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Gojo sonrió a modo de disculpa, no podía ver sus ojos a través del cristal de sus lentes oscuros, pero Kento Nanami estaba seguro de que el idiota no sentía ni una pizca de arrepentimiento. Así era Satoru Gojo, su colega insoportable que debía tolerar a regañadientes. Suspiró con pesadez, al menos le pagaban lo suficiente para aguantar a su homologo, viró la mirada hacia la gran ventana de su oficina, podía ver los grandes rascacielos iluminados a esa hora de la tarde. Estaba por oscurecer, las luces encendidas de las oficinas parecían pequeñas desde su posición. Kento volvió su atención a su muñeca para ver la hora, al ser gerente financiero podría irse a la hora que quisiera, pero él se exigía un horario de entrada y salida como todos los empleados, y faltaba una hora por lo menos para que fueran las 7 de la tarde. Volvió a suspirar, quería llegar a su departamento pronto, beber una cerveza y ver algún programa de deportes.

—Es la tercera asistente en lo que va el año, Gojo —dijo sin mirarlo—no eres un crío, madura de una vez.

—Lo que hice con ellas no es de niños —respondió en un tono juguetón, que puso de malhumor a Nanami.

—Y lo cuentas como si fuera una gracia —le dijo en tono acusador—. Solo porque eres gerente comercial no te han desvinculado de la empresa, pero si Yaga se entera que nuevamente te acostaste con una asistente, te dará alguna infracción.

Gojo se quedó pensativo unos minutos, evaluando los pro y contras de una infracción por parte de Masamishi Yaga, el CEO de JJS, y por más que pensó, no llegó a ninguna conclusión importante. Se encogió de hombros y murmuró convencido.

—No le veo lo malo, soy un hombre soltero y atractivo, joven ¿qué tiene de malo que disfrute de mi soltería? —Nanami frunció el ceño, cada palabra que soltaba Satoru le parecía de mal gusto, en parte porque su arrogancia lo dejaba perplejo y a la vez, le tenía tan poca paciencia que Gojo podría decir el poema más emocionante y él lo aborrecería.

—Claro, siempre y cuando no involucre a las empleadas de la empresa —soltó con fastidio—puedes soltar tu verga fuera del trabajo, estoy seguro de que no te faltan opciones. —Gojo carcajeó fuerte al oírlo, le gustaba hablar con Nanami, siempre era sincero y directo, su punto de vista le hacía aterrizar su inherente extravagancia.

—Son adultas, no le veo lo malo —se excusó y sacó un dulce de su bolsillo, le sacó la envoltura y murmuró—pero estoy de acuerdo en que hayan desvinculado a Juliet, empezaba a volverse tedioso trabajar con ella.

—Ves, ahí está de nuevo —le recriminó Nanami—te follas a las empleadas y luego ellas son las perjudicadas, ni siquiera piensas un minuto en lo que puede provocar tus acciones. Las víctimas son ellas, y no piensas en ello con tal de mojar tu verga —suspiró—¡madura de una vez! Deberías hacerle caso a tu abuela.

—No son víctimas —dijo sonriendo, pasó el dulce de lado a lado en su boca, sintiendo el sabor a caramelo—lo pasan bien y luego tienen un buen finiquito.

—Tus amoríos nos dejarán en la quiebra, exigiré una nueva clausula en los contratos. La próxima empleada que sea desvinculada por involucrarse contigo, el finiquito será sacado de tu sueldo.

—Oye, es una buena idea —dijo pensativo. Kento frunció el entrecejo, parecía que todo su discurso no tenía impacto en su colega.

—Idiota —dijo—entiende que es poco ético que sigas con esas prácticas, madura de una vez. Consíguete una esposa y aumenta los integrantes de tu estúpida familia.

—Bien, bien —dijo cansado sin dejar de reír—intentaré no seducir a más empleadas ¿contento? Ahora, debo elegir a mi siguiente asistente ¿hay postulantes en lista de espera? —preguntó emocionado.

Mi horrible jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora