Capítulo 6

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Llamé a Alexandra por teléfono mientras me dirigía a la habitación para darme una ducha y quitarme el olor a café.

- Joder Chloe, ¿Estás cogiendo todo el puto buffet o qué? Llevo más de quince minutos sola en la mesa, muriéndome de hambre, por cierto.

- Estoy llegando a la habitación, un capullo me ha derramado el café - Seguía tan enfadada que colgué el teléfono sin decirle nada más.

Cogí un nuevo vestido, esta vez celeste, y un bikini del mismo color con rayas blancas. Después, me metí en la gran ducha con la que contaba el baño del hotel. Seguía muy avergonzada, es verdad que el café había hecho que el vestido se me ciñera a la piel y se transparentara el bikini. "Menudo imbécil" pensé al recordar la forma tan descarada en la que me había mirado.

Salí del baño más relajada y me encontré a Alexandra tirada en la cama.

- ¿Qué te ha pasado nena?

Le conté lo que había pasado, como me miró y lo que me dijo el capullo del café.

- ¿Era guapo?

- Joder, no sabes pensar en otra cosa.

- Venga Chloe, es nuestro primer día en California, no puedes enfadarte. Vámonos a la playa. - me dijo haciendo pucheros mientras venía a abrazarme.

- Solo me abrazas cuando algo te interesa.

- Eso no es verdad - negó abrazándome más fuerte. - Te abrazo porque te quiero.

No pude evitar reírme por lo dramática que se pone cuando quiere algo. Cogimos el bolso con las toallas y la protección solar y nos fuimos para la playa.

En la zona de la piscina había una puerta que daba directamente al paseo marítimo, solo tuvimos que cruzarlo y en seguida estábamos pisando la arena.

Me quedé alucinada, nunca había visto una playa así de bonita. La arena era blanca y homogénea y el agua del mar lucía un azul turquesa que embaucaba. La playa estaba rodeada de palmeras que en su sombra albergaban las toallas de la poca gente que había. Casi todo el mundo se quedaba en la piscina del hotel y eso hacía que los que nos decidíamos por la playa pudiéramos disfrutarla aún más.

Colocamos las toallas cerca de la orilla, bajo una gran palmera.

- Este lugar es increíble - le dije a Alexandra con la vista fija en el mar.

- Increíble es el socorrista que tenemos detrás. Si vas a mirar hazlo disimuladamente y no como miraste al chico del avión.

- Pero ¿Qué dices? Eres tú la que se los come con la mirada.

Mientras se reía porque sabía que tenía razón miré hacia atrás. En la torre de socorrista estaba sentado un chico sin camiseta. Llevaba un bañador y una gorra roja y tenía un cuerpo de infarto.

- Ni si quiera se le ve la cara con la gorra y las gafas.

- ¿Y qué más da? ¿Has visto esos abdominales?

Puse los ojos en blanco y empecé a untarme la protección solar.

- Deberías echarte crema o te vas a poner como una gamba. - Advertí a Alexandra mientras se recogía el pelo.

- Pero odio ese mejunje, es pegajoso. - protestó.

- A los chicos guapos no le gustan las gambas.

No me hizo falta añadir nada más para convencerla de que se pusiera la crema. A veces me sentía como la niñera de una niña de seis años que aún no distingue lo que está bien de lo que no.

Le pedí que me pusiera crema en la espalda y yo hice lo mismo con ella. Nos tumbamos en las toallas hasta que la crema se absorbiera y Alexandra tuvo la peor idea del mundo.

- Chloe, he visto que alquilan unas barcas a pedales allí - dijo señalando una pequeña caseta rodeada de barcas con toboganes, remos y tablas de surf - vamos a coger una, por favor.

- Ni lo sueñes, por nada del mundo me subiría a uno de esos cacharros contigo. Eres un peligro.

- ¡Serás aburrida! ¡Estamos de vacaciones Chloe! Hazlo por mí. - volvió a abrazarme haciendo pucheros.

Lo medité unos segundos, "Venga Chloe, estás de vacaciones", y finalmente accedí.

- Está bien, pero solo porque te he dejado sola en el comedor.

- Esa es mi chica.

Nos dirigimos a la pequeña caseta y Alexandra empezó a hablar con la chica que había tras el mostrador.

- Son trece dólares y podemos usarla durante una hora.

Pagamos el importe y la chica nos guio hacia una de las barcas que había en la orilla. La empujó hasta que estuvo en el agua y nos indicó que nos podíamos subir. Alexandra se sentó en el lugar donde estaban los remos y empezó a remar.

- Ni se te ocurra alejarte mucho de la orilla, no quiero morir en una barca en medio del mar.

- Tranquila nena, sé lo que hago.

Desde la barca podía ver el fondo del mar a través del agua cristalina. Había pequeños peces nadando de un lado para otro y alguna que otra alga. La orilla empezó a quedarse pequeña a medida que avanzábamos en el mar y ya apenas se escuchaba el gentío. Alexandra dejó de remar y la barca se quedó flotando con el vaivén de las pequeñas olas del mar.

- Que tranquilidad - dije recostándome hacia atrás.

- Sabía que te iba a gustar, pero siempre tienes que protestar antes de darme la razón.

- Es que me das miedo. Desde que me llevaste a hacer puenting por sorpresa ya no me fío de ti.

- No seas dramática, fue el mejor cumpleaños que vas a tener en la vida.

En mi 21 cumpleaños Alexandra se presentó en mi casa a las ocho de la mañana y me dijo que había preparado un plan increíble. Me llevó a la sierra norte de Madrid y me hizo saltar al vacío agarrada solo por una cuerda. Creo que no he pasado más miedo en mi vida, pero como siempre, me alegré de hacerlo, fue una experiencia increíble y sé que si no hubiera sido por ella nunca la habría vivido.

- ¿De qué te ríes? - le pregunté a mi amiga, que había empezado a carcajear.

- Me he acordado de aquella vez que hicimos topless en el barco del padre de Diana. - no pude evitar reírme yo también al recordarlo.

- Nunca he tenido las tetas igual de morenas.

- Yo tampoco ¿Te animas? - dijo mientras se empezaba a bajar los tirantes del bañador.

- ¿Aquí? - pregunté mirando hacia la orilla.

- Vamos, estamos muy lejos, nadie nos va a ver

Volví a pensarme su sugerencia y como siempre, acepté. Es verdad, estábamos muy alejadas de la orilla, ¿Quién nos iba a ver?

- Está bien, las dos a la vez. Una... Dos... y ¡Tres!

Ella se bajó el bañador hasta la cintura y yo me deshice de la parte de arriba de mi bikini. Que sensación de libertad.

- ¡Eh, muñeca! Córtate un poco, ¿no?

Cuando menos te esperabaDonde viven las historias. Descúbrelo ahora