Sibila

Reina de los murciélagos

Hoy les voy a contar una historia, pero no es mi historia. Es la clase de historia que te encontrarías en un libro antiguo de una estantería vieja a las 3 de la madrugada, estarías despierto por razón de tus terrores nocturnos y tus ansias de trastornarte más.

¿De qué va la historia? De amor, ese clase de amor que puede todo.

Incluso devorar medio Paris.

La madrugada del Octubre 19 de ese año, más de la mitad de la población de París y pueblos vecinos fue devorada. Los religiosos decían que era el día del juicio final, pero quedaron confundidos cuando aquellos monstruos dejaron vivos a drogadictos millonarios mientras devoraban a niños huérfanos, de igual manera hubo niños huérfanos que no fueron alimento, así como millonarios drogadictos que sí lo fueron.

Nadie sabe de dónde salió aquella mujer de piel roja y largas alas macabras con ojos de un negro intenso y sed de sangre insaciable; pero los murciélagos parecían seguirla como si fuera su reina.

Después en las noticias apareció a alguien que yo sí conocía, aunque los demás no, alguien que alguna vez hablo conmigo, que leyó mis miedos y me ataco con ellos.

—No espero que lo entiendas, pero así fue como pasaron las cosas.— le digo a mi madre mientras ella me ve con lágrimas en los ojos, sin saber si sonreír o tirarse contra mí a golpes.

—¿T-tú..?

—Perdón.— dije mordiendo mis labios. Sentía mi mirada cristalizarse.— Él me estaba lastimando y yo sólo lo empujé.

Alguien dijo que era el momento de confesar nuestros pecados, antes de ser juzgados por los "Reyes" del infierno que habían venido a juzgar nuestros actos. Como en Navidad, que es tiempo de reunirse y perdonar; sólo que ahora lo haces sabiendo que en los próximos segundos morirás.

Casi todas las personas abandonaron el país, algunas hasta el continente.

—No esperaba que él se resbalara y muriera. Lo odiaba.— mi pecho ardía. Por supuesto que no estaba eligiendo las palabras adecuadas para hablar del hombre que había amado mi madre, pero en este punto las mentiras piadosas no servían.

Decimos mentiras porque nos preocupa el futuro que podrían traer, pero si no hay futuro, entonces no hay de qué preocuparse.

— Pero yo jamás quise que eso le pasara, sabía cuanto te importaba y lo que menos quería es que tú tuvieras razones para estar triste. Te amo mamá, y siempre has sido lo que más amo, estaba muy asustada de que me odiaras, de que no me creyeras. Así que sólo...

Mi padre dejó ciega a mi madre lanzándole una botella de vidrio a sus ojos, y ese día, él me estaba lanzando piedras en el bosque. Tenía problemas de ira, a veces sólo tomaba nuestros platos de comida y los azotaba contra el suelo sin explicación.

Pero ella siempre pidió que lo comprendiéramos, que él merecía nuestro amor.

—Vete.— me dijo.

La vida real no son como los cuentos de hadas. Un príncipe no llega a salvarte de todo el dolor y te convierte en su princesa, una madre equivocada no admitiría sus errores sólo por el paso del tiempo.

Y yo no era una princesa, probablemente en ninguna vida lo sería.

—Pero...

—¡Ryukko mataste al hombre que amaba y te fuiste sin pagar las consecuencias! ¿Cómo quieres que te ame y te perdone después de eso? Tu padre siempre tuvo la razón, eres una anóteme desgracia, ni escupirte vale la pena.

Chat Noir tenía razón, mi madre jamás me perdonaría.

Arrepiéntete de tus pecados, busca el perdón de a quienes heriste. Que tremenda mierda.