Una Mujer Que Jamás Existió

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Las historias más extraordinarias y sabida por unos cuantos, son meramente de acceso complicado, que no pueden ser definidas en sencillas palabras burdas, y que vagan en la oscuridad del abismo imaginario, dispuestas a ser contadas, a ser embellecidas, a ser hechas poesía.

Si bien, se trataba de la mujer más hermosa, por no exagerar en la exactitud de mis palabras, que mis ojos pudieron presenciar a lo largo de esta efímera vida. Ahora usted creerá que este concepto traspasa los límites estipulados de la belleza y que, como bien se lo ha estado planteando desde el comienzo, se trata de un arlequín planeando quedar bien ante los ojos de dicha mujer por medio de este escrito. Puedo yo tomarme ahora mismo la molestia de explicarle un sinnúmero de palabras que describan a la dama, pero quiero yo advertirle, antes que nada, que usted nunca será capaz de comprender la manera en la que yo la veía. ¿Puede usted ser capaz de ver con ojos de artistas? No pretendo inmiscuir un nuevo sistema de pensamiento filosófico, mucho menos le invito a pararse en mis zapatos, solo es simple razonamiento del que no tiene la menor idea. Analizando las partes de su vida, sin adentrarme al mundo de zozobra que la albergaba, el enigma de sus preciosos ojos marrones, escondían el secreto mejor guardado. Se trataba, ni más ni menos, de una de las mejores pianistas de España.

Había llegado el día mayor esperado. Ella había lucido un vestido níveo, decorado en sus bordes con relucientes perlas que brillaban como la codiciada plata. Aquellos ojos me buscaban entre tanto pestañeo mientras yo le escuchaba sentado con el afamado público. La veía sonreír continuamente que, quiero yo imaginar, que se había percatado de mi presencia entre aplausos y atuendos opacos. Cuando todo había terminado, estaba yo detrás de la cortina, esperándole. Seguí sus pasos que procedían a retirarse y, entre luces y personas, la tomé por la cintura. Y calurosa, entre la atmósfera agobiante, le planteé un beso que la hizo enrojecer. Acordamos salir aquella tarde veraniega. Caminamos entre la arena de la playa mientras veíamos el titánico sol caer sobre nosotros. Sabía que le apasionaba ver el baile de luces colmando el firmamento. Le gustaba sentirse especial, afortunada de contemplar lo que muchos no hacían.

¿Ya les he contado lo mucho que amaba su sonrisa?

Hablamos acerca de cómo nos habíamos conocido y nos entregamos a los deseos de nuestras mentes, que no nos enteramos que las estrellas habían cubierto el manto estelar, proyectando su tenue luz sobre el límpido mar Baleárico. Era espectacular e indescriptible lo que esa noche pensamos, que preferimos guardárnoslo en nuestros corazones. Quizá eso me dio una manera distinta de ver la vida. ¡Por fin había hallado la respuesta! Todo había transcurrido con normalidad y ligereza, hasta que llegando el sosegado crepúsculo, entre besos y abrazos, su sombra volátil desapareció. 

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⏰ Última actualización: May 01, 2021 ⏰

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