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Rechazo

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Aun le costaba asimilar lo que su jefe le había hecho. Casi no había dormido pensando en lo cerca que estuvo de besarla, no podía controlar los espasmos que sentía cada vez que recordaba sus dedos rozando su espalda, le parecía una cruel broma y más cuando recordaba sus palabras y sonrisa socarrona. Satoru Gojou disfrutaba provocarla o no tenía idea de lo que despertaba en ella, con el tiempo que llevaba trabajando para él, sospechaba que era la primera opción. No entendía el porqué, dudaba que alguna vez tuviera una respuesta, pero al gerente comercial le gustaba gastar bromas a todo el mundo, pero había un límite para todo, pensó Kasumi. Podía soportar sus cambios de humor, sus peticiones inesperadas y que la mandara a comprar todo el tiempo, le pagaban bien por eso, pero burlarse de esa forma estaba mal. Pasó todo el fin de semana pensando en lo que pudo pasar, más que eso, pensando en lo estúpida que era por sentirse de ese modo por él.

No era una adolescente tonta, era una mujer adulta y responsable a cargo de dos niños, no podía dejarse ilusionar por hombres como su jefe, sobre todo por ser su jefe, y lo que empeoraba el asunto era que Satoru Gojou era el tipo de persona que estaba acostumbrado a actuar sin consecuencias, por eso la empujaba a esos extremos, porque se sentía con el derecho de molestarla, empezaba a pensar que denunciarlo por acoso sexual sería una buena lección para su jefe. Resopló ante la idea, el asunto era que tampoco consideraba que lo que hacía el gerente fuera acoso como tal, jugaba con el filo de lo divertido y de lo políticamente correcto e incorrecto, no podía decir con exactitud alguna vez en que él se hubiera propasado, y a la vez, sentía que tenía mucho que decir, pero que solo para ella tenían algún significado.

Miró la hora en el monitor de su computador, faltaban veinte minutos para el mediodía y el gerente todavía no aparecía. Y por primera vez desde que trabajaba para él, no estaba ansiosa porque apareciera, es más, si la llamaba diciendo que no iría a la oficina se sentiría más tranquila. No tenía ánimos para verle la cara, en parte por la vergüenza, pero más que eso era porque estaba molesta con él. Y lo peor de todo era que no sabía exactamente qué le molestaba más, si sus bromas o que no la hubiera besado y aquello la hacía sentir más estúpida. Volvió a suspirar, lo mejor era concentrarse en el trabajo que tenía mucho por hacer. Continuó tecleando en el documento que tenía abierto desde hace media hora, recordó que necesitaba unos datos y abrió el primer gabinete, y olvidó por completo lo que estaba buscando en primer lugar al ver las paletas que su jefe le había regalado.

―Qué estupidez ―murmuró cambiando su semblante. Porque ahí estaba otra vez, gestos que la conmovían cuando no tenían nada de especial. Era ella misma la que se boicoteaba, lo sabía y aun así no podía dejar de hacerlo.

(...)

El sol del mediodía calentaba poco, como cualquier día de otoño, pero no le restaba ánimos al gerente de JJK. Satoru bajó de su auto silbando una melodía pop que había escuchado en la radio, encendió la alarma y caminó con actitud relajada al interior del edificio. Llevaba las manos en los bolsillos como de costumbre, saludó alegre al personal de la recepción, las secretarias le regalaron sonrisas coquetas en respuestas que él le restó importancia. Por primera vez en varios meses, Satoru no estaba atento a lo que provocaba en su entorno, y sabía bien el porqué. Ya había seleccionado a su siguiente conquista o motivo de interés, como se le pudiera definir, y a diferencia de otras veces, su objetivo parecía ser un poco más difícil. Creía que se trataba por un tema de personalidad solamente, que, con el tiempo, su asistente terminaría cayendo en su trampa como todas. No había mujer que lo rechazara, algunas tardaban un par de semanas en aceptarle una cita-podía contarlas con las manos-pero al final, siempre cedían a sus encantos. Kasumi Miwa no sería la excepción, estaba seguro, porque ya había visto destellos de interés en ella.

Mi horrible jefeDonde viven las historias. Descúbrelo ahora