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.:. CAPÍTULO CINCO .:.
EL AROMA DE LAS ROSAS
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VERA SE CAMBIÓ A TODA PRISA EN EL DORMITORIO DE KAZ, mientras él e Inej discutían lo qué debían hacer para cruzar la Sombra de manera segura

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VERA SE CAMBIÓ A TODA PRISA EN EL DORMITORIO DE KAZ, mientras él e Inej discutían lo qué debían hacer para cruzar la Sombra de manera segura.

       Guardó el jersey azul y los pantalones cortos en el viejo armario de madera con la pintura cuarteada, y se contempló en el espejo de cuerpo entero que había en una de las puertas. Aunque estaba sucio y visiblemente roto, se podía ver reflejado en él sin problemas.

       Se había vestido con colores oscuros que resaltaban contra su piel pálida; con una falda negra, una camisa azul y botas. Llevaba el pelo, rubio y corto, totalmente suelto, por lo que tuvo que colocarse algunos de los mechones rebeldes detrás de las orejas para que no le estorbaran.

       Se agachó para atar los cordones de sus botas, y fue ahí cuando la vio en el fondo del armario. Era prácticamente imposible no hacerlo. Entre la ropa oscura de Kaz, la túnica de Vera brillaba como una estrella que ilumina todo un cielo oscuro por sí misma.

       Había pasado de generación en generación entre las mujeres de su familia, creada por un hacedor siglos atrás para su antepasada Sarka Alexeyeva con la esperanza de que sus descendientes fueran portadoras del mismo poder que corría por sus venas.

       Vera no conocía ni por asomo toda la historia de su estirpe, sólo unos pocos fragmentos que su tía Tatia le contaba de niña antes de irse a dormir, donde en la mayoría de ellos narraban la leyenda de Sarka y el origen de la túnica que ahora le pertenecía por derecho de sangre.

       Dudó por un momento entre sí cogerla o no, sobre todo cuando vio cómo las marcas que adornaban la prenda centelleaban con destellos de oro y luz, pero finalmente concluyó que no era una misión para la Joven sin Rostro, sino para Vera.

       Eran las dos caras de la misma moneda, sin embargo, Vera decidía cuál mostrar al mundo y cuál mantener oculta entre las sombras.

       Vera terminó de atarse los cordones y se levantó de nuevo. Sin pensarlo dos veces, cerró las puertas del armario, recogió su abrigo y el de Kaz, que estaba sobre la cama, y salió del dormitorio.

       —Tenemos que irnos —ordenó Kaz cuando la vio. Todavía estaba de pie detrás de su escritorio, con Inej a su lado—. Iremos primero a La Casa de la Rosa Blanca. Al parecer, muchas de las chicas son de Os Alta.

       —Está bien. Vamos —dijo Vera, entregándole el abrigo. Kaz rodeó a Inej y se acercó a la rubia para cogerlo, evitando en todo momento cualquier contacto físico, incluso si llevaba los guantes—. ¿Y Jesper?

       Kaz la miró con sus ojos oscuros, casi tan negros como el café amargo.

       —En la puerta, como ordené —contestó Kaz mientras se ponía el abrigo—. A menos que haya decidido desobedecer mis órdenes una vez más, como de costumbre, y esté apostando en una de las mesas. Es igual que un crío con un caramelo; cuanto más le dices que no, más lo desea.

LA JOVEN SIN ROSTRO | sombra y hueso #PGP2022Donde viven las historias. Descúbrelo ahora