-7- Fragmentos

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- Llama...a...Caleb. - logré decirle a Darren, que se había acercado a mí corriendo.

La Sra. West, la pobre mujer, no sabía ni que hacer, se movía de un lado a otro desorientada por la situación, al contrario que Darren, que parecía que tenía muy claro como actuar en estos casos, aunque creerme, no tenía ni idea, porque a mi no me ocurría lo que al resto.

- Avisaré a emergencias mejor.

Pero le agarré de la manga de la camisa y lo acerqué a mí antes de desplomarme en el suelo.

- Avisa a...mi hermano.

"Me levanté casi sin pensar en lo que hacía, una carretera desértica se perdía en el horizonte; la recordé al instante, 23 - 08 - 2004 Texas, en ese momento huíamos desde Santa Fe, los federales nos habían localizado en nuestro piso de la ciudad y llevábamos tres días sin parar de conducir, bueno, más bien Caleb no había descansado en tres días, por aquel entonces yo tenía siete años y no acababa de comprender al completo lo que de verdad me ocurría.

El paisaje cambió drásticamente frente a mí, en un húmedo sótano se oía el ligero, suave y pausado tintineo que, las gotas de agua que se filtraban desde el techo, producían cayendo al suelo. No quería recordar esto...hacía años que había enterrado estos momentos en lo más profundo de mi memoria, eran terribles, horrorosos...lo que nos hicieron a mí y a Caleb no tenía perdón alguno; cuando cumplí los doce el gobierno dio con nosotros cuando íbamos de camino a Nueva Orleans, casi diez coches negros del gobierno nos emboscaron en una carretera secundaria...escapar era imposible. Caleb peleó por mí todo lo que pudo, pero todo su esfuerzo no sirvió para nada. Nos habían capturado. El Gobierno me tenía.

De vuelta al sucio y lúgubre sótano recordé que tortura me esperaba ese día...un gran tanque de gélida agua; deseaban saber como funcionaba mi cerebro, estudiar todos los campos que este lograba abarcar, que en mi caso era todos y cada uno de ellos, querían llegar a comprender al experimento fallido que ellos mismo habían creado.

Y de repente, al igual que había surgido, todo se desvaneció con una luz cegadora y un grito aterrador".

Entrecerré los ojos para protegerlos de la fuerte luz blanca que se proyectaba sobre mi cara y poco a poco me fui acostumbrando hasta poder reconocer el preocupado rostro de mi hermano que me miraba con su característico semblante.

- Kayla...gracias a Dios. - susurró mientras me abrazaba.

- No crees en Dios...no les des gracias. - le repuse devolviéndole el abrazo.

- Veo que tu mal humor no te lo quita nadie eh, hermanita.

Mascullé por lo bajo y me fui incorporando sobre mi cama lentamente, me sujeté la cabeza y apreté los ojos con fuerza, en cuanto los abrí el acto reflejo de mis manos fue tapar con la manta todo mi cuerpo, Darren estaba plantado en la puerta de mi habitación.

- No se ha movido en toda la noche. - me comentó Caleb poniendo los ojos en blanco mientras se levantaba y se iba al pasillo, no sin antes amenzar a Darren. - A ver lo que haces...

Éste ignoró a mi hermano y se sentó a los pies de la cama mientras toqueteaba los hilos de una pulsera que llevaba en la mano derecha, supongo que el silencio llegó a ser tan incómodo que me permití el lujo de carraspear ligeramente.

- ¿Y el instituto?

- ¿Qué tal estás?

Hablamos a la vez...ambos nos reímos y él se rascó la nuca, como cada vez que se sentía nervioso.

- El instituto puede esperar. - me respondió al fin.

- Tu madre...

- Da igual, he faltado muchos días, supongo que ninguno merecía la pena, no como hoy.

- Bajemos abajo. - dije a la vez que me incorporaba. - no le caes muy bien a mi hermano.

- ¿No me digas? Creo que su cara de estreñimiento cada vez que me ve es por otra causa eh. - bromeó mientras me acompañaba hasta la cocina.

Caleb se encontraba frente a la vitrocerámica haciendo la comida de esa mediodía, había estado un día dormida, no era tanto...la peor vez quedé una semana sin despertar.

- Bueno...yo me voy a mi casa. - dijo Darren sonriéndome. - me pasaré a verte.

- Venga chaval. - se despidió mi hermano de él.

Yo...sonreí, ¿qué más podía hacer?

Acabada la comida Caleb se apretó los nudillos y me miró de soslayo, sabía lo que eso suponía, en el mejor de los casos, una conversación que habíamos tenido miles de veces y que odiaba repetir, y el peor sería...mudarnos de nuevo. Ahora prefería la conversación, pero mi hermano me sorprendió y trató un tema que jamás antes se había hablado entre nosotros por la incomodidad que a ambos nos suponía.

- Te ha pasado cuatro veces en los últimos seis meses, enana...quizá deberíamos pedirles ayuda.

Sé a quien se refería, perfectamente además; pero me negaba, rotundamente, me negaba a volverles a ver, me negaba a ver sus rostros de nuevo y la idea de pedirles ayuda estaba totalmente descartada. Jamás volvería a encontrarme de nuevo con mis padres, bajo ninguna circunstacia. Jamás.

- Que ni se te pase por la cabeza, Caleb.







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