Día 2: Cortes (Mayictor)

307 25 8
                                    

El día transcurría lentamente para Mayo y su fiel compañero Invictor, el primer mencionado comiendo pizza mientras que el otro ordenaba sus minerales que había sacado de la cueva.

-Veamos, este cofre con carbón es para el horno de la cocina, este con metal será para cosas menos necesarias, este con oro para las manzanas chetadas- revisaba si todo estaba en su lugar y la cantidad que tenían por si acaso no debía ir a la mina. -Hay lapislázuli para los encantamientos, red stond para... ni siquiera yo sé porque hay, diamante para armaduras y armas y... ¡no, no hay esmeralda!- efectivamente, al abrir un cofre no había rastro de ninguna esmeralda. Después de pensar un rato en lo que había hecho con el mineral recordó que lo había gastado comprándole comida a los aldeanos de un pueblo que visitaron hace poco.

Se arrepentía de haberlo hecho pero ese día moría de hambre después de una larga caminata. Dejando de lado ese recuerdo decidió ir a la mina a buscar su mineral favorito. Tomo su pico, una mochila con provisiones, un escudo y por su puesto su legendaria espartana.

Mientras tanto Mayo ya había terminado de comer su pizza, antes de levantarse y ordenar Invictor va directamente a la puerta con prisa pero lo detuvo. -¿A donde vas?-.

Invictor quedó paralítico ante la pregunta, después de haber reaccionado le respondió de los más calmado posible. -Voy a la mina- esperaba que lo dejara ir tranquilo y sin problemas pero empeoró con una justificación.

-Pero si hace una semana fuimos a la mina, y creo que sacamos todo lo que había.- odiaba que Mayo tenía razón -Ademas si buscas otro camino evitando las antorchas podrías perderte. Y lo peor, puedes estar rodeado de todo tipo de monstruos de las cuevas- era cruel pero justo.

Dio un suspiro, parecía que sus súplicas iban a ser en vano, sería como un niño pidiendo permiso para salir a jugar con otros niños pero la madre se niega. Así que tuvo que decirle la verdad -Es que... ya no tengo esmeraldita- El contrario se quedó callado, creía que de todas formas no iba a ir a la mina. Pero la charla aún no acababa.

-Bueno, quizá pueda acompañarte-, sería buena idea, dos son mejor que uno pero a la vez Invictor se preocupaba por Mayo ¿y si algo malo le pasaba? Sería su culpa ¿verdad? Se negó ante ello pero ahora era Mayo quién le suplicaba, lo malo es que no podía resistirse ante sus súplicas.

Al final decidió aceptar su compañía, pero debía de estar muy alerta y más cuando sea de noche.

Mayo también se preparó con armas, provisiones y armadura de hierro para que no sea tan pesado de cargar. Salieron de su casa y fueron a la mina que estaba a unos metros de ahí.

Al llegar a una montaña decidieron descansar y prepararse para los peligros, sobre todo Invictor que estaba preparado para buscar ese mineral verde lo más rápido posible ya que era algo difícil de encontrar.

Entraron y mientras más se adentraban la luz del exterior desaparecía. Siguieron el camino donde bajaba para llegar al menos a la capa 32, al llegar ahí empezaron a picar todo lo que les rodeaba, de arriba a abajo y derecha a izquierda.

Pasaron horas y si habían encontrado uno que otro pero no tanto como para llenar al menos la mochila de Invictor. Los dos picaban, uno se cansaba, el otro seguía, también se cansaba pero el otro recupero fuerzas hasta cansarse. Mayo vio su reloj y se dio cuenta de que se habían pasado de la hora en que debían volver y se lo mostró al castaño.

El antes mencionado quería quedarse un poco más, aún no era suficiente la esmeralda que habían encontrado pero debía hacerle caso al mayor. No tuvo de otra más que tomar su mochila y volver junto con su compañero.

La cueva parecía muy tranquila, demasiado que Mayo se extrañaba tanto que aún no se hayan encontrado con un zombie o algo. De pronto unos pasos se escuchaban, esto alertó al menor y se puso en pose de batalla para atacar ¿pero a quién y dónde? Los pasos se escuchaban lejos, de hecho estaban al otro lado de un muro como si de el otro lado hubiera un camino que no habían descubierto.

