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—¡Abraham, ya llegué!— grité dándole algunos toquecitos a la puerta de su departamento.

En unos segundos la puerta se abrió con Lía del otro lado. Ambos nos dimos una mirada de pies a cabeza. Ella arrugó la cara mientras que yo le regalé una sonrisa.
 
Lía preguntó:
 
—¿Qué haces aquí?
 
Al mismo tiempo que yo decía:
 
—traje helado.
 
Ambos quedamos en silencio observándonos, esperando a que el otro dijera algo. Apreté los labios soltando aire por la nariz y Lía apartó la mirada rascándose la nuca. De repente el ambiente se había vuelto bastante tenso.
 
¿Cómo había llegado a esa situación? Eso mismo me preguntaba yo.
 
El día anterior Chloe, Sophie y yo íbamos regreso a nuestras casas luego de salir del departamento de los chicos. Estábamos en silencio, solo escuchando nuestras pisadas metidos en nuestros propios mundos, cuando de repente Chloe habló.
 
—Deberías llevarle algo para que se mejore— sugirió refiriéndose a Lía.
 
—¿algo como que?— inquirí arrugando las cejas.
 
—sopa o algo así— soltó con simpleza encogiéndose de hombros.
 
—¿por qué?— volví a preguntar hundiendo aún más las cejas—. No es como que tenga un resfriado, Chloe.
 
—no, pero creo que la haría sentir mejor. Digo, tener un accidente así, por muy pequeño que sea, no debe ser fácil. Y puedes llevarle cualquier cosa, creo que sin importar lo que lleves ella se sentirá bien solo con verte.
 
Giré la cabeza para observarla. Ella tenía una pequeña sonrisa confiada, como si estuviese muy segura de lo que decía.
 
—Chloe tiene razón— afirmó Sophie. Me volví hacia ella para ver la misma sonrisa en su rostro.
 
—Siento como si ustedes dos me están ocultando algo— dije entrecerrando los ojos.
 
—¿Por qué? Solo te decimos que lo hagas como un amigo, no hay ninguna doble intención— ese tono inocente en la voz de Sophie me hacía desconfiar.
 
Torcí la boca.
 
—No sé…
 
—¿que tienes que perder?— me retó Sophie—. Además si no quieres ir solo, te podemos acompañar. Ya que Lía no podrá salir estos días sería bueno pasar tiempo con ella.

—exacto, y tal vez podemos ver una película, así no se sentirá sola— empezó a animarse Chloe. Yo aún no estaba muy convencido pero aún así ambas hermanas casi que me obligaron a aceptar.

Pero llegada la hora de ir las gemelas pusieron excusas tontas de que no podrían acompañarme y tuve que ir solo. Ya no podía negarme ya que Chloe le habia dicho a Abraham así que tuve que ir por mi cuenta.

Y así fue como terminé parado frente a Lía extendiéndole la bolsa que contenía el helado y ella mirandome de forma extraña tomó la bolsa.

¿Debería irme? Igual eran las chicas quienes iban a pasar tiempo con Lía, si yo me quedó seria incómodo...

¡ah, Mateo! Justo a tiempo— exclamó Abraham apareciendo detrás de Lía sacándome de mis pensamientos—. Estaba por irme, que bueno que llegaste.

—un momento... ¿llamaste a Mateo para que viniera a cuidarme mientras no estas?— preguntó Lía con evidente indignación y molestia—. No tengo diez ¿sabes? Puedo cuidarme sola, no necesito a una niñera— añadió mirándome de reojo.

—no lo llamé pare que te cuidara, el venía a visitarte y yo justo tenía que salir a hacer algunas cosas hoy— explicó Abraham acomodándose el cabello—. Así es mejor, Lía, ¿qué pasa si estás sola y algo malo pasa? ¿a quién vas a llamar? ¿Quien te va a ayudar? Se que eres muy capaz de cuidarte sola pero ahora prefiero que alguien esté contigo— se acercó a ella y le dio un beso en la cabeza. Lía se apartó con fastidio girando los ojos. Entró al departamento sin más opción que aceptar.

Abraham se giró hacia mi y su cara sonriente y brillante se transformó completamente en una oscura y amenazadora. Me dio una mirada fría mientras se acercaba a mi lentamente, casi hasta pude sentir que el aire se volvía más gélido.

El Juego Del AmorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora