6-Olivia y otro viernes alcohólico.

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Llevo una hora sentada en el sofá pálido en el fondo de la habitación y lo único que me mantiene cuerda es un vaso lleno de porquería en mi mano derecha.

Maldiciéndome por haber gastado tantas horas en este absurdo maquillaje que Arsen ni siquiera notó.

— ¡Vamos! No seas aburrido.

Sí, esa es Lara. Lleva toda esta hora moviéndose de un lado a otro, meneando sus caderas y sacudiendo sus brazos en una especie de baile de apareamiento.

La expresión de Arsen es un auténtico poema de desolación y auxilio.

Pero nadie lo salvará de esto, por mi puede joderse.

Clio está en la cocina con Dion hablando de Dios sabe qué. Y también hay una chica de cabello rosa además de nosotros. No la conozco bien, solo sé que es amiga de Arsen, llegué tarde a las presentaciones.

No hizo falta ni un ápice de mi esfuerzo para derribar a Lara, ella se derriba sola con esta forma de actuar. Si hay algo que ahuyenta a hombres como Arsen son las chicas desesperadas.

O a cualquier hombre... o a cualquier ser humano.

Ignorando el tema de Lara desesperación Pease; Arsen no me ha dedicado ni una mirada, tampoco hemos hablado desde que llegué.

Se llamó al silencio y a la indiferencia.

Mentiría si dijera que no estoy furiosa por esa actitud áspera pero cuando lo pienso mejor digo ¿Qué puedo hacer? Nunca hemos sido nada, no tenemos nada.

No tengo derecho a nada.

— ¡Ya no queda hielo!—gritó Clio desde la cocina.

Lara sonrió abiertamente inclinándose sobre Arsen, obligándolo a retroceder en su lugar. Ella susurró algo a su oído tomando la fría mano de él; subiéndola lentamente desde su muslo, pasando por su trasero para acabar en su cintura.

Dejé el vaso de cristal levantándome de un salto.

—Yo voy.

Tengo que salir de aquí, ahora.

— ¿Puedo ir contigo? —preguntó una voz dulce a mis espaldas. Ni siquiera la miré, solo crucé la puerta y cuando me di cuenta ya estaba en la calle. —Espera, tesoro, estas botas no fueron hechas para correr.

Con los ojos en blanco me giré sobre mis talones.

Ella terminaba de ponerse su chaqueta de cuero negro y la bufanda.

—Debes estar pasada de vasos, —insinuó sacando una cajetilla del bolsillo. — ¿Olivia, no?

Asentí.

—Y tú...

—Puedes llamarme Berry—con una sonrisa posó la cola del cigarro entre sus envidiables labios sin una gota de maquillaje.

No me gusta mucho la idea de estar sola con Berry, es frustrante.

Ella es una chica de voluptuosa contextura simulando un perfecto reloj de arena con sus curvas; tiene muy buen cuerpo y exalta sus atributos con su casual manera de vestir. Sus cabellos están artificialmente rosáceos, contrastando su piel cálida, esa cabellera rosa fantasía formaba parte de ella. Como si hubiera nacido para llevar aquél tinte.

Hay un encanto evidente en ella; no tiene nada que ver con el azul oceánico de sus ojos sino que esa manera de mirar a los demás es enérgica y apasionada, me pone nerviosa y hasta me hace dudar de mi sexualidad.

Insisto en que es muy bella y eso me decepciona.

Me siento inferior a su alrededor. Mírenme, mi ropa es lo que mis padres pueden comprar, mi perfume es barato y se desvanece al pasar el tiempo. Mis cabellos arrastran la monotonía del castaño desde que tengo memoria y solo cortarlo de vez en cuando le da aires de novedad.

Mi cutis es graso obligándome a hacer dieta de carbohidratos que me provoquen barros y está cubierta de puntos negros. Mi estómago es plano solo si salteo comidas, si muero de hambre puedo atreverme a mostrarlo en verano. Mis glúteos tienen pozos y estrías. Sin contar mi altura o mis uñas débiles o mis dientes color hueso o mi aroma.