Mejor debían irse pero su suerte se les acabo con oír un sonido familiar detrás de ellos; un Creeper. Invictor reaccionó y tomo su escudo para luego abrazar a Mayo y así evitar el impacto de la explosión. La lluvia paso a ser la tormenta, la explosión del Creeper había roto el muro donde estaban los pasos, no era uno, ni dos, parecían docenas de esqueletos salir de un camino que no habían descubierto.

-¡Corre Mayo!- tomo su mano para empezar a huir de una orda de esqueletos. Invictor le dio algo de ventaja a su contrario para que vaya delante de él queriendo evitar que una de las flechas le diera. Invictor debía tener ojos a Mayo y los esqueletos mientras evitaba todas las flechas que pasaban, a excepción de una que pasó rozando su brazo derecho que le dejo una cortada.

Esto lo desconcertó que otra flecha, aunque no le diera del todo aún así, le dio otro corte en la mejilla y otra rozo en la pierna izquierda.

Mayo ya veía la poca luz que la luna dejaba entrar pero al querer avisar a Invictor sus pupilas se dilataron de horror, Invictor estaba haciendo el esfuerzo por correr y esquivar las flechas, sus reflejos funcionaban pero su velocidad era poca, todas las flechas apenas le rozaban todo su cuerpo, tenía tantas que con las prisas Mayo no podía contarlas.

De su mochila había sacado una TNT y un mechero, la cuerda que tenía la bomba la encendió y la lanzó a los esqueletos, tomo a Invictor de ambos brazos y lo jalo para así evitar que la explosión lo alcanzará junto con los esqueletos que desaparecían dejando un rastro de cenizas.

Pero habían más que no lo recibieron, rápidamente Mayo cargo a Invictor como pudo aprovechando la ventaja y al fin llegaron al exterior. La orda seguía y no parecía acabar, Mayo miraba a todos lados para ver si había una manera, hasta que su vista se fijó en la parte superior de la entrada, tomo su pico y quitó un poco de piedra para dejarlo sin superficie y dejar caer escombros de grava a la entrada para taparla y dejar atrás los esqueletos.

Ya liberados del peligro Mayo volvió con el menor para ver su estado, tenía cortadas por todo el cuerpo. No perdió más tiempo y tomo ambas mochilas, una de cada tirante para estar cómodo, ahora tomo un brazo para pasarlo alrededor de su cuello y ayudarle a caminar.

Tardaron horas para llegar a casa, parecía que las horas eran eternas pero al ser poco más de madrugada llegaron a su destino. Mayo abrió la puerta y con cuidado pasó con Invictor para no lastimarlo más de lo que ya estaba, lo dejo en uno de los sofás y dejo las mochilas en el piso. Rápido trajo el botiquín, lo abrió y sacó lo necesario, una pomada para las heridas y vendas para cubrirlas ya que las banditas no servirían, necesitaría más que una para cubrirlas todas.

Mientras el mayor curaba todas las heridas, Invictor se quejaba demasiado debido al ardor, y mejor rompió el hielo. -No debí traerte a la mina- Mayo dejo de hacer lo que hacía para prestar atención a su contrario. -Tal vez habría vencido a todos esos esqueletos pero tenía que tener mi supervisión en ti. No es que me hayas estorbado es que no quería que te pasará nada y- el mayor le interrumpió dándole un abrazo, estaba confundido ¿no estaba enfadado con el?

-Jeje descuida, hiciste lo que pudiste, pero debes dejar que yo también tenga que enfrentarme. Piénsalo, si te hubiera déjalo ir solo creo que no saldrías vivo de eso. No se te hubiera ocurrido darles la TNT o tapado la entrada, sin mi creo que no te vuelvo a ver nunca- esas palabras y las palmadas en la espalda, que esa parte no estaba tan mal como los brazos y piernas, fueron suficiente para quitarse la culpa que llevaba encima en la mina.

Cuando Invictor ya estaba curado Mayo ayudo con las mochilas llevándolas a la habitación de Invictor, ambos estaban tan cansados que al estar cómodos en la cama se quedaron dormidos en un instante, uno abrazando al otro como si se estuvieran protegiendo mutuamente.

#CoMPaSToWriteDonde viven las historias. Descúbrelo ahora