El día de ayer había sido agotador, el ataúd vacío de mi hermana ahora se encontraba bajo tierra, mis padres estaban destrozados y mi única compañía era Sairo, sí, sé que sonaba tonto. Tal vez muchos piensen que no me dolía la pérdida de mi hermana, que ahora estaba feliz porque podría estar con Sairo, pero no, la cercanía entre Sairo y yo era por el dolor en común, nos dolía bastante y era algo que no se podía ocultar. Me encontraba en la cocina tomando un delicioso chocolate caliente, mis padres seguían sin salir de su habitación, incluso en la noche escuché a mi madre llorar en la habitación de Silas, me lastimaba verlos así, por eso no había puesto problema al no ver mi desayuno hecho, era algo respetable.

Al salir de mi casa lo primero que divisé fue el rostro cansado de Sairo, no pude evitar sonreír al verlo subido en su auto, con su mirada perdida en el infinito, como si estuviera pensando o planeando algo. Toqué el vidrio de la ventanilla con cuidado y él rápidamente bajó el vidrio y me sonrió.

—¿Qué haces aquí? —pregunté sin dejar de sonreír.

—Vine por ti —musitó—. Espero que no te incomode mi presencia hasta el colegio.

—Gracias —susurré mirándolo fijamente.

—No hay nada que agradecer. —suspiró.

Rápidamente me subí al auto de Sairo, sentía un pequeño cosquilleo en mi vientre cuando Sairo tocó mi muslo con suavidad. Seguía conduciendo sin quitar la mirada del camino, así que no podía mirar mis mejillas sonrojadas por su tacto, no sabía por qué lo hacía, pero no podía negar que me gustaba.

—Puedes contar conmigo para lo que necesites. —dijo de la nada acariciando mi muslo desnudo— no pude cuidar a tu hermana cómo debía y no me gustaría que algo malo te pasara a ti también.

—G-gracias nuevamente por todo Sairo —sonreí—. Mis padres no tienen cabeza para mí, mi única compañía eres tú.

Llegamos al colegio más pronto de lo que había deseando, los demás nos miraban con asombro al verme colgada del brazo de Sairo. No quería alejarme y dejar de sentir su compañía y calor corporal, era lo que me mantenía feliz en momentos tan caóticos como estos y si los demás pensaban cosas absurdas, no me importaba. Sairo parecía calmado ante las miradas acusadoras de sus amigos y compañeros, así que si él estaba tranquilo, yo igual.

Pasaron las primeras horas y la campana del descanso ya se hacía presente en los salones, todos salieron con rapidez para comer algo o simplemente charlar con sus amigos, yo era la última en salir, me gastaba casi diez minutos en el salón organizando las cosas para la próxima clase y la verdad no es que deseara mucho convivir con esos idiotas a los que debía llamar "compañeros". Seguí en lo mío por unos minutos más, estaba tan concertada en lo mío que al sentir una mano sobre mi hombro hizo que pegara un pequeño grito.

—Lo siento Sailas, no quería molestarte —se disculpó mostrando un rostro preocupado.

—No es tu culpa. Estaba distraída —mascullé sin importancia.

—Vine por ti para que fuéramos juntos a comer algo. —al escucharlo decir eso no pude evitar sonreír internamente. 

Sin pensarlo dos veces acepté la invitación de Sairo, realmente tenía hambre y me gustaba la idea de pasar más tiempo con aquel chico, pero antes que todo debía ir al baño y hacer mis necesidades o no estaría tranquila por el resto del descanso. Me despedí de Sairo antes de dirigirme hacia el baño, él me esperaría en la cafetería así que debía darme prisa; sin embargo, cuando me dirigía hacia el baño pude ver como una chica un poco más alta que yo, empezaba a perseguirme, no le presté mucha importancia y seguí con mi camino.

Después de estar al baño y lavar mis manos, pude ver a la chica recostada en la puerta cerrada mirándome de arriba a abajo, no sabía lo que quería, pero si sabía que muy pronto me lo diría.

—Te crees muy hermosa —empezó a decir con cierta molestia—. Todos piensan que sufres con la muerte de tu hermana, pero la realidad es que eres una zorra que se quedó con su novio ¿No serías tú la causante de su desaparición?

—No digas esas estupideces, jamás lastimaría a mi hermana. —dije— tal vez estás celosa y ves cosas donde no las hay.

—Yo me encargaré de que el colegio sepa la clase de persona que eres. —chilló para luego tratar de salir del baño.

—Y yo me encargaré de que cierres esa puta boca.

Envidia. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora