Vendida

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Hay veces en el día, en las que suelo pensar que soy agua, porque ésta puede recorrer libremente los caminos, sean extensos o extremadamente angostos, considerada sumamente importante para el subsistir de los habitantes, una necesidad básica, el sustituto ante un estómago vacío.

El agua podría decirse que a pesar de traer disputas, hoy más frecuentes que ayer, da alegría a quienes la beben, en cambio, si fuera una bebida para el consumo, ahí de pie en un escaparate, estoy segura que mi sabor no sería del todo apetecible, me sacarían del mercado, me esconderían por ser un desastre publicitario, luego con el pasar de los años, ya nadie me recordaría.

Es así, como me siento el día de hoy, como una botella de plástico, con su contenido a medias, recostada sobre el suelo abrasador.

Últimamente he llorado mucho, podría decir el porqué, pero a nadie le gustaría oír las historias de una muchachita escuálida, hay mejores historias...que las mías.

Nací en un hostal en medio de la nada, según nos contaba mi papá...a mí y a mi hermana, Nadia era su nombre. Un nombre ni tan extraño, ni tan corriente, un nombre muy cortito para una niña tan avasalladora y mandona, como lo era ella...aún así, la quería.

Nadia tenía ojos claros, como todos en casa, menos yo.

Mamá siempre fue una mujer delgaducha, de ojos vivaces, aguamarina, muy grandes...mamá era hermosa, tan hermosa...extraño su voz raspada, sus dedos largos y huesudos que trenzaban mi pelo, rubio como el de ella.

Papá trabajaba todos los días sin descanso, su piel era más oscura de lo que debería ser por su exposición prolongada al sol, siempre leía el mismo periódico, lo único malo de papá, era su incapacidad para perdonar...

Tengo recuerdos vagos de mi niñez, sé que fue una bonita...

30 de Mayo, mamá lloriqueaba, mientras pelaba las patatas, papá le gritaba, yo no sabía por qué, apenas si oía lo que le decía, tenía las noticias que pasaban por la radio, pegadas a la oreja, de repente, papá me agarró fuertemente de un brazo, mamá chillaba, me llevó al mercado, aún cuando no era día de compras...yo temía lo peor, pero me decía, quizás faltaron las remolachas de Nadia o quizás Papá necesitaba un cinturón nuevo para sus pantalones demasiado anchos, pero no. Logré entender la gravedad del asunto cuando ya era demasiado tarde, no logré correr, aunque de que me hubiera servido, era una pésima corredora.

Me dijeron al oído:- Ese hombre te entregó a mí para que te venda, con ese pelo como trigal estadounidense y tan aromático, sé que habrá un buen postor que te quiera de esposa.-

Jamás olvidaré su voz, su aspecto, las caras de las otras niñas que esperaban su turno, al igual que yo, para que gritaran su precio a través del micrófono. Yo suplicaba que no llegaran a mí, que pudiera meterme bajo un mesón de conservas y escapar... ¿A dónde?

Mi turno llegó, el tipo puso su mano en mi hombro, yo no podía patalear, morder, arañar, sólo permanecí estática mirando las hormigas que subían por un madero apoyado a un murallón de cemento.

-¡5000 DÓLARES! ¿QUIÉN DA MÁS?- decía escupiendo saliva y manoteando con exageración.

-¡8000 DÓLARES!- gritó un sujeto de pelo ralo y abdomen prominente.

-¿8000 DÓLARES? ¿QUIÉN DA MÁS?-miraba a los compradores y reía.

Una mano se vio entre el tumulto, un tipo con un esmoquin plateado y corbata negra se hizo espacio entre la gente, con voz pausada dijo:- Doy 80000 Euros por la jovencita, ni más ni menos, ¿Usted qué dice? Es un buen negocio, piénselo, mientras hablaba se le notaba el hoyuelo de la mejilla izquierda, tenía sus treinta años, había algo en el que me causaba pavor.

KiomaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora