El rescate

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~Johnny~

Al regresar de la habitación, observé a Caleb inerme sobre el sofá, agarrándose la cabeza con las manos, atormentado completamente por sus pensamientos, no necesitaba verlo directamente a los ojos para saberlo a ciencia cierta.

Posee mi mano sobre su hombro, el levantó la cabeza y me miró desesperado.

-No sé que debo hacer, de verdad me siento atrapado, por favor ayúdame, te lo pido-

Nunca había visto a Caleb tan vulnerable, excepto los dos primeros años desde la muerte de su madre, en los que apenas estaba presente, soportando su pérdida.

Comenzó a golpear el suelo con los puños, mientras lloraba.

Levanté al muchacho rubio platino desde los brazos y lo remecí: ¡Hey! ¡Caleb! ¡Escúchame!

Ella no se va a morir, no va dejarte, ¿Me escuchaste?

Él asintió con la cabeza y se levantó con pesadumbre del suelo.

¿Qué piensas que debería hacer?

-Háblale, ábrete con ella, dile cómo te sientes, bla bla.

-Es que no lo entiendes, no es sencillo...-se rascaba por inconsciencia el cuero cabelludo, porque estaba nervioso, agitado, diría hasta con febrícula.

Le lancé un manotazo fuerte en la cabeza, eso pareció molestarle.

-¡Qué te pasa!

-¡Tú eres el que complica las cosas! ¡Es muy fácil! 

-Es que tú...- Lo hice callar. 

-¡No me vengas a decir que yo no te entiendo, porque somos mejores amigos desde la preparatoria, sé todos tus problemas, secretos, tu humor particular, TODO LO SÉ, así que si vuelves a repetirlo, prometo que te pateo la cabeza.-

-¿Y si no sé disculparme?

Coloqué mis dedos sobre el puente de la nariz y respiré hondo.

-Podrás hacerlo, te enfrentas a conflictos armados con peligro inminente de muerte y no puedes atravesar el umbral para conversar con una chica.-

-Anda, camina- le dije mientras lo empujaba con la mano sobre su espalda.

-¡Deja de empujarme basura!- me increpó.

-Entonces camina, hasta una señora con artritis camina mejor de lo que lo haces tú.

Refunfuño y murmuró entre dientes, posteriormente se quedó petrificado frente a la puerta.

Me deslicé de allí antes de que Caleb de alguna manera me interpusiera el paso.

~Caleb~

Sudaba frío, sentía el pecho oprimido, me dolía el estómago y las palmas por enterrarme los dedos, no entendía porqué estaba tan nervioso.

Respiré un par de minutos y golpee levemente la puerta.

Escuché un atisbo de ruido al otro lado, coloqué el oído en la puerta.

-Sé que eres tú, Caleb, hazme el favor de irte a otra parte, por favor, estoy felizmente parlanchina con la almohada.

-Por favor, ramita, ábreme-

-No uses esa puta palabra ahora, porque estoy muy dolida contigo, te portaste como un imbécil-

Oía como me gritaba al otro lado de la puerta, yo seguía con la oreja pegada a la madera. De repente la puerta se abrió de golpe, no alcance a reaccionar y caí al suelo del cuarto.

KiomaraDonde viven las historias. Descúbrelo ahora