Capítulo 1.

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Recuerdos de la primera vez que lo vio pasaron por su cabeza en cosa de segundos, tal como se dice que le sucede a la gente que está a punto de morir. Estaba en una situación similar, sin embargo, él no era el que iba a morir, él era el victimario del acto. Ojos pardos brillantes y curiosos lo miraban sentado desde el banco del parque, no era nadie importante para ese entonces y jamás se le hubiera ocurrido que ese tierno chico iba a llegar a ser su felicidad y su ruina en una misma secuencia. Nunca pensó que el idiota que le había ganado en esa carrera iba a consumir su mente y su alma hasta el punto de caer perdidamente enamorado de él. Su vida había dado un rumbo muy distinto desde que probo los tersos y jugosos labios del hombre tirado en el piso.

«Lo maté. Lo maté. Lo maté» pensó, mientras se arrodillaba en el piso y se daba cuenta del líquido caliente y viscoso que se deslizaba desde la nuca del menor empapando sus hebras castañas.

Kyle quería vomitar y arrancarse las manos para castigarse por lo que había hecho, pero no tenía tiempo para lamentos ni lágrimas. Debía actuar rápido antes de que la vaga respiración del chico se detuviera. Con las manos temblando y el corazón en la boca, marcó a la ambulancia para que fueran a socorrerlo. La chica tras el teléfono le pidió que se tranquilizara y que dejara de gritar y maldecir, el tatuado ni siquiera se había dado cuenta de que estaba como loco gritándole al teléfono. Le dio la dirección de su apartamento y cortó para seguir los consejos que le había dado la chica: presionar con ligereza la herida para detener la hemorragia y chequear su respiración.

Sus dedos temblorosos sentían el líquido adherirse a la gasa con que presionaba la herida y por cada segundo que pasaba sentía que iba a perder la cordura si la puta ambulancia no se apresuraba.

—No te muevas —le dijo con prisa cuando noto que Jonas abría sus ojos—. La ambulancia viene en camino.

Los ojos del chico lo miraron confundido. Estaba mareado y no sentía del todo el cuerpo. Fue cuando los engranajes dañados de su cabeza se ajustaron, que recordó lo que había pasado: Kyle lo había empujado por la carta de Justin y ahora su cabeza le estaba matando.

—Quiero vomitar —susurró.

Kyle lo puso de lado con cuidado antes de que el chico se liberara de la bilis que le golpeaba la garganta. Tenía miedo. Las manos le temblaban mientras sostenía al afectado. Lo volvió a apoyar en el suelo dejando su cabeza entre medio de sus piernas para que no se moviera, mientras presionaba con ligereza su cabeza para que la sangre se detuviese.

—No cierres los ojos ¿vale? —le dijo Kyle, aguantándose las lágrimas.

Quería decirle que lo sentía, que no quería hacerle eso, pero Jonas estaba tan aturdido que no estaba seguro de que le entendiera.

El desastre que había hecho en la sala le revolvía las entrañas, era una bestia sin remedio que siempre ponía las consecuencias de sus actos en los hombros de alguien más, siempre alguien terminaba pagando sus ataques de ira que le nublaban el juicio, y se prometió, mirando los ojos de Jonas, que, si esos se cerraban para siempre por su culpa, iba a hacer que los suyos tampoco volvieran a ver la luz del día.

La ambulancia llegó y los paramédicos lo estabilizaron en una camilla para sacarlo del apartamento. Le hicieron un par de preguntas a Jonas, mirando con aires acusatorios a Kyle. Las condiciones en que estaba el apartamento y el estado en que estaba Jonas no dejaba mucho a la imaginación. Cualquiera pensaría que el chico repleto de tatuajes era el culpable de todo ello.

Caída (spin-off)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora