Con solo 10 años, Christopher Ritprasert solo podía pensar en poner la mayor distancia posible entre él, su hermano de 5 años y sus secuestradores.
Ellos solo estaban jugando en el parque, ¿Cómo fue que terminaron despertándose amarrados y amordazados en una furgoneta desconocida? No era capaz de recordarlo.
Christopher sabía que quiénes los habían tomado no eran buenas personas y que seguramente le harían algo.
Aprovechando que ninguno de los dos hombres que estaban en la cabina delantera vio que estaba despierto, rompió con sus garras las sogas que lo tenían atado. Fue acercándose lentamente a Félix, que dormía, con cada sacudida de la furgoneta. Era obvio que estaban siendo descuidados y, probablemente, apresurados en huir.
Dando una inspección rápida al lugar, Chris noto que las puertas no tenían el seguro para niños. Armando un plan, espero el momento perfecto.
Momento que llegó pocos minutos después, cuando los hombres bajaron en una gasolinera.
Abriendo la puerta lo más silenciosamente posible, Chris cambio a su forma de oso y tomo a su hermano con sus dientes. Y sin mirar atrás corrió hacia el bosque.
Corrió por horas. Félix ya estaba despierto. Aferrado a su espalda siendo un oso.
Cuando salió la luna, decidió que era momento de descansar. Estaban perdidos, Félix debía comer algo y descansar. También debía encontrar la forma de comunicarse con su padre.
Encontraron un pequeño pueblo. Christopher no confía para pedir ayudar por lo que se metió en lo que parecía ser el garaje de una casa abandonada por lo vacío que estaba el lugar.
Christopher fue a una esquina que los pudiera ocultar un poco y dejo que Félix se acostara primero para poder cubrirlo con su cuerpo.
Estaban tan cansados, que se durmieron rápidamente rodeados de un aroma que les recordaba su padre. Mañana buscaría una forma de arreglar todo.
Ninguno noto al hombre que los observaba preocupado desde la puerta que llevaba a la casa.
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