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.:. CAPÍTULO UNO .:.
EL TITIRITERO
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ERA UNA NOCHE MUY FRÍA, TAL VEZ LA MÁS FRÍA DE TODAS

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ERA UNA NOCHE MUY FRÍA, TAL VEZ LA MÁS FRÍA DE TODAS. Algunos hombres salieron de los clubs y cruzaron la plaza, tiritando y frotándose las manos heladas por el frío, aunque otros prefirieron meterse las manos en los bolsillos y fingir que no sentían el gélido aire. Pero todos terminaron acercándose al improvisado teatro y sentándose en unos bancos que había junto a las hogueras, expectantes por la función.

       Unos pocos se unieron con mujeres y niños, que se sentaron en primera fila, mientras el titiritero seguía llamándolos.

—Acérquense, caballeros. Acérquense. Prometo no defraudarles —decía el titiritero, levantando las manos y agitándolas en el aire para llamar la atención de la gente que paseaba por la plaza—. ¿Han oído hablar de la Joven sin Rostro? Es la historia favorita de los hogareños. Todo cuanto han oído sobre ella, sobre su origen y las pesadillas que provoca en quienes ven su rostro, es cierto. Y yo, un simple titiritero, les voy a contar su historia con todo lujo de detalles.

Después de escuchar sus palabras, más personas se acercaron, interesadas en escuchar lo que el hombre bajito y regordete tenía que decir, y una pequeña multitud se formó alrededor de los bancos.

El titiritero sonrió con regodeo, cuando notó que había logrado atraer todas las miradas curiosas. Se ocultó detrás del escenario, ajustó los hilos de las marionetas en sus manos y, sin más preámbulos, corrió el telón.

Todos abrieron la boca con asombro al verla, algunos incluso dieron un respingo y se aferraron a sus abrigos por el frío que habían sentido.

Personificada en un trozo de madera y tallada con una excesiva delicadeza, se podía apreciar a una mujer blanca y escuálida, casi cadavérica, con el rostro oculto tras una tela negra. Era espeluznante presenciar como el fuego crepitaba lentamente mientras creaba sombras que parecían bailar detrás de la marioneta.

Era la mismísima Muerte.

Y a su izquierda había una pequeña cuna de madera, donde descansaba un bebé con unos ojos azules del tamaño de dos monedas Kruges.

—Toda historia tiene un principio —dijo el titiritero, alzando la voz para que todos pudieran oírlo—; y se sabe que la nuestra comenzó hace muchos años, durante una noche sombría y fría como esta, cuando nació esta dulce criatura.

El público observaba horrorizado como las manos regordetas del titiritero movían a la Muerte para acercarla, poco a poco, al bebé que todavía estaba acostado en su cuna.

—Dicen que la Muerte es cruel y feroz, incluso inhumana, pero lo que no todos saben es que, en realidad, bajo toda aquella frialdad hay oculto un corazón que se ablanda ante las almas indefensas —contó el titiritero. La Muerte estaba frente a la niña, y muchos contuvieron la respiración, consternados—. La madre había fallecido al dar a luz y su bebé se hallaba solo en el mundo, sin que nadie cuidase de ella. La Muerte entró horas después para llevarse el alma de la madre al reino de los muertos, sin embargo, se quedó inmóvil al ver a la niña. «Ningún ser merece crecer sin el amor de una madre», pensó la Muerte. Y fue entonces cuando ella la besó en la frente y la convirtió en su primogénita, otorgándole el poder de atormentar a los vivos hasta la locura y, en el mejor de los casos, hasta la muerte.

Los más pequeños y algunas mujeres gritaron al ver cómo la Muerte se inclinaba y besaba al bebé de madera. El resto del público palideció de inmediato, y algunos se santiguaron, aunque no fueran religiosos.

Incluso Kaz Brekker sintió un escalofrío recorrer su columna vertebral al ver la escena. Se sacudió para deshacerse de aquella sensación desagradable mientras se apoyaba en su bastón con forma de cabeza de cuervo.

—¿Estás seguro de que quieres reunirte con ella? —preguntó Jesper, que se encontraba a un lado de Kaz, temblando—. Porque por mi parte creo que no podré volver a dormir durante los próximos seis meses. Quizás ocho. Como sea. Si el titiritero ha conseguido ponerme los pelos de punta, imagina cómo será estar cara a cara con ella. Si es que tiene cara... ¿Crees que realmente no tenga rostro?

Jesper Fahey divagó durante un par de minutos más, pero Kaz lo ignoró y continuó contemplando la función que ofrecía el titiritero.

Ambos chicos estaban en la parte de atrás, justo detrás de los bancos, mezclados entre la multitud, sin levantar sospechas.

—Deberíamos volver al Club Cuervo, antes de que ese... leviatán nos atrape y nos coma vivos —dijo Jesper, y Kaz frunció el ceño ante la referencia bíblica que había usado—. Encima hace un frío que pela. No puedo dejar de tiritar.

—Estoy seguro de que tus escalofríos no se deben al frío —señaló Kaz, y apartó la mirada de las marionetas para observar al público—. Además, es solo una historia inventada por un viejo que quiere sacar provecho de la ingenuidad de los turistas más idiotas de Ketterdam.

La Muerte ya no estaba en la escena y solamente había una niña pequeña, con el cabello rubio y sus distintivos ojos azules, en lo que parecían ser las calles sucias de Ketterdam.

Mientras tanto, a unos metros del improvisado teatro, una figura oculta con una túnica negra con capucha cruzó la plaza sin ser descubierta. O eso creía ella.

Porque Kaz Brekker la había visto. E Inej Ghafa también.

Kaz se volteó y alzó la mirada hacia Inej, que estaba de pie en el techo del edificio detrás de ellos, esperando sus órdenes. Inej asintió ante la mirada de Kaz y se mezcló entre las sombras para seguir a la encapuchada.

—Dime que no vamos a hacer esto, por favor —suplicó Jesper.

Kaz lo miró con seriedad y frunció el ceño aún más irritado.

—Sigue el plan, Jesper —dijo finalmente Kaz, y Jesper terminó por rendirse.

—Está bien, pero al final conseguirás que nos maten a los tres.

Kaz apenas escuchó lo que estaba diciendo, porque ya había dejado atrás el corro de gente y se dirigía cojeando por donde la misteriosa silueta se había desvanecido segundos atrás. Jesper resopló y terminó por seguir las órdenes.

Los espectadores ni siquiera notaron nada extraño. Todos seguían embrujados con la función.

—Ningún alma humana había visto su rostro hasta que llegó él —contaba el titiritero, moviendo a las dos marionetas de sus hilos. Una era una chica, rubia y con ojos azules, vestida con una túnica negra. Sin embargo, la otra marioneta era un joven de piel pálida y cabello oscuro, que iba vestido completamente de negro y llevaba un bastón con la cabeza de un cuervo en el mango. —El Hombre Cuervo fue el primero en conocer las dos caras de la moneda. Y, quizás, también el primero en enamorarse de ella y de sus múltiples rostros.

「 nota de autora 💓 」

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nota de autora 💓

¡Hola! No tengo ni idea de que rumbo va a tomar esto, pero ahora mismo estoy súper emocionada.

Espero que disfrutéis muchísimo leyendo el primer capítulo, casi tanto como yo escribiéndolo, aunque sea muy cortito.

¡Nos vemos en el próximo capítulo!

LA JOVEN SIN ROSTRO | sombra y hueso #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora