Capítulo 7 Revelación en Santa Marta

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Desde las nueve esperaba en el aeropuerto a que Verónica llegara. Miraba el reloj a cada minuto, ayer no debí tratarla de esa forma... ¡Ella debe entender! No soy como las personas que conoce. Soy diferente al resto de los hombres.

—¿Tú crees que venga Rata? —y si por mí no... llegó con su amiga, no pensé que estuviera tan desesperado hasta que la vi llegar, es muy linda, no se compara con las viejas que conozco, es sencilla, creo que en esa característica es que radica su increíble belleza. Le sonreí cuando nos vio, no contestó mi saludo, se limitó a hacer un leve movimiento con la mano y se quedó con Lorena.

—Le dije que se le fué la mano con eso del carro y sabe de ante mano güevón que la regaste, ayer se portó como todo un, "don gonorrea" —recriminó Simón.

—¿Ahora la vas a defender? ¿El abogado de las mujeres?

—No Patrón, solo su conciencia, sé está tirando lo único bonito que podrá tener en su vida —lo miré—. Roland, sabes que yo ya amé y es el mejor recuerdo que tengo de mi asquerosa vida. Ella fue "la mujer", mi Sara fue un oasis en el infierno de vida que tengo —Simón hace ocho años había quedado viudo y sin hijo, los perdió en un accidente automovilístico, fue una época muy dolorosa, la muerte de Sara y del pequeño Joaquín nos destrozó a todos en la casa.

—¿En qué asiento viaja? —pregunté, tenía una hora para aclarar mi cabeza y luego hablarle.

—Al lado suyo —quedé desconcertado, llamaron a los de primera clase con destino a Santa Marta, ese era nuestro vuelo.

—Esta me las pagas Rata —soltó una carcajada.

—Creo Patrón —dijo tomando su mochila—. Que de este viaje le quedaré debiendo muchas —tomé el morral y me acerqué a Verónica.

—Debemos entrar —dije, arrugó su frente, miró su tiquete, suspiró y se despidió de su amiga.

Caminé a su lado sin decir una sola palabra, vestía un pantalón corto, sandalias y una camisita de tirantes color verde manzana, las sandalias le hacía juego a la blusa. ¿Ahora reparo esas maricadas? Entregamos nuestros pasabordos, mostramos nuestras respectivas cedulas, la sala de espera de primera clase es mucho mejor. Rata se sentó y Verónica se le sentó al lado, dejándome a mí por fuera, no había espacio para un tercero. Mi amigo me miró y le hice ademan de no importaba. Pero la verdad, es que me llevaba el mismo diablo. "Yo, Roland Sandoval ¿en esta mierda de situación?" ¡Qué! ¿Ahora debo disculparme? Me senté al frente y tomé una revista, necesito tranquilizarme y disimular la neura que tengo. Algún día me las pagarás Verónica. Y será cuando te tenga desnuda en mi cama, gritarás mi nombre cientos de veces. Pasaba las hojas de la revista y de reojo la miraba que hablaba tranquilamente. Sabía que mi amigo se sentía incómodo, él no sabe tratar una niña infantil y al parecer estoy igual. Nos llamaron a abordar el avión y como si nada entré, le cedí el puesto de la ventana, Simón se sentó atrás y yo después de acomodar mi morral en el portaequipaje me senté a su lado.

—No debiste comprarme tiquete de primera clase —comentó, sigue seria.

—Él que se encarga de la logística es Rata, no yo —contesté.

—Ok Don Roland — ¿Don Roland?, así nos trataremos, es mi juego favorito Verónica, la indiferencia.

—No hay problema señorita —tomé una revista, la gente comenzó a subir, vi que entraron al avión el ramillete de putas, ella me miraba de vez en cuando, no decía nada. Cerraron las puertas, abrí la revista mientras la azafata daba instrucciones. Verifiqué mi cinturón de seguridad y por fin el avión despegó, cerré los ojos, necesito descansar. Pasado unos minutos no aguantó y rompió el silencio.

Mundos Diferentes - Parte 1Donde viven las historias. Descúbrelo ahora