Desahogos de la tarde-noche

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La primera idea que cruzó por su mente, fue ir directo a su casa. Pero afortunadamente para Juan Carlos, su sentido común regresó y le recordó, rápidamente, que Tulio sabia la dirección de su departamento. Así, el marcharse a su hogar quedo completamente descartado y el viaje se alargó.

Cuando había hecho su escape del estudio, no había tenido tiempo de recuperar sus cosas, y mucho menos de subirse a su bicicleta, no tuvo de otra más que correr fuera del estacionamiento y para su buena suerte, el transporte público apareció como una conveniente bendición enviada del universo a un alma necesitada, pues bien, se sabe que lo último que tiene el transporte público, es puntualidad.

El escape se volvió paseo, y el paseo llego a su fin eventualmente, el camión al que se había subido llego al fin de su ruta marcada, y no teniendo intenciones de seguir manejando, abandonado la esperanza de que su único pasajero se bajara, el conductor le ordeno a Bodoque que desalojara el vehículo, ya que su turno había terminado por la tarde. Juan Carlos, no teniendo a donde ir realmente, obedeció sin reclamos y comenzó a varar por la gran ciudad que era la capital. No tenía idea de donde había bajado, ni mucho menos a donde se dirigía, pero su casa estaba descartada, así que lo mejor que podía hacer era buscar un lugar para distraerse.

Camino por lo que se sintieron como horas y al fin, aproximadamente a las 8:30, encontró un establecimiento que parecía adecuado, para desahogar las molestias del día. El lugar no daba pinta de ser respetable, la fachada era vieja, despintada y maltratada, marcas de grafiti indistinguibles se podían apreciar debajo de la única ventana que se podía ver y la puerta destrozada dejaba muy en claro el porqué de la necesidad de tener seguridad, pero, en fin, cuando se entra a un bar, pocas expectativas se tienen con tal de que tengan el bello elixir del olvido. Bodoque no se detuvo a checar el nombre de su reciente refugio, venia demasiado enojado consigo mismo para detenerse a leer, sin embargo, no se quedaría con la duda pues el amable cadenero le daría la bienvenida al poco cuidado bar.

-Buenas noches, bienvenido a "Los Perdidos", un poco temprano para beber, ¿no?

Juan Carlos solo se limitó a asentir con la cabeza a manera de contestación, el cadenero lo miro extrañado, sin comentar nada más, peores cosas había visto entrar al lugar, se hizo a un lado para que el reportero pudiera entrar con comodidad por la pequeña puerta del recinto. Adentro, el establecimiento era menos deprimente que su fachada, al centro estaba la zona con las bebidas y el camarero despachaba a algunos alegres que se habían sentado en la barra pegada a la mesa del bartender, al fondo del bar se podían distinguir dos mesas amplias de billar, ambas ocupadas, y una mesa grande redonda llenada casi por completo por unos sujetos sospechosos que jugaban a las cartas, al centro de la mesa se distinguía lo que claramente era dinero en grandes cantidades, una buena mesa de apuestas, pensó Bodoque.

El resto del bar eran mesillas más pequeñas algunas ocupadas algunas vacías, sillones pegados en la pared con una mesa central para bebidas, y un espacio vacío, muy pequeño, que algunas chicas ruidosas habían adaptado a pista de baile. Todo el sitio estaba iluminado con luces tenues en colores neón que cambiaban de color de rato en rato, y música de moda en altos volúmenes opacaba el ruido que los clientes más desorientados lograban hacer.

Quizá para cualquier otra persona, el visual podía resultar invitante e incluso intrigante, pero el reportero no podía evitar sentirse asqueado, no había puesto un pie en un bar en un largo tiempo y mucho menos en uno de tan bajo calibre. Lamentablemente, el tiempo para ponerse especial quedo muy atrás en el camión, y esto era mejor que nada, entonces con paso firme Juan Carlos se dirigió a la barra central, se dejó caer sobre uno de los asientos, cual costal de harina, y soltó un alto suspiro de claro enojo. Con el volumen de la música nadie a más de diez pasos hubiera escuchado el lamentable ruido que salió de la garganta de Bodoque, pero el camarero se encontraba mucho más cerca de lo esperado y con una sonrisa triste, de alguien que ya ha visto el patrón muchas veces, saco un vaso pequeño y lo lleno del líquido de la botella más cercana, una vez termino de servir, se lo puso en frente al reportero y se dispuso a alejarse.

Amor falsamente realDonde viven las historias. Descúbrelo ahora