Día 4 Lencería

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Pasarían de las 1:30 de la madrugada según lo indicaba el reloj de piso que se encontraba en la esquina de la habitación cuando escuchó que alguien llamaba a la puerta con suaves y pausados golpes, eran tan quedos que cualquier oído normal no hubiese sido capaz de percibirlo, los sentidos de los demonios se agudizaban según sus características, en su caso la audición era mejor que la de cualquiera gracias a ese par de orejas de ciervo que le permitirían escuchar el sonido que causaría un pequeño alfiler al caer en medio de una multitud.

Cerró el libro, no sin antes colocar el separador para no perderse la siguiente vez que lo tomara, que leía antes de ser interrumpido dejándolo sobre la mesita de noche donde residía también el vaso de whiskey que se había servido después de que todos fueran a dormir y ahora se encontraba casi vacío. Se levantó de su asiento, un elegante sofá individual de cuero café, sin prisa alguna por descubrir y recriminar a su visitante nocturno quien no era verdaderamente un misterio para el Overlord debido a que no era la primera vez que venían a buscarle tan tarde, y secretamente esperaba que no llegara la noche que fuese la última.

Abrió la puerta encontrándose con el famoso actor porno, el primer inquilino del hotel, vistiendo una larga gabardina, la inusual vestimenta sugería que apenas regresaba de su trabajo, de tono claro que cubría su cuerpo casi en su totalidad exceptuando sus botas, manos y rostro, siendo este el que resaltaba en su mayoría gracias a ese suave sonrojo que adornaba sus pálidas mejillas.

- L-lamento molestar tan noche – sus manos inferiores se frotaban entre ellas con nerviosismo.

- No te preocupes por ello – respondió con calma – ¿precisas mi ayuda?

Bajó su mirada mientras asentía, el rojo de su cara se intensificó y la sonrisa en los labios del demonio de menor estatura hizo lo mismo.

Se movió un par de pasos a su izquierda abriendo el espacio necesario para que el demonio más alto pudiera ingresar a la pieza, la araña dirigió sus pasos al interior sin ver al dueño de la misma en ningún momento y no fue hasta que llegó al pie de la amplia cama del ciervo que este se encargó de cerrar la puerta sin olvidarse de echar el seguro. Sabía que era el único habitante del piso y ningún pecador o demonio medianamente cuerdo sería capaz de entrar a su cuarto sin antes llamar sabiendo de las posibles consecuencias, sin embargo, nunca estaba de más un poco de privacidad extra.

Esperó unos segundos antes de moverse, lo que creía conveniente para darle tiempo al albino de hacer el primer movimiento, dio la media vuelta topándose con la figura apenas cubierta del menor por esas encantadoras y seductivas prendas que hasta hace unos minutos la pesada prenda superior se había encargado de resguardar, la gabardina ahora reposaba sobre el sofá que anteriormente utilizaba.

Botas altas de cuero, aquellas que siempre acostumbraba vestir, que apenas si dejaban ver una parte de las medias semitransparentes con decorados de rejilla y línea al medio en la parte posterior, no podía verlo por estar de frente a él, pero aseguraba que así era, sujetadas por un par de ligueros de broche, dos de ellos en la parte posterior, unas diminutas bragas de tela lisa que recordaba a esos escandalosos trajes de baño, bikini, por los amarres laterales. Lo más llamativo del vestuario era sin duda alguna ese elegante y ajustado corsé que cubría su pecho y parte de su abdomen, suponía que debido a su altura y la forma de su cuerpo le quedaba de esa forma, de color rojo casi vino y una fina malla de encaje floral negro a los costados dejando ver parte de sus "pechos".

Caminó en dirección al pecador más joven para colocarse a sus espaldas y proceder a ayudarle a soltar los amarres de la prenda superior tal cual lo hacía desde hace un par de semanas, sus manos bajaron a sus piernas introduciendo sus dedos en el alto del calzado para poder abrir el seguro de las ligas, estas se encontraban pegadas al corsé y si no las soltaba no podría quitárselo de manera apropiada, escuchando los tenues suspiros que el actor soltaba al sentir el suave roce que las puntas de sus uñas provocaban al mínimo contacto contra aquella suave y sensible piel. Era algo que siempre sucedía.

Pasó a la parte posterior, tirando maliciosamente de ambos elásticos que dejaron una marca rojiza al golpear contra la piel desnuda de la araña, realizando el mismo procedimiento y, a su vez, aumentando los suspiros del pecador al rozar sin vergüenza alguna su trasero con sus garras antes de colocarse sobre su cadera donde una de ellas se enredó entre los amarres de la tela que cubría su intimidad tirándolos con suavidad, no la suficiente para deshacer el nudo, sólo aflojándolos un poco.

Angel tuvo que llevar una de sus manos principales a su boca para contener el vergonzoso gemido que estuvo a punto de escapar de lo más profundo de su garganta mientras que las secundarias se colocaban sobre su miembro, aun cubierto, evitando que el Overlord pudiera ver lo que su tacto provocaba en él, aunque realmente no era necesario que el mayor lo viera para saber.

Sus palmas abiertas se colocaron sobre la parte descubierta de su espalda baja, apenas unos centímetros más abajo del corsé, aplicando algo de presión con los pulgares como si de un masaje se tratara, el albino tuvo que morder su labio inferior con fuerza para no dejar escapar sonido alguno, era una parte sensible.

Alastor lo sabía y era precisamente por eso que lo hacía, disfrutaba reducir al actor a una masa temblorosa con acciones tan simples. Relamió sus labios por lo que ocurriría en corto.

Tomó el grueso listón que mantenía la prenda en su lugar tirando de los extremos del moño con delicadeza hasta soltarlo, nuevamente sus dedos se aventuraron en el espacio libre entre la piel y la ropa soltando cada uno de los ojales hasta hacer que el corsé cayera al suelo generando un ruido hueco.

- Servido compañero – dijo sin colocar sobre su voz ese efecto de micrófono antiguo – si vuelves a necesitar una mano sabes dónde encontrarme – no alcanzó a retirarse por completo cuando las manos inferiores del chico se hicieron con el control de las suyas.

Una de ellas fue colocada sobre el felpudo pecho del chico haciendo que presionara con fuerza mientras que la otra, en un acto de total atrevimiento, la coloco al borde de las bragas sintiendo la alta temperatura de la zona.

- No hemos terminado risitas – jadeaba – ayúdame con todo – pidió – ¿podrías?

- ¿Cómo podría negarme si lo pides de ese modo?

Todo era un acto, no era que Angel requiriera de su ayuda para quitarse el vestuario que robaba de su trabajo eran simples excusas que ponía para tener el pase libre a su habitación y poder realizar todo tipo de actos impuros, lo habitual en los pecadores, a escondidas del ojo público.

Ambos lo sabían y ambos estaban bien con ello.

~Radiodust Week~Donde viven las historias. Descúbrelo ahora