El aroma de ella es cítrico y adictivo, mientras que el mío con suerte huele a vainilla.

Siento que salir con ella de fiesta me convertiría en la auténtica Duff.

La amiga fea.

—Y...esa chica alegre, ¿Siempre es así?—habló con una expresión que no supe distinguir.

— ¿Te refieres a Lara? Lamento todo eso, debe estar pasando por un mal momento.

Berry asintió y luego regresó el silencio.

¿Berry y Arsen serán solo amigos? ¿Y si son amigos con derechos? ¿Qué tal si el hecho de traerla al viernes alcohólico era una excusa para presentarla a la familia? ¿Qué hay de Leyla? ¿Ellos terminaron?

Ambas entramos en el mercado más cercano en busca del hielo perdido.

— ¿Arsen y tú están saliendo?—le pregunté de un golpe.

Ella se sobresaltó un poco por la insistencia en mi voz. También atraje la atención de unas personas cerca de nosotras.

Berry miró a su alrededor.

—Odio este mercado, —alcancé a escucharla susurrar frente a las personas entrometidas que nos observaron. Me observó finalmente, — Yo no me fijo en idiotas, Liv. Y tú tampoco deberías. Somos demasiado para ellos.

Fruncí el ceño y enrojecí al entender la expresión en su rostro.

—Yo no me fijo en nadie, no sé de qué estás...—intenté ocultarlo pero mi enrojecimiento empeoraba cada vez más. — ¿Podemos fingir que no sabes nada?

Ella su sonrisa le iluminó la mirada.

—Tranquila, no tengo la nariz hermosa por meterla en lugares indebidos, —me sonrió otra vez. — ¿Por qué todo el mundo pregunta lo mismo? ¿Qué el término "mejores amigos" no significa nada?

Sonreí.

—Eres muy bonita, no me sorprendería que esté interesado en ti—admití.

—Arsen y yo somos buenos amigos y eso es todo. Lo intentamos hace mucho tiempo pero no duró nada; yo lo seguía viendo como un niño tonto y él me veía como un juguete. No hay nada más nefasto que confundir la amistad con el romance.

Salimos de la tienda con el hielo pagado.

Reflexioné unos segundos en esa última frase. Es increíble como los sentimientos de una persona pueden ser reducidos a una palabra tan pequeña como lo es "nefasto".

—Entonces...—continuó, —Ahora que sé que te gusta el postre puedo ayudarte a quitarle las moscas de encima—sentenció.

La miré.

— ¿De qué hablas?

Ella sonrió alzando una ceja majestuosamente perfilada.

—De que puedo quitar las moscas de tu postre —respondió.

—No quiero, espero que las moscas se hundan en su caramelo—negué indiferente.

— ¿Por qué tanta hostilidad si hasta hace un rato estabas acaramelada?

—Pues ahora tengo diabetes.

Berry soltó una carcajada estrepitosa.

—No es gracioso. Está enfadado conmigo o algo así, no me ha dedicado ni una mísera palabra. Por mi puede irse al congelador con el resto de sus moscas empapadas.

—Creo que esto del "postre" no está ayudando.

Subí el pórtico con la intención de abrir la puerta principal pero una mano se cerró en mi muñeca, deteniéndome.

—Dame eso. Yo entraré y tú revisa esas agujetas sueltas, —Berry habló muy rápido quitándome el hielo. Se movió con tanta velocidad que no alcancé a entender nada de lo que sucedió cuando cerró la puerta en mis narices.

Bajé la mirada hacia mi calzado.

Las agujetas están recogidas.

¿Qué acaba de pasar?

Con el ceño fruncido observé el jardín a mi alrededor buscando algún indicio de...oh.

El postre.

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⏰ Última actualización: Apr 22 ⏰

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