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Pov's Jin

Decir que estaba tranquilo y relajado sería la mayor mentira dicha alguna vez en toda la historia.

Mientras subíamos por el ascensor tomados de la mano, solo podía pensar en que hoy no sería igual que siempre. En primer lugar, no nos dirigimos a mi apartamento, sino al del menor, en el cual nunca antes lo habíamos hecho ya que se encuentra mucho más retirado de la universidad que el mío. Por lo que siempre fue más cómodo ir al mío.

Cuando llegamos al sexto piso, el pelimorado condujo a la apenas conocida puerta. La abrió para mi, dejandome pasar primero. Me saque la chaqueta y los zapatos y di unos pasos por el lugar dándole la espalda al más alto.

Era fácil deducir que me encontraba nervioso. Por lo que no me sorprendió escuchar un pequeña risa a mis espaldas. Aún así, lo que si me sorprendió e hizo que me espantara fue el repentino abrazo del de hoyuelos. Quien rodeo con cariño mi cintura mientras posaba su frente en mi cuello.

Inicio un suave vaivén en el que nuestros cuerpos bailaban al ritmo de un vals inexistente en el que ni siquiera separabamos los pies del suelo.

- Tu tranquilo, yo nervioso - comentó en forma de broma sobre mi oído, lo que de inmediato provocó una sonrisa en mi.

- Que romántico - me burle.

- Así te gusto - aseguró coqueto.

- Tienes razón - acepte sin más.

Me giro entre sus brazos y cuando me tuvo frente a él dejó un casto pico sobre mis labios, luego, tomo mi mano y nos dirigió a su recámara.

Las sábanas blancas y acolchadas que cubrían el colchón, estaban bañadas de pétalos de rosa. En la esquina de la habitación, una vela aromática desprendía un agradable olor. 

- Si que te esmeraste - comenté sintiendo el calor subiendo a mis orejas.

- Es una ocasión especial después de todo - me dijo antes de pasar su mano por sobre mi oído, como si estuviera colocando el cabello detrás.

- ¿Enserio hay alguna diferencia con lo que hemos hecho antes? - pregunté sin atreverme a verlo a los ojos.

- Claro que será diferente y estoy seguro de que tú más que yo, lo sabe - me respondió, tomando mi mentón y guiando mi rostro hasta que nuestras miradas chocaron.

Pasamos unos minutos apreciandonos mutuamente, con sutiles caricias sobre mi pelo y mejillas por su parte mientras mis manos arrugaban la tela de su traje.

El acercamiento fue lento, sin ninguna prisa hasta que nuestros labios empezaron a rozarse y nos hicimos más que conscientes de la respiración del otro. Solo un segundo bastó para que cerrara los ojos y me impulsace hacia la tierra prometida.

El choque de nuestros labios electrifico cada nervio en mi sistema. Aunque nuestros movimientos fueran largos y aburridos, extremadamente calmos y con una respiración regular. El placer que este sencillo beso producía en mi hizo que me sintiese cada vez más y más acalorado.

Mi piel grito de alivio cuando las manos del menor hurgaron debajo de mi abrigo color crema. El compás de sus caricias eran como el de una suave melodía para dormir, el roce de sus dedos completamente delicado, trazando toda la piel disponible a su paso.

Saque su saco con algo de urgencia, deseoso de sentir su calor. Afloje su corbata con cuidado para sacarse la mientras la temperatura entre los dos no dejaba de subir.

Desabroche los primeros botones de su camisa y casi con necesidad pasee mis manos por su pecho, liberando cada vez un poco más su cuerpo de la tela blanca que aún le cubría.

𝙰ú𝚗 𝚗𝚘Donde viven las historias. Descúbrelo ahora