9. María

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N/a: Favor de leer las aclaraciones a principio de la historia. Un abrazo.

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La entrenadora Brunt acarició la mejilla de la pequeña bebé en sus brazos. Carmen se encontraba en el lecho del aposento, ella miraba la escena con cierto desinteres, sentada, con la luz de la luna besando la oscuridad hasta devorarla, la ventana dejaba ver el mar y su lucha contra los peñascos del muelle, una peca en el cielo tartamudeo, y un bajo quejido adorable trono en el silencio.

—Es una perfecta combinación de ambos —dijo enternecida la mujer robusta. Arrullando a la pequeña que abrió sus ojos grises contrastando con el momento compacto de la noche y sus insectos dando luz en los prados donde la hierba sumerge las rodillas.

Carmen, se levantó del lecho y se dirigió al espejo, que relucia como un diente de plata bajo linterna. Sus ojos severos, la luz peligrosa en sus orbes, ella representando el corazón exótico que se había ocultado del día, que adoraba el crepúsculo y ahora era madre de la madrugada helada y cálida. Puso su mano sobre el espejo, hasta que este reveló su verdadera naturaleza, soltando un brillo jade que lamio su palma desbordandose como champaña en las manos, entonces la pared desaparecio, deslizándose a un lado hasta dejar ver un pasillo iluminado por pequeñas estrellas artificiales en el techo, dejando hoyuelos de luz y labios de penumbra.

—¿Cuál será su nombre?

Carmen bufo con amargura.

—¿Eso importa? —asomo su cabeza sobre su hombro mirando a la entrenadora con una sonrisa cándida, bajo su mirada a esos ojos más jovenes que los suyos en un dulce reflejo—. La señorita Diamonds ya le pondrá alguno, demonos prisa.

Yo la nombraré en ese caso... Mmh, quizás ¿Polillita?

Carmen la miro con una ceja alzada.

—¿Polillita?

—Esta pequeña siempre busca la luz, el calor y a su madre, parece no agradarle la oscuridad —dijo, acariciando su pequeña nariz—. Lástima que no sabe que su madre realmente no tiene ninguna luz, es un eclipse.

—Eso no es un nombre, es un alias.

—Estoy segura que le encantará, al final, seguira el buen ejemplo de su madre...

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—No lo sé.

—¿Cómo que no lo sabes?

Carmen se levantó del sillón. Es que eran tantas cosas, ni siquiera se sentía preparada para enfrentarse a ello todavía, no con él. Y decía la verdad, la señorita Diamond, una mujer que se dedicaba a estudiar la estructura lógica del pensamiento humano, persiguiendo esa filosofía y haciendo psicoanálisis, se volvio amiga cercana de la entrenadora Brunt, el profesor Gunnar Maelstrom y la doctora Bellum. Ella fue la candidata para cuidar a María, su hija, pero fue encarcelada. Las únicas personas que sabían su secreto era La Jefa Tamara, y las cabezas de V.I.L.E. Tamara le dijo que no hallaron a su bebé cuando fue atrapada. Al principio la buscó hasta el cansancio, pero... Hacía pocos meses ella misma se perdió también en sus propios pensamientos tortuosos. No se había rendido, nunca lo haría, pero la oscuridad era más fuerte, no sabía por donde buscar, no tenía pistas, era como buscar un grano de sal en la playa.

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