excursión para mañana ¿por qué?

  —A Morgan le gustaría salir hoy, ve y dile cuando os podéis poner en marcha.

  Drew asintió al tiempo que se secaba las manos en el trapo de cocina, abrió la puerta barriendo con la mirada el espacio abierto en busca del aludido. Se acercó en cuanto le vio saboreando su té.

  —¿Quiere hacer uso de la promoción de rutas? —Morgan le observó de soslayo dejando la taza de nuevo sobre el plato, Drew era de esas personas simpáticas por naturaleza pero a veces mostraban un lado más rígido, y sin duda, ese lado le había tocado verlo a él.

Los monstruos sí existen [En Papel].Donde viven las historias. Descúbrelo ahora