EPÍLOGO

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– Lo mejor que podrías hacer es decirme ¿dónde está? – exigió una voz sin emoción, plana, infantil e como mil demonios hablando a la vez, resonando en cada centímetro de la estancia

– ¿Qué te hace pensar que te lo diré? – respondió con una sonrisa socarrona, y menos inmutarse por lo siniestra de la voz

Un humanoide estaba colgado del techo, o lo que parecía uno, con una cadena, una gruesa cadena negra, que parecía tener vida propia; en un gran círculo de fuego blanco aprisionando sus extremidades, dejando su delgada figura, asi como unos ojos verdes centelleando con el fuego

– he soportado cada una de estas... torturas – señala con calma y sin borrar su sonrisa – y no has logrado obtener nada de mí – acusó sintiendo las cadenas desgarrar su piel una vez más – tu, hiciste un trato con él.... Tú lograste tu cometió, pero también te obligó a olvidarlo a ti – dice con una sonrisa torcida, viendo como su sangre alimenta el circulo

– fue una jugada astuta, lo confieso – murmuro la voz, dejando ver finalmente su figura, una niña, con aparente frustración, convivir con el prisionero, empezaba a pagarle sus modos

– es mucho más inteligente de lo que crees y mucho más poderoso de lo que imaginas... – complemento el ojiverde, sin borrar en ningún momento su sonrisa

¿Cuánto lleva allí? Imposible saberlo

– ¿no es agotador para un ser como tú? – preguntó la voz infantil, refiriéndose a su condición actual

Había torturado a ese ser de todas las formas existentes y por existir; sin éxito alguno, no había logrado sacarle ni una sola pista del paradero del destructor

Debía encontrarlo antes de que suceda de nuevo, no iba permitir que suceda otra vez; ha fracasado tantas veces que empieza a volverse irritante y desesperante

¿Cuánta destrucción más debe causar para que este demente se dé cuenta que su silencio solo traerá la extinción? ¿Cuántos más deben morir? ¿Cuánto más debe perder?

– ¿Cansarme? – cuestiono con una sonrisa muy divertida y burlona – ¿de qué habría de cansarme? ¿de cuántas veces vas perdiendo? ¿Cuánto deseas extinguir mi existencia, pero no puedes, porque sería libre de nuevo? – pregunto riendo a carcajadas

Sus memorias están tan bien selladas que ni siquiera su verdugo podía entrar en él, es ingenuo al creer que la información que posee sobre él, es verídica.

Ese engendro lo sabe, pero se niega a aceptarlo, nunca los aceptaría, no aceptara que ellos siempre fueron superiores

Con él a su lado, siempre imparable, o lo fue, siempre solo los dos, solo los dos, antes de su llegada no estaba vivo, solo existiendo, cuando llego le enseño la emoción de vivir.... Y entonces fueron solo los dos, o bueno solo los dos importaban; su verdugo siempre intentando pararlos, sin éxito...

Ese viejo... los traiciono y acabo ese solo los dos, para convertirse en solo nada, quedo solo el inmenso vacío

Y su verdugo no lo sabe, ese desconocimiento será la causa de su fin, será la cúspide de su venganza, pues la suerte ya fue echada

– déjate de estupideces, está destruyendo todo ¿que no lo ves? – gruñe lleno de ira, mientras clavaba un cuchillo en el muslo del hombre – no quedara nada – advierte ante ese ser que se niega a comprender la magnitud de sus caprichos

Al menos destrozando a ese ser, eso podía calmar su furia, una emoción...

– Si, esperas que grité, puedes seguir, tu espera será en vano... ya me acostumbré al dolor así que realmente no lo siento, ni siquiera un hormigueo – dijo sin inmutarse por la herida – además... tú – señaló nuevamente sin borrar tu sonrisa – fuiste quien provocó eso... debiste dejarlo y no presionar – continúa

LA MARCA DEL PECADORDonde viven las historias. Descúbrelo ahora