c e r o

72 8 0
                                    

—Te juro que si no te levantas en cinco minutos, te aviento agua. Primer aviso.

El sonido de las cortinas abriéndose y el pitido del carro de alguno de los vecinos fue todo lo que escuché durante varios segundos, porque parecía que no me había escuchado y el sueño lo había vencido de nuevo.

Estuve a punto de soltarle un golpe con uno de los libros que reposaban en el escritorio cerca de la puerta, pero no fue necesario. Al momento de la aparición del canto de algunos pajaritos, su cabeza se levantó de entre las sábanas y el edredón.

Un bostezo salió de su boca y yo me quedé con el libro como de un kilo y algo en la mano derecha, mirándolo expectante.

—¿Estabas pensando golpearme con eso, animal?—Mi mirada cambió de inmediato al escuchar sus palabras, y estuve a punto de lanzárselo de verdad.

—¿Me dijiste animal, pedazo de idiota?—Otro bostezo de su parte me hizo querer golpearlo hasta dejarle un ojo morado, pero él asintió, levantándose de la cama y caminando hasta en donde yo estaba.

—Eso es lo que eres, mi estimada nubecita.—Pasó por mi lado, luego de dar un leve golpe en mi frente con su dedo índice y el dedo corazón, causando más molestia en mi interior, si es que eso era posible.

—¡Uchiha!—El nombrado ni siquiera pareció percatarse de que ahora sí mi paciencia comenzaba a terminarse con él, pero no me quedó más que suspirar con fuerza y cerrar mis ojos.

Dios, dame fuerza, dame mucha fuerza.

Sin más qué hacer en el cuarto de color celeste, salí luego de poner el libro en donde estaba, y caminé hasta la cocina para terminar de hacer el desayuno.

No sabía hasta cuándo volvería Sasuke de su mentado curso de trasplante de corazón, pero necesitaba que volviera pronto para que su hermano dejara de venir cada tres días a hacerse el idiota.

Bueno, que sí hacía algo más que ser un idiota porque limpiaba la parte del departamento que le corresponde a Sasuke y además me ayudaba a sacar la basura, a cocinar y estudiaba aquí. Pero era hartante.

Nos llevaba seis años, era alguien muy maduro, pero de verdad que era un barro en la entrada de la nariz en plena época de calor cuando se lo proponía.

Llevaba ya casi tres meses quedándose aquí, lo entendía porque cuidaba de la casa de su hermano y además el edificio le quedaba a una media hora en carro del hospital en el que trabajan. Vivir aquí era el cielo, pero a mí me estaba arrebatando esa dicha.

Suspirando pesado, dejé los waffles en cada plato, con el huevo estrellado y con un pequeña porción de aquel queso que Naruto nos regalaba cada que tenía tiempo de hacerlo.

—¿Hoy trabajas?—Miré a Itachi sobre mi hombro izquierdo antes de asentir y tomar las dos tazas negras con té verde y leche entre mis manos.

—Tengo que revisar el guion de hoy.—Respondo sin más, colocando la taza frente a él, notando que lleva lavada la cara y las ojeras que tiene desde niño se le marcan un poco menos gracias a eso.

Además, ha recogido su cabello medio corto en una coleta y se cambió la playera gris de la pijama por una playera negra.

—Hoy tengo qué cubrir una cirugía de colon.—Me cuenta antes de comenzar a comer, y asiento, dando mi primer bocado de waffle.

—¿Sales tarde?—Me atrevo a preguntar antes de volver a comer otro bocado, y me gano una risa burlona de su parte.

—¿Estás preocupada por mí, bolita de agua?—Con un poco de autocontrol que aún me quedaba en el fondo de mi alma, negué y llevé el tenedor a mi boca.

𝐛𝐞𝐫𝐥𝐢𝐧; 𝐢𝐭𝐚𝐜𝐡𝐢 𝐮𝐜𝐡𝐢𝐡𝐚Donde viven las historias. Descúbrelo ahora