Por un momento se quedó allí inmóvil, mirando las sombras que los árboles empezaban a dibujar en el suelo. Se preguntó cuándo se había puesto en pie mientras que su atención permanecía en el bosque y en el camino que habría recorrido. Su sentido común le gritaba que diera media vuelta y regresara al hotel, pero su conciencia le golpeaba con la imagen de esos ojos llenos de dolor. Es tu culpa, es tu culpa, oía una y otra vez en su mente. Soltó exasperado todo el aire de sus pulmones y puso rumbo al espeso bosque.
Fuera de este las calles seguían teniendo esa luz natural que invitaba a continuar por ellas, sin embargo, el bosque parecía una puerta a otro mundo más sombrío y frío acentuado por el cielo nublado. Las ramas impedían la entrada de la luz y sus pasos en la hojarasca no ayudaban a calmar el martillear de su corazón en las costillas. Pasados unos minutos perdió el sentido de la orientación y el tiempo. Prosiguió hacia delante hasta que el paisaje que le rodeaba dejó de serle familiar, a cada paso creía ver sombras pasar entre los árboles y se detenía a mirar a su espalda. Al final de ese frondoso mundo se abrió un espacio que mostraba el cielo que llevaba minutos sin ver.
Por el color del cielo debían ser cerca de las nueve y media de la noche, echó un vistazo a la pantalla de su móvil comprobando que pasaban unos minutos de esa hora. La cobertura no llegaba a ese punto, guardó el teléfono intrigado por lo que tenía delante. Una iglesia en ruinas se alzaba frente a él. Un arco de piedra ojival diseño de la arquitectura gótica marcaba la entrada, las paredes derruidas de los lados dejaban ver las vigas que cruzaban el techo que desapareció con el paso de los años.
Se asomó con precaución temeroso de que alguna de esas piedras se desplomara en el momento menos indicado. El suelo era un hervidero de arañas, plumas, maderas y restos de lo que parecían palomas. Se armó de valor para cruzar el umbral del edificio, al entrar oyó el batir de unas alas que no pudo hallar de dónde provenían. Un ruido seco retumbó debido al eco del lugar.
—¿Qué haces aquí? —Seth pegó un salto al tiempo que se giraba buscando el origen de aquella voz oscura, alzó la vista para encontrarse con él agachado en lo alto de una de esas vigas destruidas.
El chico tragó saliva asustado, Reus cubría su cuerpo con las inmensas alas negras, entonces entendió que las plumas que estaban esparcidas por el suelo eran suyas.
—Yo... —comenzó a pensar un sin fin de cosas que decir, pero ninguna parecía tener sentido. Recorrió la estructura con la mirada tratando de encontrar algo que fuese concluyente—¿Es aquí dónde te escondes cuándo vienes a Prado?
—Corre, ve y dile a tu hermano donde puede encontrarme —contestó con aspereza—. Estaré encantado de recibirle.
—¡Déjale al margen! —gritó en su dirección, ofuscado, sintiéndose un estúpido por dejarse ganar por su débil conciencia—. Veo que todo está perfectamente ¡ahora me he perdido por venir a verte!
Dijo sin pensar. Antes de que pudiera reaccionar Reus había saltado a unos centímetros delante de él levantando el polvo que cubría el viejo suelo de la nave principal.
—¿Venir a verme? —Su voz sonó cálida y conciliadora, odiaba ser tan permisivo con el chico que lograba jugar con su fuerza de voluntad a su antojo—. Seth —llamó cuando el contrario no dijo ni una palabra y mantenía la vista en el suelo.
—Nunca he estado en esta parte del bosque, ¿puedes ayudarme a volver? —pidió más calmado.
—Por supuesto, pero antes dime para qué has venido.
—Es que antes... cuando estabas... he pensado que...
Reus cerró las alas tras su espalda sonriendo con algo de malicia ante la timidez del chico. Seth escapó a su mirada sintiendo que frente a sus ojos perdía cierta capacidad de concentración y valentía.
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Los monstruos sí existen [En Papel].
Mystery / ThrillerEn un pequeño pueblo rodeado de tinieblas donde la tranquilidad de sus calles nunca se ve perturbada, surgen extrañas apariciones sólo visibles para los niños. Nadie cree en los monstruos ni siquiera cuando los niños dicen verlos. Hasta que uno de...