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Desperté en un lugar totalmente oscuro, podía sentir como el frío recorría cada rincón de mi cuerpo desnudo, traté de tapar mis partes íntimas, pero mis manos y pies estaban atadas a lo que parecía ser una silla. Mis párpados se sentían pesados y el dolor de cabeza era insoportable ¿Qué había ocurrido? Lo único que recordaba era el golpe que Sairo me había dado al enterarse que yo había matado a mi hermana, había matado a Silas ¿Cómo se había enterado? Estaba segura que aquella noche, nadie nos había seguido.

Muchos meses atrás.

Estaba en mi habitación llorando por lo que había visto, Sairo me gustaba y a mi hermana no le había importado, ambos se merecían algo mucho peor que la muerte y en especial Silas, si ella no se le hubiera insinuado, probablemente Sairo no la hubiera notado. Salí de mi habitación y entré a la de Silas, ella aún estaba despierta, al verme su rostro pasó de preocupación a sorpresa y antes de que pudiera mencionar palabra, la tomé del brazo y la obligué a entrar al auto de mis padres.

—¿A dónde vamos? —preguntó con su voz temblorosa después de prendí el auto y empecé a conducir.

—¡Cállate! —exclamé aumentando la velocidad.

—Sailas por favor, no es mi culpa lo que ocurrió. —dijo mirándome fijamente— Sairo dijo que se había acercado a ti para llegar a mí, traté de rechazarlo, pero mi corazón poco a poco se fue enamorando de él.

—Eres una maldita puta, Silas. —escupí frenando el auto en un viejo puente.

—No lo soy. —musitó limpiando sus lágrimas— soy tu hermana Sailas, no deberíamos pelear por un hombre.

Salí del auto y abrí la puerta trasera para sacar una soga algo gruesa, volví a la parte delantera y saqué a Silas del cabello jalando con fuerza. Entre chillidos y súplicas, até las manos de mi hermana con fuerza obligándola a subirse al inestable barandal, podía ver sus lágrimas caer por sus mejillas con aquella mirada inocente que conmovía esa parte consiente de mi cabeza, esa que la quería y la veía como una hermana, esa que me decía que no podía matarla, era mi sangre, mi compañera, pero todos esos pensamientos se esfumaron con aquella otra voz llena de ira y rencor, esa que odiaba a Silas por siempre haber sido mejor, por tener el cariño de mis padres y el hombre que yo quería.

—No hagas esto. —sollozó— no hagas algo de lo cual te puedes arrepentir.

—Jamás me arrepentiré de esto y ojalá te pudras en el infierno.

Y antes de que pasara algo más, patee el abdomen de Silas arrojandola al oscuro barranco, a lo lejos pude escuchar el agua ser traspasada por el cuerpo de mi hermana. Sonreí y suspiré aliviada por lo que había hecho, ahora mis padres serían solo para mí y podría conquistar el corazón de Sairo, mi hermana estaba muerta, yo la había matado y ahora el mundo sería mejor o eso era lo que yo creía.

Envidia. (Completa)Donde viven las historias. Descúbrelo ahora